En memoria de mi querida Marianne Beker

Acabo de terminar de ver la serie “Transatlantic” en Netflix, que narra -con ciertas libertades en el guion- la historia real de dos estadounidenses, Varian Fry y Mary Jayne Gold, dos personas que tuvieron un valiente desempeño durante la Segunda Guerra Mundial en Marsella, Francia, entre 1940 y 1941. Juntos desempeñaron un papel crucial al salvar la vida de cientos de artistas, escritores e intelectuales perseguidos por el régimen nazi en Europa. El mundo les debe haber rescatado para la Humanidad un acervo de cultura y ciencia inconmensurable.

Varian Fry fue un periodista y escritor estadounidense. En 1940, fundó la Emergency Rescue Committee (Comité de Rescate de Emergencia) en Marsella, Francia, con el objetivo de ayudar a aquellos que eran perseguidos por los nazis y que buscaban escapar de Europa. Trabajaba en una oficina pequeña, con pocos ayudantes y presupuesto limitado. Fry arriesgó su propia vida al proporcionar pasaportes falsos, dinero y visas de salida a muchos refugiados. En esa tarea contó con la ayuda de Hiram Bingham IV, vicecónsul de los Estados Unidos en Marsella, quien en total ayudó a salir tanto de Lituania como de Francia a unos 2500 judíos.

Mary Jayne Gold fue una de las colaboradoras más cercanas de Fry. Una joven perteneciente a la alta sociedad de Chicago, estudiaba arte en París cuando los nazis invadieron la ciudad. Se fue a Marsella, entonces controlada por el tristemente célebre gobierno de Vichy. Allá trabajó incansablemente junto a Fry en la organización y logística de las operaciones de rescate. Gold ayudó a identificar a los refugiados en peligro y a coordinar su escape, a menudo enfrentándose a la burocracia y a las autoridades hostiles y patrocinando con su propio peculio los gastos operativos.

Ambos fueron responsables de rescatar y facilitar la huida de personas notables como Marc Chagall, Max Ernst, Hannah Arendt, Marcel Duchamp, André Breton, Walter Mehring, Walter Benjamin, Otto Meyerhoff (Premio Nobel de Medicina), Jacques Lipchitz y muchos otros. Su quehacer valiente y arriesgado permitió que estos individuos encontraran refugio en Estados Unidos y otros países seguros. La labor de Varian Fry y Mary Jayne Gold fue poco reconocida en su momento, pero su impacto en la historia fue enorme. Su valentía y compromiso con la defensa de los derechos humanos son un recordatorio de la importancia de ayudar a aquellos que enfrentan persecución y opresión, y, sobre todo, el ejemplo de que todos podemos siempre hacer algo.

Y es que, en tiempos de adversidad y desafíos, surge una cualidad que destaca entre todas: la valentía moral. Es el acto de coraje que va más allá de los límites físicos y se adentra en el terreno de la integridad y la ética. La valentía moral se manifiesta cuando una persona se enfrenta a situaciones difíciles, riesgosas o injustas, y elige actuar en consonancia con sus principios y valores, incluso cuando eso conlleva enfrentar consecuencias adversas. La valentía moral no solo tiene un impacto en el individuo que la posee, sino que también puede inspirar a otros a actuar de manera similar. La valentía moral es contagiosa y puede generar un efecto dominó que inspire a más personas a actuar con integridad y coraje.

Cuando individuos valientes se unen y trabajan juntos, pueden generar cambios significativos en la sociedad. Desde líderes que luchan por los derechos humanos hasta personas comunes que defienden la igualdad y la justicia en su comunidad, la valentía moral es la chispa que enciende la llama de la transformación positiva. Optar por la valentía moral es el poderoso acto de enfrentar la injusticia, desafiar el conformismo y actuar en consonancia con los principios y valores fundamentales. Aquellos que la poseen son faros de luz en tiempos oscuros y su influencia puede marcar una diferencia significativa en nuestra sociedad.

@cjaimesb




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