Entre la desesperación y los gritos, unas 400 personas que desde las 8:00 a.m. esperaban para vacunarse contra la difteria en el Ambulatorio Dr. Miguel Franco protestaron con el cierre de la avenida Universidad.
La violencia y el temor quedaron al descubierto. "¡Queremos vacunas, queremos vacunas" decían a coro los ciudadanos. Las casi 10 horas de espera causaron una reacción volátil en la población.
Uno de los mayores reclamos fue que no se les habló claro. La mayoría afirmó que si se les hubiese dicho que la cantidad de vacunas era de un número determinado, muchos no estarían ahí parados, pero nadie había dado la cara, dijo Michelle Ayala Solano, quien se sintió burlada.
Ayala sostiene en su mano una lista con nombres y números que ya van por los mil 584, pero en su antebrazo está escrito con tinta de bolígrafo el mil 557. Son las 4:00 p.m. y sigue en cola muy molesta, mientras en la puerta del centro ambulatorio un grupo de mujeres golpea la entrada para intentar abrirla a la fuerza.
Muchos de los presentes en la larga fila no tienen conocimiento claro sobre lo que es la difteria. Sólo saben que se trata de una enfermedad peligrosa que causa la muerte, pero los detalles sobre los síntomas quedan en duda.
A las 2:00 p.m. fue la última vez que colocaron una vacuna, pero Ayala afirmó que el amiguismo funciona dentro de las instalaciones, porque algunos pasaron a vacunarse sin hacer cola "Esos son los amigos de los doctores y de la directora que no sale a darnos respuestas".
Coromoto Rosales, en medio del enojo, agredió verbalmente al personal de Insalud. Afirmó ser chavista y que fue la institución la que le informó, a través de su celular, que habían vacunas en varios lugares del estado, específicamente en los municipios Naguanagua, San Diego y Valencia.
Ella cargaba a su bebé de tres años en brazos y lo mostraba al personal del ambulatorio que estaba del otro lado, divididos por una reja amarrada a una pared con un mecate para evitar el ingreso forzoso. Los improperios continuaban, Rosales y Ayala exigían respeto a su derecho a la salud.
Ella no había comido, ni tomado un descanso porque no quiere morir por difteria. Los rumores de varios muertos en la Ciudad Hospitalaria Dr. Enrique Tejera se han difundido y activaron el nerviosismo.
Aunque el personal de Insalud insistía en que no había mas dosis, ella era enfática: "Si hay vacunas porque yo vi cómo metían las cajas. Eso fue al mediodía".
La inconformidad y la desazón se volvieron incontrolables y un grupo, mayoritariamente de mujeres, se cruzó en la avenida Universidad para impedir el tránsito de vehículos y dejar clara su exigencia. Esto motivó la llegada de funcionarios de la Policía de Carabobo y de la Policía Nacional Bolivariana.
Las dos mujeres consideraron que la información no es suficiente. Rosales suplicó que se informe a las comunidades más necesitadas porque ahí el desconocimiento es real y eso sólo causa caos, algo que ella teme.
Más de 400 personas continuaban a la espera, a pesar de que la noche se acercaba. Hablaban de 700 vacunados y del doble de ciudadanos que aún no obtenían la toxoide antidiftérica. La exigencia, a las puertas del Ambulatorio Dr. Miguel Franco, se incrementó: "¡Nos queremos vacunar!".