¿Dónde están? Un nuevo coeficiente a la ecuación del dolor social.

El 28 de julio marcó la inflexión hacia la una ferocidad sin paliativos, en la cual ni los niños están a salvo,

“Fue uno de los elementos más sádicos del grupo de delincuentes nazis, Si en el mundo se oyó un grito fue el de los inocentes torturados que murieron en sus manos”
Fiscal del Juicio contra Ilse Koch en 1951.

La persistente crisis nacional, nos ha enseñado desde la adversidad un conjunto de lecciones, que van en un tránsito desde la sobrevivencia elemental hasta la autocensura, en este intervalo de dolor encontramos, como la involución se ha metido en todos los intersticios de la vida nacional desde la más cotidiana rutina del hombre común, llegando a colonizar cual metástasis social hasta los rincones más selectos de la vida académica de este país. No hay espacio libre de alguna pulsión por autocensurar, callar o mutilar cualquier vestigio de crítica.

En la tiranizada Venezuela de la gansterilidad, no hay posibilidad para cuestionar, es más se impide tácitamente hacerlo, pues te expones al fenómeno de la autocensura, el ostracismo y la violencia pasivo agresiva, de una sociedad enferma que internalizó las formas del mal.

“ La máxima según la cual verdad siempre prevalece sobre la persecución es una de esas falsedades agradables que los hombres repiten sin cesar hasta que se convierten en lugares comunes, pero que la experiencia rebate, En la historia abundan ejemplos de verdad y bondad aplastados por la persecución” .

La cita anterior parece, pesimista, pero decanta los vicios de desviación moral, ética y estética de una sociedad sometida al maltrato durante un cuarto se siglo, estamos hablando de toda una generación y de los años productivos de otra buena parte, esa que forma la dolorosa diáspora venezolana, esa que cada vez más parece una reedición de la ópera de Verdi Nabucco, somos los esclavos que añoramos ver las erguidas torres del Templo, volver a la tierra de sus padres, en nuestro caso esperamos ver los Tepuyes, las sabanas, nuestras tierras y reencontrarnos con los huesos de nuestros antepasados.

El 28 de julio marcó la inflexión hacia la una ferocidad sin paliativos, en la cual ni los niños están a salvo. Los rigores de la persecución incluyen niños, mujeres, personas enfermas en un frenesí de detenciones. Por primera vez vimos la extensión horrida de la operación “tun-tun”, onomatopeya incluida, a un lenguaje rigidizado y pobre, que describe los derroteros del extravío de las formas del “habla hacia sus infortunios” .

A este drama se suma ahora el de no saber el destino de los presos políticos, secuestrados por el aparato represor de un Estado mutado en tiranía. La incertidumbre diaria a la cual somos sometidos en este ex país devenido, campo de concentración, es agravada por la desesperación que exhiben los familiares solos, de aquellos secuestrados, la pregunta diaria es ¿Dónde están? Muchos en ergástulas, otros muertos, otros enfermos, algunos liberados en esa puerta giratoria que resume la insaciable sed de odio que caracteriza a esta tiranía, malos en las formas, malos en el fondo y desalmados en su totalidad, se presentan sin ninguna angustia, atropellan bajo la égida de la impunidad absoluta y el raquitismo institucional.

Ya la gansterilidad reinante, tiene desaparecidos, al mejor estilo de las dictaduras del siglo XX, del Cono Sur, son una suerte de operación Cóndor tropical, parecen haber sido instruidos por el Duche, o por su complemento el Führer, el fascismo con el cual apuntaban a las voces disidentes, les terminó apuntando con los dedos medio, anular y meñique, perecen una copia del grabado de Goya, son una suerte de demonio que escribe, sin descanso “contra el bien general”, jamás la seria de grabados sobre los disparates de la guerra encontró mejor modelo para sus maldades, ese demonio enjuto, representado por Goya con las alas en los pabellones auriculares, escribe falacias, mentiras, calumnias en un extenso libro, contra el bien general, con su índice erecto recuerda y maquina como puede superarse en maldades y vicios, el mal es una función infinita, una pulsión visceral del hombre en sus extravíos del alma.
Ver a un niño, quien pide el cadáver de su padre, luego de haber fallecido en Tocuyito, uno de los improvisados campos de concentración de la dictadura de Maduro, es la representación más palmaria de la crueldad y la deformación de un régimen y de los sujetos que lo conducen, ese niño tuvo que enfrentarse sólo al aparato burocrático de un Estado impune, total, inmisericorde y como él miles, los llantos de las madres se confunden con este vaho a navidades huecas, a vacua alegría, pensar que el adviento les domará el alma, es un acto de absoluta candidez, una suerte de anestesia del alma.

¿Dónde están? Esa pregunta, nos compele a la acción, nos compromete con el hecho de honrar la vida, la angustia se convertirá en justicia, deberán decir cual fue el destino de los secuestrados, ese delito no prescribe, entre tanto la estructura del horror se devora a sí misma, la revolución se come a sus hijos y los adláteres, los adulares de sombras, cual estúpidos siguen reptando a los pies de la tiranía, los felpudos se botan, los escabeles se lanzan a las hogueras, ese es el destino de quien bien le sirve al mal, reitero en todos los ámbitos de este país se emula al horror, la peste involutiva ha contaminado hasta el último de los intersticios de este país, cada vez somos menos quienes denunciamos, empero se siguen viendo las metamorfosis, los contornos kafkianos y el horror de la cohabitación.

Finalmente, las suertes están echadas no tenemos nada que perder y todo por ganar, los sin nada somos muy incomodos a los poderosos e impunes. Nos han expoliado de todo, nos han destrozado tanto, que entre nuestros pedazos hemos encontrado el valor para gritar por el derecho a existir, estamos rotos, pero aún enteros y las traiciones de quienes se hacían pasar por nuestros aliados nos han endurecido el alma, claro a través de un doloroso tránsito de dolor y decepción, que no es otra cosa que la bancarrota del alma.

Por ahora, encomiendo a Dios y al verbo que se hará carne, pronto para que sirva de consuelo a la desesperación de no saber, los desaparecidos van con el viento, se vuelven multitud, hálito de justicia divina, de tiempos de respuesta, de la hora de los crueles, el destino de los crueles tiene nombre e igual tiene nombre su destino, ese nombre es el oprobio y la ignominia, por ahora sólo templanza y fe, combinación perfecta de virtud cardinal y teologal.
Referencias.

Austin, J. (1971). Como hacer cosas con palabras. Buenos Aires: Paidòs.
Mill, John; citado por Twiss, Miranda. (2003). Los más malos de la historia del siglo I hasta nuestros dìas. Bogotá: Planeta.
X @carlosnanezr
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Las opiniones expresadas en este artículo son exclusivas del autor y no reflejan necesariamente la posición de El Carabobeño sobre el tema en cuestión.

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¿Dónde están? Un nuevo coeficiente a la ecuación del dolor social.

Carlos Ñañez
Carlos Ñañez

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