Un budare. En eso pensó Carolina Escorihuela cuando organizaba en su mente lo que se llevaría en su maleta a Tokio a donde fue enviada dos años por la empresa de tecnología para la que trabaja en Caracas. Ella no se imaginaba salir de su casa cada mañana sin antes comerse una arepa. Pero tampoco creía posible que ese país asiático, a más de 14 mil kilómetros, había algún negocio de venta de arepas.
Ya instalada en su nueva vida, caminaba por una calle de la ciudad y un olor la hizo detener. “Olía a Venezuela, a mi casa, a la cocina de mi abuela”. Volteó y vio algo que ni en sus sueños existía: un food truck de arepas.
“Yo no tenía hambre, pero la venezolanidad me llevó a ir hacia ese negocio. Hablé español con el dueño, también caraqueño, me comí una reina pepiada y lloré de felicidad”.
Y es que se trata de mucho más que una comida. “La arepa se convirtió en nuestro símbolo, en nuestra carta de presentación. Tiene elementos emocionales simbólicos muy importantes como la pertenencia, la identidad, la tradición. Está en la memoria gustativa”, expresó el historiador de la alimentación e investigador gastronómico, Rafael Cartay.
Arepa para empezar de cero
Cuando Simón Figuera llegó a Suiza, hace casi 16 años, nunca se imaginó que empezar de cero para él tendría conexión directa con la arepa.
En ese país europeo no tuvo oportunidad de desempeñarse en comercio exterior y marketing, que fue para lo que se preparó en Venezuela. Así que empezó a trabajar en restaurantes pequeños, primero lavando platos, luego haciendo recetas sencillas. En su casa hacía arepas para amigos hasta que alguien le dio la idea de hacerlas para vender.
Ese no era su plan original, pero es el que le ha dado el sustento a él y su familia desde 2012 cuando empezaron con el negocio en un pequeño mercado en una calle de la ciudad de Lucerna, cada sábado.
“Era en una mesita, con los equipos más baratos y aprendiendo porque no tenía idea de lo que era hacer arepas para vender, los rellenos, la decoración, las salsas, aprender todo eso de cero y hoy lo seguimos contando”.
Es así como este 14 de septiembre, a más de ocho kilómetros de distancia de donde nació, celebra el Día Mundial de la Arepa. Este año el lema es “la arepa nos une”, como una forma de reconocer en lo que se ha convertido este plato tan importante en el menú de los venezolanos.
Adaptable a cada país
Desde el primer momento, la aceptación de las arepas en el negocio de Figuera fue muy buena, la gente fue muy receptiva.
“La arepa se ha convertido en un medio de emprendimiento para muchos venezolanos que han tenido que emigrar y empezar su vida desde cero. Sin buscarlo, se ha convertido en una embajadora de la marca país y ha empezado a posicionarse como una comida rápida que le gusta a mucha gente, siempre con la capacidad de adaptarse a los gustos de cada país”, confirmó la periodista gastronómica Ligia Velásquez.
Para ella, la arepa sabe a hogar. No en vano es normal conseguir en muchos países harina de maíz precocida para que se siga manteniendo la tradición en casa. “Y aun así, empezaron a surgir estos espacios, restaurantes o pequeñas areperas que, no solo reciben a venezolanos si no a los locales. En varios sitios incluso integran rellenos del país para que entiendan las posibilidades que tiene la arepa”.
Y eso es lo que ha ocurrido con el negocio de Figuera que se transformó en catering y delivery para eventos familiares y venta en espacios públicos como conciertos al aire libre. 90% de sus clientes son suizos, el restante corresponde a extranjeros latinoamericanos en ese país.
¿Qué es la arepa para un extranjero?
“La gente dice que la arepa es como una polenta, pero asada y crujiente”. Las adaptaciones de los rellenos fueron necesarias. Por ejemplo, en Suiza no se vende mucho la tradicional reina pepiada, cuya creación, recordó el especialista Cartay, fue para celebrar el gran primer gran triunfo de Venezuela en el Miss Mundo, por Susana Duijim, y fueron los hermanos Álvarez quienes la hicieron en su honor en Caracas, y se hicieron tan populares que tuvieron varios locales.
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Es por eso que Figuera tuvo que hacer una variación que llama “pollo loco”, que es un relleno con sabor cítrico gracias a la fusión de limón con hierbas como romero, y es la arepa más vendida en su negocio.
También tuvo que hacer una arepa vegana que es una variación de la de pabellón, pero sin carne. Se llama Canaima y tiene caraotas, tajadas y cebollitas encurtidas.
“Otra que gusta mucho aquí es la que llamamos china latina. La hacemos combinando ingredientes asiáticos como saque, mirin y soya con vegetales de temporadas locales”. Es así como tienen rellenos de calabaza con champiñones y repollo chino, y de pure tipo crema con remolacha y queso feta.
Como dato curioso, hay muchos suizos que prefieren comerse la arepa con tenedor y cuchillo y Figuera les dice que lo intenten como si fuera una hamburguesa. Algunos acceden, otros la disfrutan con cubiertos.
Una conexión cultural
Carolina no fue la única que se llevó su budare al irse de Venezuela. La chef y especialista en cocina de arraigo venezolano y platos de autor, Ema Guzmán, aseguró que al menos el 50% de quienes han migrado también lo hicieron.
