José Luis Amaral es un joven de 27 años. Antes de su arbitraria detención, llevaba una vida normal como cualquier otra persona, al lado de su pareja y su pequeña hija de cuatro años.
El pasado lunes salió de su casa, en la urbanización La Esmeralda, hacia El Remanso para asistir a su práctica de fútbol, deporte que practica desde muy temprana edad. No anticipó el calvario que le esperaba.
Durante el «Plantón Nacional» convocado por la Mesa de la Unidad Democrática, funcionarios de la Guardia Nacional Bolivariana lo interceptaron sin mediar palabra. El mecánico industrial estuvo incomunicado por más de 24 horas. Nadie sabía de su paradero, ni siquiera que se encontraba detenido.
Un mensaje dirigido a su madre disipó todas las dudas: José Luis Amaral estaba detenido en Ciudad Chávez.
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Su mamá no vio el texto hasta la mañana siguiente. Al leerlo, se trasladó hasta el comando de la Guardia Nacional Bolivariana, donde los efectivos castrenses le indicaron que su hijo no estaba ahí. La odisea comenzó. Madre y hermana recorrieron diversos organismos en busca de Amaral. Luego de extensas horas de angustia y temor dieron con su paradero: La sub delegación del Cuerpo de Investigaciones Científicas, Penales y Criminalísticas en Las Acacias.
Pudieron visualizarlo desde lejos. Aún así apreciaron moretones en su cara, brazos y piernas, contó María José Amaral, su hermana.
Esa fue la única vez que pudieron verlo antes de su audiencia de presentación. Ni ellos ni sus abogados tuvieron acceso al destacamento para constatar el estado físico y mental del joven.
AUDIENCIA DE PRESENTACIÓN
Eran las 10:00 am de un día lleno de nervios y la ansiedad. La audiencia de presentación estaba a punto de realizarse. Pese al temor, la esperaza predominaba, sus allegados confiaban en su pronta libertad.
Dos largas horas transcurrieron. Los abogados del Foro Penal salieron con una noticia que cambiaría por completo el rumbo de él y sus seres queridos: Le dieron privativa de libertad por el delito de instigación a la rebelión, por lo que fue trasladado a la cárcel militar de Ramo Verde, siendo civil.
La vida de Amaral y su familia cambió. Ahora les toca luchar por que se haga justicia y lograr que vuelva junto a su hija, que pregunta todos los días por su papá.