Alfredo Fermín al recibir el título de Doctor Honoris Causa conferido por la Universidad de Carabobo. (Foto Archivo)

Duelen las voces que se apagan, y el dolor crece cuando el timbre corresponde a una voz querida y conocida a fuerza de talento, formación, constancia y personalidad.

Cuántas veces oímos el mismo tono de esa voz, y lo encontrábamos semejante en la diaria escritura en las diversas publicaciones donde palpitaron sus opiniones, sus visiones, sus compromisos ciudadanos.

Coherente siempre, Alfredo Fermín nunca salió del camino que escogió como comunicador social. Fue un profesional cuya trayectoria de cinco décadas reflejó en gran medida la historia del periodismo en Venezuela y particularmente del periodismo valenciano. A través de sus innumerables escritos, entrevistas, reportajes, columnas, su enfoque marcó pauta en la opinión pública.

Gracias a su versatilidad informativa, su singular olfato noticioso y su gran capacidad para generar confianza en sus entrevistados, destacó en todas las variadas áreas en las que incursionó, pero particularmente en dos fuentes aparentemente disímiles: cultura y política. En ambas ganó un prestigio indiscutible. Es considerado una referencia para sus colegas, principalmente para los jóvenes, a quienes nunca negó la sabia orientación y el consejo oportuno. Y sigue siéndolo desde el recuerdo y el corazón de quienes lo conocimos en persona y admiramos en su casa de siempre, El Carabobeño.

La máquina de escribir desde la que daba forma a su imprescindible Hoy y después en Valencia era un valioso instrumento con el que daba cuenta del desarrollo de la ciudad y nos ayudaba a vislumbrar el acontecer del país y la región.

Esa columna, donde seguíamos no solo sus opiniones, sino sus aportes, sentires y preocupaciones ciudadanas, fue durante mucho tiempo, para usar una imagen gráficamente universal, un faro de luz rigurosamente cierto en su caso, pues cada domingo acudíamos a ella para informarnos, ciertamente, pero también literalmente para recibir luces que nos mostraban las tendencias culturales, el teatro, la música, la pintura, la literatura.

Ese espacio fue no solo un espejo de cultura, sino también una bitácora y una brújula. Salir un domingo de nuestras casas sin leer Hoy y después en Valencia, era en materia informativa lo más parecido a caminar en la oscuridad. “¿Leíste a Alfredo esta mañana?” era una pregunta recurrente que había que apresurarse a responder afirmativamente para que la conversación se tornara más animada y muchas veces interminable.

Nos enorgullecimos entonces, y el sentimiento continúa, cuando en la Universidad de Carabobo le conferimos el Doctorado Honoris Causa, pues él fue siempre un gran defensor de la autonomía universitaria, de la institucionalidad y de las libertades democráticas.

La intachable labor profesional, su singular talante y su característica bonhomía, que Alfredo Fermín supo llevar con honra y donaire, me acompañarán siempre como claves memorables de su inolvidable figura. Gracias Alfredo, por haber adoptado a Valencia como tu querida patria de ciudadanía.

Jessy Divo de Romero Rectora de la Universidad de Carabobo.




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