El urbanista Stefano Boeri. (foto Cortesía)

El célebre arquitecto y urbanista Stefano Boeri, conocido en todo el mundo por sus «bosques verticales», afirma que después de la pandemia del nuevo coronavirus comienza una «nueva era», más ecológica y sin energía fósil.

En una charla por facebook con los corresponsales extranjeros, Boeri, presidente del gran museo del diseño y el arte que representa la Trienal de Milán, admite que la capital de Lombardía, la región más golpeada por la pandemia con más de 13.000 de los casi 27.000 muertes en todo el país, tendrá que cambiar de cara.

«Regresar a la normalidad sería muy grave», advierte.

«La normalidad es una de las causas de este desastre», asegura Boeri, conocido por sus proyectos innovadores en los que cubre rascacielos de vegetación y combina ecología, sostenibilidad y recuperación de bosques.

«Es el momento de tomar decisiones valientes y pragmáticas», insiste el urbanista, cuya visión de la arquitectura más social y a la vez más verde, ha inspirado colegas en todo el mundo, desde China hasta México.

Junto con un grupo de estudiosos, sociólogos, antropólogos, urbanistas, artistas, está reflexionando sobre cómo derribar el «muro biológico» que el coronavirus impone ahora a las personas e introducir un nuevo modelo de vida.

«De lo contrario las ciudades se convertirán en bombas contaminantes», dice.

«Además sería una ofensa después de tanto dolor y angustia», confiesa Boeri, profesor del prestigioso Politécnico de Milán.

Mientras las autoridades italianas preparan la reanudación económica y el fin gradual del confinamiento a partir del 4 de mayo con nuevas reglas sociales, Boeri lanzó una propuesta nacional que podría cambiar el futuro de la península y servir de modelo para muchos países.

– «Volver a los pueblos»-

«Es un proyecto nacional. Italia cuenta con 5.800 pueblos con meno de 5.000 habitantes, 2.300 casi abandonados. Si las 14 áreas metropolitanas del país adoptaran esas aldeas, muchas con hermosos cascos históricos deshabitados, dando ventajas fiscales, medios de transporte adecuados, etc, sería la salida. Es el futuro», lanzó desde el diario La Repubblica.

La propuesta resulta viable en este momento debido a que la pandemia obliga a la población a contar con más espacio y a respetar una distancia de al menos un metro entre las personas para evitar el virus.

«Hemos entendido que se puede trabajar a distancia y que pasaremos largos periodos en casa. Hay que gobernar ese proceso. El campo facilita ello, porque hay que dejar el espacio urbano libre», explica el urbanista.

Según los sociólogos, mucha gente desea abandonar a causa del el virus las grandes ciudades muy pobladas para pasar temporadas largas en sus residencias de verano, casas de campo o simplemente las viejas residencias de sus ancestros.

El hombre que ha convertido rascacielos en bosques, que ideó una ciudad-bosque en China con casas, escuelas y oficinas recubiertas de un millón de ejemplares vegetales en 140 hectáreas urbanizadas, está convencido de que Roma sería ideal para ese proyecto.

«Roma es la ciudad del futuro, tiene todo: monumentos únicos y mucho espacio verde por sus parques y villas además de una serie de localidades a su alrededor», explica.

La idea de Boeri, que nace justamente de la emergencia mundial desatada por el coronavirus, coincide con la pregunta y a su vez lema de la Bienal de arquitectura de Venecia que se celebrará este año.

La XVII edición, cuya inauguración prevista para mayo fue postergada para fines de agosto, se convocó bajo la pregunta «How we will live together? es decir ¿Cómo viviremos juntos?.

La pregunta del curador Hashim Sarkis obliga paradójicamente ahora al mundo de la arquitectura a desocupar el espacio público y a hacer desaparecer la actividad colectiva.

«Vamos a tener que modificar los horarios de las oficinas públicas para que no coincidan con los de las escuelas y evitar grandes flujos de viajeros. Todo lo externo será crucial, hay que quitarle espacio a los autos y enfocarse en el verde», sostiene Boeri.

«Así ocurrió en Nueva York, a mediados del siglo XIX: la población se había cuadruplicado, y no había más espacio, la densidad era enorme. El arquitecto paisajista y urbanista Olmsted creó así Central Park, un parque gigantesco que nació de una preocupación higiénica», recuerda.

 




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