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Juan Guaidó es el presidente legítimo de Venezuela. Es un deber moral respaldarlo y reconocerlo así, no porque se haya autoproclamado  ni porque haya habido un golpe de Estado. Guaidó es presidente de Venezuela porque, según la Constitución, le correspondía. Era su deber, ineludible, cierto, y lo asumió.

En una carta de agradecimiento de representantes de la sociedad civil enviada públicamente a quienes han apoyado a Guaido y al país, destacan que según el artículo 233 de la Constitución de Venezuela, cuando hay falta absoluta del presidente —decretada, en 2017, por la legítima Asamblea Nacional y ratificada en mayo de 2018 en unas elecciones fraudulentas, desconocidas por más de sesenta países, le
corresponde al presidente del Parlamento asumir las funciones del Ejecutivo.

Según los firmantes, no se trata de un proceso manipulado a favor de ciertos intereses. Maduro no ganó ningunas elecciones porque no existieron. En cambio, hubo una parodia electoral. Y como
el usurpador Nicolás Maduro no ganó en ningunos comicios, a partir del 10 de enero las competencias de la presidencia se transfirieron automáticamente a la cabeza del Parlamento.

Y Juan Guaidó asumió su responsabilidad. Lo hizo en un país acostumbrado a las faltas, a la irresponsabilidad y a la incompetencia. El 23 de enero, finalmente, se juramentó como presidente interino.

Lea el texto completo de la misiva: Carta de reconocimiento a los países que respaldan el rescate de nuestra libertad (con firmas 1)




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