Sudor, risas y esfuerzo son palabras que definen a los niños que practican béisbol en el estadio del sector El Trompillo, municipio Carlos Arvelo. Tras su sueño, llegar a las Grandes Ligas, sortean las dificultades de su familia y su comunidad. Ellos quieren llevar en alto el nombre de Venezuela con orgullo. Como todo pequeño, las iniciativas opacan las adversidades, pues su deseo es comerse el mundo, en una palabra: triunfar.

Nada es imposible. Día a día estos pequeños buscan oportunidades, aún a pesar de la falta de recursos, y así parecerse a sus más grandes ídolos: Miguel Cabrera, José Altuve o Bob Abreu.

‘‘Yo desayuno, voy a la escuela, a las 12:00 como y después voy la práctica. Me gusta todo de venir’’. Denyerber Ruíz, un pequeño cátcher de tan solo diez años que es amigo de todos en la escuela. El quiere prepararse en su posición y poder, más adelante, desarrollar un mejor juego de la mano de sus entrenadores, sin dejar de lado la velocidad y fuerza a la hora de batear que da mucho de qué hablar en su desempeño beisbolístico.

En El Trompillo es normal ver a más de un muchacho querer destacar deportivamente. En su mente la imagen de su paisano, el prominente inicialista de los Caribes de Anzoátegui y actual Jugador Más Valioso (JMV) de la Liga Venezolana de Béisbol Profesional (LVBP), Balbino Fuenmayor, siempre está presente. El entrenó, y evolucionó, en el mismo estadio en el que, hoy, Denyerber practica con considerables precariedades.

Ser pitcher es chulo

‘‘Quiero ser beisbolista. Me gusta ser pitcher porque es chulo. Mi pelotero favorito es ‘Astroboy’ (José Altuve) y mi equipo favorito son los Bravos de Atlanta’’. La mirada tímida de Christopher Villanueva, un pelotero de ocho años y uno de los tantos cursantes de la escuela de béisbol menor ‘Los Chamitos’ en Carlos Arvelo, se ilumina cuando piensa en sus meta: Ser tan bueno como el mejor pitcher de la Mayor League Baseball (MLB) y todo con un toque particular en su estilo de lanzamiento: su insistente derechazo.

Las sonrisas no faltan en el estadio de El Trompillo. Es palpable la nobleza de sus corazones, la bondad que, naturalmente, posee un niño a la hora de hablar lo que le gusta y la brillantez de sus ojos frente a un micrófono. Sus anhelos y proyectos, respaldados por sus padres, representantes y vecinos, están presentes. Se palpan en el desempeño de estos pequeños que buscan su desarrollo como personas independientes y como deportistas.

Los padres de un pelotero en proceso

Como padres, lo más importante es ver a un hijo crecer y alcanzar los sueños. El sacrificio y la paciencia son claves para lograr el desarrollo deportivo de los niños en esa búsqueda por un futuro mejor. Son fuente vital para los niños, para quienes sentirse seguros, en un ambiente sano y de constante aprendizaje, se vuelve indispensable.

En la escuela de béisbol menor ‘Los Chamitos’, en El Trompillo, no hay excepciones. Pese a las dificultades propias de vivir en la zona, los padres hacen hasta lo imposible por materializar las metas de sus pequeños con aportes de todo tipo, desde reparar el estadio, hasta comprar entre todos implementos para un entrenamiento efectivo, lo cual suele salir un poco costoso para el bolsillo de una sola persona.

José Ruíz, papá y entrenador en el semillero enumeró los gastos. ‘‘Se maneja el pago del técnico y el mantenimiento de cualquier cosa. De ahí se engloba todo: equipos e implementos que se compran de lo poquito que se pueda reunir porque legalmente no tenemos ayuda de nadie que nos done cosas. Todo ha salido de la misma escuela y de los representantes, toditos nos ayudamos’’.

Ruiz reconoce que muchas veces, ante la diversidad de problemas, muchos padres deciden retirar a sus hijos de las prácticas porque prefieren adquirir comida que ponerlos a jugar béisbol, un deporte difícil de costear por las proteínas que hay adquirir, los uniformes, pasajes, estudios….

