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Mujer observa vivienda luego de que el fuego la consumiera. Foto: Ángel Chacón.

No había luz en el sector La Islita de Central Tacarigua desde las 10:00 a.m. El sol se había ocultado, eran casi las 7:00 p.m y en una casa, casi al final de una angosta calle de tierra; rodeada por árboles plataneros salía una mujer a ver qué era lo que pasaba con el corte de energía. Los vecinos hablaban de unos cables dañados por un corto circuito.

La mujer, madre de dos niños dejó a su marido al cuidado de los infantes, pero antes encendió una vela para que la pequeña casa estuviera iluminada. No tardaría mucho en volver, quizás unos 20 o 30 minutos. Una vecina se le acercó preocupada para preguntarle «¿Te llevaste a tus hijos? Ahí iniciaría el calvario de aquella señora.

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Corrió por las calles llenas de huecos y se encontró con las llamas devorando su pequeña propiedad. En tan sólo 15 minutos las ventanas se habían derretido y el olor a plástico quemado brotaba por todos los orificios, mientras las personas intentaban mitigar las llamas lanzándole agua.

En el sitio morían Ronald Ontiveros de 28 años y sus dos hijos Roiner Ontiveros de 7 años y Matías Ontiveros de 8 meses. Un amigo del padre de los menores relató que antes de que ocurriera el incendio estaban bebiendo aguardiente. Afirma que el padre de los menores se encontraba ebrio, por lo que decidió entrar a su casa a acostarse a dormir con sus hijos, para cuidarlos mientras su esposa estaba en la calle.

El relato de los vecinos confirma que en el lugar la mujer había dejado una vela encendida, pero en el mismo cuarto había una bombona de gas con una supuesta fuga. El contacto de la llama con el material químico ocasionó una combustión letal que generó el incendio.

«Eran unas llamaradas azules que salían por todos lados, las bombonas no llegaron a explotar», decía un señor mayor que también vio lo ocurrido. Asegura que escuchó los gritos del hijo mayor de Ontiveros. El episodio tardó unos 15 minutos en consumir la vida de los tres.

Dentro de la morada encontraron los cuerpos del padre y el bebé juntos en la cama, el ochomesino estaba pegado al costado del hombre mientras Roiner murió escondido bajo la cama en la que minutos antes dormía plácidamente.

Al día siguiente (4 de junio) un camión de la limpieza retiraba los escombros ante la mirada atenta de las personas que relataban una y otra vez lo ocurrido mientras los familiares y allegados lloraban la pérdida. Eran las 11:00 a.m y todos en el sector denunciaban que seguían sin luz.




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