Recibir el diagnóstico es lo peor. Pero todo se pone aún más difícil con la realidad sanitaria que deben enfrentar. Así es el día a día de las madres de niños con cáncer, quienes no solo deben lidiar con la enfermedad, sino con la falta de medinas, insumos y hasta de agua en el Hospital Carabobo.
Son ellas las que deben organizarse para llevar desinfectante y cloro y mantener limpias las áreas de la Unidad Hemato Oncológica Dra. Teresa Venegas porque en el lugar no hay nada para hacerlo y sin higiene las condiciones de salud de los pacientes empeoran.
El servicio de agua es el más irregular. “Si llega hoy deben pasar 15 o 21 días para que la vuelvan a poner”, relató Jenny Polo, madre de Anthony Milán, un niño de cuatro años diagnosticado con leucemia.
Ahorrar el agua que recogen en tobos es lo mejor que pueden hacer. Así como alumbrarse entre ellos con las linternas de los celulares cuando en las noches falla el servicio eléctrico, porque en esa área de oncología pediátrica no hay planta.
Es así como las madres se han hecho expertas en llevar a sus hijos con cáncer al baño, empujando con una mano el paral donde está el tratamiento que reciben sus hijos, y en la otra alternan con el teléfono y una taza para echar agua y no dejar nada sucio en esa unidad en la que son más las camas vacías que las ocupadas porque por el precario sistema de salud ya pocos padres llevan a sus hijos.
El cáncer y el cambio de vida
Jenny prácticamente se mudó al Hospital Universitario dr. Ángel Larralde (HUAL) de Naguanagua, conocido como Hospital Carabobo. Ahí pasa hasta dos meses con Anthony cada vez que se descompensa, como consecuencia del cáncer que padece.
El niño fue diagnosticado en abril, luego de pasar más de 12 días con fiebre y no lograr recuperarse con ninguno de los tratamientos indicados. “Con el problema de la falta de atención médica y la falta de dinero para las consultas, solo me decían que estaba anémico y me lo llevaba a la casa”.
Cuando empeoró tomó la decisión de ir al HUAL y fue ahí donde le dijeron que tenía leucemia y empezó esta historia para ella y toda su familia. “Mi esposo tuvo que dejar de trabajar porque debe estar aquí también pendiente, y si él no produce dinero es mucho más difícil”.
Para comer en el hospital deben esperar que familiares y amigos les lleven algo. No tienen más alternativa y la mayoría de las medicinas e insumos se las donan en la Fundación de Ayuda a los Niños con Cáncer del Estado Carabobo (Fundanica) donde les dan hasta los centros de cama y las soluciones.
Jenny debe lidiar también con la culpa. Tiene a otro hijo de nueve años al que no atiende como quisiera. “Me lo cuida mi mamá, mi suegra, mi cuñado, quien pueda, porque yo debo estar aquí concentrada en Anthony”.