Sin apoyo

‘‘Se me ha hecho duro con los muchachos, tengo uno pequeño que creo que lo voy a sacar porque son 30$ la inscripción y yo no tengo para pagar eso. No tenemos apoyo de nadie, entre nosotros mismos hacemos rifas para un bate o un guante, para cualquier cosa. Aquí no hay apoyo de nadie’’. El desaliento de Néstor Luis Vielma es evidente. Es el representante de uno de los niños que entrena momentáneamente con la escuelita de su localidad, pues carece de fondos para ingresar en otras academias de Güigüe que brindan mejores oportunidades de crecimiento profesional.

Vielma, en la búsqueda de recursos para pagar cuentas y llevar alimento a su hogar, trabaja en una pequeña parcela de su propiedad en la parte alta del cerro de El Trompillo . Con excepción de lo que obtiene de sus tierras, vive de  ‘‘matar tigritos’’.

El es uno de los muchos padres que enfrentan la crisis con la mirada puesta en el futuro. De aquí y de allá salen recursos para apoyar a sus hijos. Espera ver rendir sus frutos traducidos en una enorme sonrisa en el rostro de esos futuros peloteros.

La falta de recursos, un reto para los entrenadores

Aunque su figura se ve un poco más inmersa en los aspectos tácticos y técnicos de un equipo, el entrenador es tan importante como un padre o un representante en el desarrollo infantil. En muchos casos son ese brazo fuerte que tanto necesitan los muchachos a la hora de mostrar su mejor versión y salir al campo a dar el todo por el todo para llevar a casa, más que una victoria, una lección de vida que perdure a través del tiempo.

En la escuela de béisbol ‘Los Chamitos’ del sector El Trompillo, municipio Carlos Arvelo, en el eje oriental del estado Carabobo, los entrenadores entusiasman a los muchachos en cualquiera de las categorías.

‘‘Sin temor, la clave es ganar’’. Una frase que insufla ánimo en los pequeños y demuestra las ganas que le ponen estos especialistas al trabajo, pese a que, por fortuna para los chicos, ellos laboran ad honorem en un semillero con más de 20 años de trayectoria beisbolística.

Pero es difícil. Una escuela que no cuenta con implementos propios para un buen entrenamiento en las diversas posiciones de juego, sin alimentación adecuada para los pequeños prospectos, ni espacios en buen estado para las prácticas difícilmente puede lograr a cabalidad su cometido. Para enfrentar esta situación deben recurrir a otras opciones, como rifas o donaciones.

Marta Calderón, directiva de la escuela del sector, expresó que ‘hay niños que han llegado con algo en el estómago. «Han llegado muchachos que no comen bien en las casas porque no tienen, nosotros solventamos con lo que tengamos. Ahorita hemos trabajado con las uñas, de verdad que no hemos tenido nada de apoyo de ninguna institución, siempre son los representantes’’.

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Calderón resaltó que muchos atletas no tienen con qué pagar ciertas prácticas. La institución lo que hace es impartir de manera organizada las clases y entrenamientos para todos en el campo que, además de estar deteriorado en el engramado, la iluminación, las gradas y los dogaouts, funciona no solamente para este deporte, sino también para fútbol y kickingball.

Geovanny García es entrenador jefe en las categorías menores. El narró una realidad palpable. ‘‘Muchas veces los implementos los traen los mismos niños, porque en la escuela no tenemos ni financiamiento, ni dotación por parte del gobierno o por parte de alguna empresa.Con eso es que les podemos dar prácticas’’.

Algunas veces los vecinos y otras personas hacen donaciones para el mantenimiento del semillero, pero la escuela no ha recibido ningún tipo de financiamiento de alguna institución. «Ha sido poca la ayuda por parte de la Alcaldía del municipio Carlos Arvelo para el sostenimiento del estadio de El Trompillo y para la obtención de las herramientas para que los niños puedan tener un entrenamiento eficaz, sin necesidad de estar pagando grandes cantidades de dinero para adquirir unos cuantos bates y guantes propios de la escuela».

 




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