Hospital General del Sur de Maracaibo/ Foto Panorama

Durante los cortes eléctricos, la oscuridad que “arropa”  al Hospital General del Sur  es mitigada con las linternas de los celulares del personal de salud que urge por preservar la vida de los pacientes. Servicios electivos, como las consultas, quedan paralizados, pero en áreas como urgencias, UCI y pabellones entran en una carrera contrarreloj.

“Los apagones y los bajones son constantes (…) Corremos por cada área (en búsqueda de personal), damos respiración manual a los pacientes que están críticos, corremos de aquí a la UCI. Es un verdadero caos. Ha habido apagones de medio día, 12 horas sin luz. Recientemente, se dañó un cable y no pudimos atender a nadie, ninguna emergencia que llegara. Es una situación horrible y deprimente”, de esta manera describió una enfermera de Trauma Shock lo que viven cuando ocurren las interrupciones energéticas.

En este centro de salud, considerado uno de los más importantes de la región zuliana, cuentan con una planta eléctrica que, según el equipo médico, no funciona de forma óptima porque “a veces, no tienen gasoil o no está el técnico que sabe cómo activarla”.

Intensivistas de la UCI lamentaron que, pese a que los respiradores artificiales tienen una batería interna que debe garantizar su funcionamiento, sin energía, hasta por dos horas, en muchas oportunidades no arrancan. “También dejamos de monitorear a los enfermos porque los equipos se apagan. Quedamos a ciegas. Muchos se han complicado. Como consecuencia, en junio, una paciente falleció”, denunció una enfermera que prefirió mantenerse en el anonimato.

Cuando no hay electricidad, las intervenciones menores y electivas quedan pospuestas, pero las personas en condición grave o que ya están en pabellón son el blanco del peligro. Sobre esto habló el presidente de la Sociedad Venezolana con Cirugía, Alfonso Socorro, con PANORAMA:

“Si el hospital no tiene planta, simplemente los residentes agarran todos sus celulares y comienzan a alumbrar hasta terminar la cirugía. Cuando llega un paciente a emergencias, el cirujano tiene que atenderlo porque es una urgencia. Sin luz, sin agua, sin equipos, sin sutura o con ellos. Si fallece, es una muerte inminente y, si buscamos las fallas, son del Estado”.

Socorro, quien también se desempeña como jefe del servicio de Cirugía del ‘Noriega Trigo’, apuntó que en esa institución, el generador se encuentra activo, luego de “ocho meses sin tenerlo”. Mientras que el ‘Central’, el ‘Chiquinquirá’ y el Hospital de Cabimas no corren con la misma suerte; entonces, se ven obligados a referir los casos. “El Sahum de vez en cuando tiene, no es constante”, aseguró el médico.

No solo la vida de los enfermos se vulnera. El personal del HGS reclamó: “Sin luz nos podemos pinchar y hasta manipulamos la sangre sin guantes, cuando no hay. Hay más riesgos de lo usual”.

La delincuencia también hace estragos en medio de las penumbras. Una enfermera del ‘Pedro Iturbe’ relató el horror que vivieron hace un mes: “Hubo un apagón y llegaron unos hombres con un tiroteado, hasta metieron las motos. Sacaron unas pistolas y nos amenazaron: “Si se muere el paciente, se mueren ustedes”, nos dijeron. Alumbramos, nos tiramos al piso. ¿Qué íbamos a hacer?. Le brindamos los primeros auxilios sin luz y lo remitimos al Noriega. Pero pasamos el susto”.

Las fluctuaciones de voltaje son “innumerables” en el HGS. “Hasta 20 en un solo día” reportan los médicos. Como resultado, los monitores de Emergencias y UCI se descontrolan. Encima, en el laboratorio de Emergencia “el equipo de química se dañó con los bajones del domingo”, por esto, ayer solo practicaban pruebas de hematología.

“Perdemos reactivos porque debemos repetir las pruebas cuando se presenta un corte. Los reguladores de voltaje se averiaron, las máquinas sufren y los técnicos nos recomendaron conectarlas directamente, se pueden dañar también”, lamentó un bioanalista del laboratorio de primer piso.

La precisión de los resultados queda “en tela de juicio”, pues “hay fluctuaciones imperceptibles que pueden alterar los valores y eso es gravísimo porque estamos tratando con seres humanos que pueden recibir un diagnóstico equivocado”, destaca entre las preocupaciones.

En otras instituciones de salud atraviesan la misma situación. El Hospital Central cierra las puertas de Emergencia cuando no hay electricidad. Los zulianos que necesitan atención aguardan durante horas por el restablecimiento del servicio.

En medio de una profunda desesperación, los familiares de los pacientes conectados a los respiradores, incluso, han llevado pequeñas plantas eléctricas, producto de horas de búsqueda. Pero la dificultad por conseguir el combustible necesario es una odisea.

“A los enfermos los sacan a los pasillos porque en las habitaciones no aguantan el calor. Muchas veces, desalojan el área”, sostuvo una residente.

Este rotativo intentó contactar a la secretaria de Salud del Zulia, Omaira Prieto, pero no fue posible.

PANORAMA




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