CHET
(Foto referencial de Archivo)

Un niño con cáncer hospitalizado no ve más allá de su malestar. Él solo quiere sentirse mejor y no lo hace porque pinten algunas paredes y arreglen la parte estética del centro de salud donde ve pasar sus días. Para él, lo más importante es que su madre no esté preocupada, llorando y pidiendo dinero a cualquier persona para comprar los insumos más básicos que requiere, que en la noche no se quede sin tratamiento porque no hay enfermeros o, al menos, poder ir a un baño que esté limpio.

Pero nada de eso le ofrecen en la Ciudad Hospitalaria dr. Enrique Tejera (CHET) de Valencia. Ahí ha estado Josué (*) por dos periodos de más de 10 días desde septiembre, tras ser diagnosticado de leucemia linfoblástica aguda. Tiene cinco años y muchas historias grabadas en su memoria de lo que le ha tocado vivir en el hospital más importante de la región central del país.

Su madre siempre está con él. Ella ha visto con más detalle las paredes pintadas y todo lo que se ve bonito en el área de pacientes pediátricos hematológicos y oncológicos de la CHET, incluso, el parque infantil que fue reparado y al que su hijo ni el resto de los niños con cáncer pueden ir por sus patologías.

“No hacemos nada con un parque que un niño hospitalizado no usa y no tenemos ni inyectadoras… Es irónico que se gasten recursos en lo estético del sitio y los pacientes están empeorando porque no tienen antibióticos, equipo de transfusión, guantes…”, dijo al referirse al denominado plan cayapa de la gobernación que se dedica al embellecimiento de los centros de salud en el estado.

Un gasto incalculable

En los últimos 12 días que estuvo Josué en la CHET, solo en soluciones, su madre tuvo que gastar 300 dólares. “Se necesitaban 60 dextrosas al 5 % que cuesta cada una seis dólares y que en el hospital no nos dieron… Cada vez que las enfermeras reciben guardia ellas hacen el pedido a farmacia para que envíen lo que se necesita, pero la mayoría de las veces no llega nada”.

En el primer periodo que estuvo ahí, a principios de septiembre, les dieron dos de los antibióticos que requería el niño. Pero cuando regresó para otro ciclo de quimioterapias ya no había y tuvo que comprarlos en precios que varían entre 10 a 20 dólares, y en ocasiones le administraban dos dosis al día.

“Es que no hay nada. Obturadores ni maripositas, y para los estudios de laboratorios que les hacen interdiario también nos piden los tubos. Es muy crítico todo en la CHET. Un paciente que no tenga los insumos ni posibilidad de comprarlos se queda sin tratamiento. Hay quienes pedimos ayuda a conocidos, familiares, amigos, y si hay conocidos en instituciones se apela a ayuda social”.

También se apoyan en diferentes fundaciones como Fundanica, que la mamá de Josué califica como una bendición porque los auxilian con medicamentos e insumos y hasta comida.

Tratamientos vencidos

Lo más costoso de los tratamientos son las medicinas de las quimioterapias. Josué las recibe por tres vías: oral, intramuscular y endovenosa. Cada ciclo puede superar los dos mil dólares que su familia no tiene.

Afortunadamente, Josué ha recibido los fármacos en el Instituto Venezolano de los Seguros Sociales (IVSS) de manera gratuita. “En la ficha dice que son medicamentos de alto costo”, relató su madre.

Pero ella está preocupada porque esos medicamentos para las quimioterapias que les han dado están vencidos desde 2019.

“Le pregunté a una doctora qué riesgo corremos al usarlas y me dijo que si no se le coloca nada al paciente empeora y muere y que es mejor ponerle algo vencido, esperar en Dios que funcione y que el medicamento haga su efecto”.

Ella no deja de rezar. Su angustia aumentó al leer una información de un niño con cáncer que recibía quimioterapias vencidas y murió en Caracas. “Estamos en manos de Dios porque no sabemos si esto le hará el efecto que necesita, no sabemos si el medicamento ya perdió su acción o le genera algo negativo al estar vencido”.

Aprender de enfermería en la CHET

La mamá de Josué, y todas las que pasan largas estancias en la CHET, han tenido que aprender hasta de enfermería para evitar que sus hijos mueran.

No tienen otra opción ante el déficit de personal que existe en la institución como consecuencia de la precariedad salarial. Por lo general, de 7:00 a.m. a 1:00 p.m. cuentan con enfermeros en esa área de pediatría, y aprovechan para tener todos los tratamientos garantizados por el resto del día.

“Yo les pido el favor que me dejen todo preparado, porque hay algunas medicinas que se deben administrar cada cuatro horas, y si no hay enfermeras se queda sin eso y no avanza o empeora… Entonces yo tengo todo listo y se lo pongo… Las mamás aprendimos a poner y quitar soluciones, a limpiar vías con inyectadora y solución, nos arriesgamos a hacer eso… Les llevamos café y comida al personal para ganárnoslos y así tengan misericordia, que nos ayuden”.

El problema es claro. El salario del personal es insuficiente para ir a cumplir con sus labores en la CHET. En una oportunidad, una doctora le dijo a la mamá de Josué que cobraba siete dólares quincenales que se le iban en tres artículos de la cesta básica.

“Hay quienes no tienen para pasaje, otros ni para comer en su casa… Quienes vienen lo hacen por vocación y porque saben que hay pacientes aquí que se debaten entre la vida y la muerte”.

Con pintura, pero sin servicios

Los baños en el área de pediatría de la CHET son definidos por la mamá de Josué como “horrorosos”. De cuatro pocetas solo hay una operativa porque las otras tienen las tuberías colapsadas. Hay días en los que no hay agua y los familiares de los pacientes deben hacer de todo para mantener todo limpio y evitar que los niños empeoren por sus condiciones de inmunosupresión.

Aunque se va constantemente la electricidad en la CHET, en pediatría hay planta que se enciende de forma inmediata, “eso nos da tranquilidad”. También hay aire acondicionado, pero las camas en el sitio son insuficientes.

“Hay niños grandes que están en cunas y no pueden descansar bien porque no pueden ni estirar sus piernas”. Y las madres, con suerte tienen una silla para dormir, otras lo hacen en el piso al lado de las camillas de sus hijos.

Si tiene que extraer algo positivo de su experiencia en la CHET, esta madre solo resalta la labor y profesionalismo del personal del hospital que entrega todo de sí para salvar a sus pacientes. Pero es un trabajo cuesta arriba cuando no cuentan con los insumos más básicos.

La mayoría de estos niños padecen de leucemia y requiere trasplante de médula, un programa que el gobernador Rafael Lacava, durante su acto de proclamación el miércoles 24 de noviembre, prometió que para el primer trimestre de 2022 se reactivaría, pero que según los datos de Fundanica es un servicio que se fue a menos en la CHET porque se requiere alrededor de 20 mil dólares para que un paciente lo reciba, y las familias no cuentan con esos recursos.




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