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Emily Lara tiene dos hijos y un tercero que lleva en su vientre. Hace seis días salieron desde San Antonio del Táchira. Un intento fallido de mejorar su calidad de vida en Colombia los devolvió a su Barquisimeto natal.

Caminar no es fácil, menos con niños tan pequeños y sin dinero. Pero en Venezuela no todo está perdido. La solidaridad aflora a cada instante, por eso ella y sus dos hijos pequeños pudieron comer unas arepitas calientes y unas naranjas dulce.

Emily y sus hijos de 4 y 2 años forman parte de las estadísticas. Según la Agencia de la Organización de Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur), 5,4 millones de venezolanos han salido de Venezuela huyendo de una crisis económica que tiene su origen en las malas políticas económicas aplicadas desde la llegada al poder de Nicolás Maduro en el año 2013.

Pero Emily retornó. Ya  no forma parte de los 2.5 millones de venezolanos que hoy viven en distintos países de América Latina. A ella no le fue bien. «Bueno mami en Colombia no hice nada, porque ahí no ayudan mucho a los venezolanos tampoco, no le dan nada a uno y todo se paga».

Su historia es similar a la de Wilmer Castillo, otro caminante de los muchos que deambulan en las carreteras del Táchira después de regresar al país por caminos de tierra.

El es un profesional que residía en el estado Aragua. En La Victoria quedaron sus dos hijos de un primer matrimonio, a quienes pretendía ayudar. El y su actual esposa se fueron hacia la frontera con Ecuador.

La pareja llegó hasta Ipiales, una ciudad del departamento de Nariño, al sur de Colombia. «Por la situación crítica que tenemos gracias a nuestro presidente Maduro, por no brindarnos una oportunidad, nos ha tocado salir dejando a nuestras familias solas, sin apoyo, para buscar bienestar en un país extranjero donde tampoco tenemos oportunidad de trabajo».

A Pérez su historia lo hizo reflexionar.  En las largas y tediosas horas de un caminar que se extiende ya por 42 días, concluyó que la solución a la crisis que lo obligó a salir del país es la unión de los venezolanos.»Quítense ese pañito de agua tibia que tienen en los ojos, despierten de una buena vez, unidos podemos vencer todo lo que nos está pasando. La mayoría optamos por salir corriendo de nuestro país buscando bienestar y regresamos con las tablas en la cabeza. Pero si nos unimos podemos vencer esta crisis».

En Ipiales no consiguió trabajo. El argumento era que no tenía la documentación al día. Durante tres meses laboró en una hacienda recogiendo papa y cebollín. El trabajo termino cuando recogieron toda la cosecha y debía esperar tres meses más a que volvieran a recolectar. Ese ingreso no le permitía alquilar, muchas noches durmió en la calle. Por eso decidió regresar al estado Aragua

Carmen Blanco ya acumula 18 días en un recorrido a pie que inició cuando decidió, junto a su cuñada y dos nietos, regresar de Cali, en Colombia. No es fácil, pocas personas ayudan. «Es fuerte para uno esto».

Solidaridad en la vía

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El camino desde San Antonio del Táchira hacia distintos estados del país está lleno de casos como estos. Mucha gente camina, lo hacen por días, buscando rendir las horas que los separan de la casa que dejaron tiempo atrás en busca de mejor calidad de vida.

Pero también hay quien ayuda. Es parte de nuestra idiosincrasia. El venezolano es colaborador, bromista, querendón, solidario. Aún a pesar de esta crisis que aqueja al país desde hace más de cinco años, aún persisten las demostraciones de solidaridad. No todos han perdido los valores, muchos entienden, abrazan y ayudan.

Así es posible ver también gente que desde sus vehículos entrega comida, agua o jugos a estos caminantes. Algunos reciben apoyo gubernamental si llevan niños o hay mujeres embarazadas. Al resto también los acompaña Dios y algunos buenos corazones que quieren ayudar a sobrellevar la tragedia.

Marisol Uribe, José Vinicio Fernández, Claudia Sumalave y Pedro Arcay, salieron desde Valencia hacia San Cristóbal antes de carnaval. Les sorprendió la cantidad de caminantes que encontraron a lo largo del trayecto que los llevó a atravesar cuatro estados más adelante.

De Carabobo pasaron a Cojedes y de allí a Portuguesa. En Barinas también observaron personas que caminaban a ambos lados de la vía, en cada vez más tramos. Pero en Táchira la presencia se masificó.

De retorno prepararon arepas y compraron naranjas para los caminantes. La experiencia es dolorosa, relataron este martes. Es mucha la gente que se ve, todos necesitados.

Desde San Cristóbal hasta El Piñal alcanzaron las arepas. Eran muchas, pero más eran los caminantes. Complementaron con naranjas y los mejores deseos para quienes emprenden esta dura aventura.

En el retorno a Valencia también observaron personas caminando en sentido contrario. Cuando los vieron, se preparaban para dormir, a la intemperie y sin protección. Son los que se van del país, con los sueños en un morral lleno, casi exclusivamente, de esperanzas.

 




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