Es parte de la añoranza del país que dejaron atrás, de su familia, de sus sabores. La arepa es ese primer día de escuela, es la comida de mamá, es una canción infantil, es tantas cosas para nosotros
Ema Guzmán, chef y especialista en cocina de arraigo venezolano y platos de autor
Para Guzmán, en poco tiempo la arepa se ha convertido en uno de los alimentos con más resonancia y remembranza por la curiosidad extranjera. Eso se evidencia desde una foto de Nicole Kidman en Australia comiéndose una, hasta las parejas y amigos de venezolanos en otros países que quieren visitar Venezuela para probar los sabores más autóctonos.
“Esta tradición culinaria se ha elevado, ha llegado al fine dining (experiencia gastronómica) de la alta cocina, ha llegado a Japón, así que cada día son más arepas las que están en el mundo” recalcó Guzmán.
El origen de la arepa
“Hablar de arepa significa hablar de la cultural del maíz”, reflexionó la especialista en cocina de arraigo venezolano, Guzmán. Se trata de una tradición instalada en toda latinoamericana con sus variaciones.
El historiador y escritor gastronómico, Rafael Cartay, coincide. Explicó que el maíz es una planta sagrada para las culturas meso y sudamericana del que se derivan muchos platos.
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“El maíz apareció hace ocho mil años antes de Cristo y comenzó, más o menos a los seis mil o cinco mil años su proceso de difusión. Uno fue hacia el norte en Estados Unidos y Canadá y el otro fue hacia el sur por todo América Central y pasó como la migración pero al revés, del Darién camino a Colombia y de ahí sigue camino al sur a la Cordillera de los Andes hasta llegar a Argentina y Chile y, por otra parte, llegó a Venezuela por serranía de la costa y llega al norte del país”.
Otra vía de entrada fue a través de la Península de Yucatán, el maíz llegó en barcos al caribe y de ahí las culturas arahuacas y los taínos que residían en las islas de las Antillas Mayores, quienes difundieron el maíz en toda la zona de América del Sur en la parte norte donde está hoy Venezuela.
Eso creó varios hechos derivados de los orígenes de cada etnia. “Los cumanagotos le decían erepa, de ahí viene la palabra arepa para algunos, y para otros no es arepa, sino budare o aripo, o sea, el sistema que se utilizaba para coser los alimentos en el Caribe”.
Una historia dividida en dos
Cartay dividió en dos la historia de la arepa en Venezuela. Antes de la década de los 50 que se hacían variaciones con maíz pelado, utilizando cal que es el sistema de la nixtamalización de los grupos indígenas mesoamericanos y mexicanos. También se hacía pilado para descascarar el maíz y que fue introducido por grupos afrovenezolanos.
Después se puso en práctica el sistema de deshidratación y precocido del maíz, por el profesor Luis Caballero Mejías. Tras su muerte, la patente fue vendida a la familia Mendoza, que globalizó la harina precocida a través de Alimentos Polar.
Fue también a partir de la década de los 50 que se comenzó a rellenar la arepa, lo que la convirtió en el desayuno y la cena de referencia de Venezuela.
¿Venezolana o colombiana?
Una controversia común es protagonizada por la arepa y su nacionalidad. La chef Ema Guzmán resolvió este dilema explicando que durante el segundo viaje de Cristóbal Colón, el navegane ingresó a Venezuela por la frontera zuliana con Colombia, por donde estaba el pueblo aborigen y conoció ese pan por interpretación española, como “erepa” y así fue evolucionando.
“Pero, tras la separación de la Gran Colombia, cada quien se repartió su arepa, pero con certeza y con orígenes, la arepa es completamente venezolana”.
Cartay señaló que hay preparaciones muy parecidas a la arepa, como discos redondos relativamente delgadas que se rellenan, como es el caso de la pupusa en El Salvador, mientras que en Colombia no tienen la costumbre rellenarla.
La arepa rellena es muy distinta la arepa colombiana, por eso es que siguieron dos rumbos distintos, dos historias paralelas, pero cada una tiene un sella simbólico para cada país
Rafael Cartay, historiador de la alimentación e investigador gastronómico
El futuro de la arepa
“La arepa es Venezuela en la mesa”, expresó Cartay al hablar de su futuro que, para la chef Guzmán no tiene límites.
La periodista especialista en el área, Ligia Velásquez, aseguró que, al ser un producto gluten free, tiene muchas posibilidades de llegar a muchas más personas que, además de querer comer rico, buscan cuidar su salud. Es un plato que, dentro de su sencillez, es súper democrático y permite rellenarse con infinidad de ingredientes.
Desde hace varios años, la arepa ha ingresado en el ranking de comida callejera mundial, pero la comunicadora considera que todavía le falta un largo camino por recorrer.
En los países donde ha habido más migración, ya se ha vuelto un plato conocido, pero todavía le falta más mercadeo y adaptación a cada país al que llegan. Es un trabajo de hormiguita
Ligia Velásquez, periodista gastronómica
Para Guzmán, lo que es ahorita una semillita, en unos años se va a convertir en un samán en las ciudades más cosmopolitas del mundo, “de eso estoy segurísima”.
Es así como Carolina Escorihuela encontró un pedacito de su hogar en un rincón de Tokio, Simón Figuera hizo de la arepa el pilar que le permitió empezar de cero en Suiza. Dos historias que, aunque distantes, demuestran el poder de este sencillo pero emblemático plato para conectar culturas, emociones y trayectorias de vida, siendo mucho más que un alimento: un símbolo que une a los venezolanos sin importar dónde estén.