Este fin de semana disfruté de un documental sobre Suecia, uno de los países más felices del mundo. El moderador consultaba a la gente la razón de su felicidad y la mayoría sostenía en que llevan una vida en equilibrio, aplican el lagom, “la medida justa” en todos los ámbitos de la cotidianidad, de modo que, los excesos no terminen deteriorando la salud, las relaciones con otras personas y empecemos a padecer síntomas de un verdadero desequilibrio, que muchas veces se traduce en ansiedad, estrés y depresión.

La filosofía lagom realmente me impresionó y creo tenemos mucho que aprender de los suecos, uno de los países del mundo en donde la cuarentena no fue obligatoria. Sus habitantes ya tienen internalizado un estilo de vida que los lleva a actuar con moderación frente a determinadas circunstancias. Los suecos están conscientes de que, si el trabajo se ve afectado por los compromisos personales o viceversa, deben adoptarse alternativas que eviten malestares a futuro y podamos llevar una vida en equilibrio. Así actuaron frente a la emergencia sanitaria, cada uno sabía lo que debía hacer para protegerse, sin la presión de las decisiones gubernamentales.

Realmente tenemos mucho que aprender de los suecos. A diferencia de lo que pensaba, los países escandinavos a pesar de las inclemencias del clima, desde hace tiempo sumaron a sus programas educativos contenidos que persiguen elevar la creatividad de los jóvenes, pero también, que apliquen un modelo a su proyecto personal, que los lleve a generar cambios cuando crean que la rutina está deteriorando la salud. Esta responsabilidad individual nos hace responsables de lo que somos, pero colectivamente, pretende una sociedad ponderada, menos caótica y, sobre todo, una sociedad feliz, saludable, que sepa autorregularse cuando los excesos hagan de las suyas.

Sin ánimos de convertirme en gurú espiritual, creo que debemos comenzar a diagnosticar nuestra situación personal y adoptar patrones que permitan mejorar nuestras perspectivas de vida. Estamos en países algo desordenados, corruptos, con gobiernos que les vale un maní la situación de sus habitantes, pero alcanzar una vida bajo el lagom, esta en manos nuestras y no en la de los políticos. Conocerse a uno mismo, aplicar el valor de uso en lo material, comprar estrictamente lo necesario, salir a caminar, subir un cerro, aprender a comer, en pocas palabras, dedicarse tiempo en la medida justa, para que no afecte otras obligaciones como las responsabilidades laborales.

Este nivel de autoconocimiento nos permitirá alcanzar otro nivel reflexivo, incluso espiritual, en donde automáticamente desechemos lo que nos perjudica. Creo que, en lo personal, aplico principios del lagom desde hace tiempo, aunque desconocía su filosofía. Les invito a reflexionar sobre nuestras circunstancias personales, revisarnos, interpelarnos y comenzar a generar transformaciones individuales, que seguramente repercutirán en quienes tenemos cerca, sumando así, mayor felicidad.

 

 

 




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