¿Qué debemos hacer para mantener una buena visión? ¿Prevenir, mejor que curar?

-La mejor prevención es hacer las revisiones empezando a partir del tercer año de vida o, desde el nacimiento o el primer año si hay antecedentes familiares. Recomendamos la revisión anual hasta los nueve años. Y, luego, a lo largo de la vida con la periodicidad bianual.

Estas revisiones suelen ser suficiente para poner de manifiesto posibles alteraciones, para detectar los problemas más graves, en cuyo caso será necesario acudir al oftalmólogo.

Desde los 9 años hasta el período en que finaliza la adolescencia, – que suele ser a los 14 o 16 años, cuando el niño abandona el pediatra y pasa al médico de cabecera -, se han de mantener las revisiones anuales. Pero esta época es importante en el desarrollo del ojo y suele ser cuando aparecen algunas miopías o manifestarse otros problemas del aparato visual.

Es recomendable, entonces, que estas revisiones las realice un oftalmólogo. Finalizada la adolescencia, entre los 19-21 años, se ha desarrollado por completo el sistema visual y si éste no presenta ninguna anomalía, las revisiones pueden darse cada dos años.

Pero, a partir de los 40, hay que volver a la revisión anual; porque es la etapa en la que pueden iniciarse patologías oftalmológicas, como la hipertensión ocular o, algunas de ellas relacionadas con otros problemas del organismo, como trastornos vasculares, diabetes o la hipertensión sistémica. No olvidemos que, a partir de los 40 años, empiezan a manifestarse patologías hereditarias que habían permanecido subclínicas hasta entonces y, por ello, recomendamos que los controles sean más frecuentes.

Por otra parte, debemos añadir que guardar las distancias de fijación en la lectura y frente al televisor es una de las condiciones imprescindibles de una buena prevención. Estas distancias son de 25 cm para la lectura y de 2 metros, mínimo, para el televisor.

Y los estudios atestiguan que el acercarse demasiado el libro en la lectura, durante la infancia, puede inducir a miopía. Hay evidencias de que, aparte de la genética, los niños más estudiosos tienen más posibilidades de ser miopes, porque la acomodación (mecanismo de enfoque en visión cercana) condiciona la miopía.

¿Existe una patología propia de cada edad?

Sí. Si bien no es dogmático que una patología se produzca a una cierta edad y que pasada ésta, ya no pueda producirse. Aunque vemos que en todas las patologías, hay una incidencia más alta a una edad determinada. Por ejemplo, si empezamos por la edad infantil hasta los nueve años, tenemos, casi siempre, patologías de tipo hereditario. Problemas de tipo distrófico, como distrofias retinianas. La más conocida es la retinosis pigmentaria, que se manifiesta por fallos en la visión nocturna, que se altera por un deterioro del epitelio pigmentario de la retina. Y cuando un niño entra, por ejemplo, en el cine, tiene problemas de adaptación y no ve hasta al cabo de un rato.

Otra patología propia de esta edad son los cuadros alérgicos, relacionados con asma y problemas reactivos de la vista como escozor de los ojos, lagrimeo, etc. La más frecuente es la conjuntivitis anafiláctica o la estacional. Todos ellos son cuadros alérgicos que se manifiestan con conjuntivitis.

Otra patología de los tres a los nueve años la constituyen los traumatismos por accidente doméstico, golpes o salpicaduras de productos químicos tóxicos. A esta edad también aparecen las ambliopías, muchas tienen su origen en una lesión de tipo hereditario que provoca que un ojo no dé el grado de calidad visual que tiene el otro ojo, entonces, el cerebro potencia al ojo bueno en perjuicio del débil que se va anulando. Es evidente que será necesario vigilar esta situación; porque, luego, cuando el niño es ya adulto, una patología que originariamente no era tan grave, como consecuencia de un mal cuidado de la vista, ha degenerado y ha provocado que el ojo no se desarrollara bien y se ha producido un sensible deterioro que es muy difícil de recuperar. En cambio, si esto se detecta en la fase inicial, hay muchas posibilidades de recuperar el ojo débil o vago.

Después, de los 9 a los 14 años, la patología que con mayor frecuencia se manifiesta es la alergia y, en segundo lugar, aparecen los trastornos de refracción, miopías, astigmatismos e hipermetropías. Hay que resolverlos por medio de gafas o lentillas.

De los 14 a los 40 años, los problemas suelen ser de astenopia o cansancio ocular. No olvidemos que lo propio de esta edad es el estudio, la lectura, el ordenador, en el que la vista ha de permanecer fija, con el esfuerzo que supone adaptarse a distintos enfoques o cambios de iluminaciones. Se trata de situaciones que provocan un cansancio visual que se prolonga demasiado tiempo y, además, suelen estar acompañadas de problemas ambientales, como una silla poco cómoda, un ordenador mal colocado o que está situado en un ángulo visual incorrecto. Todo ello provoca fatiga ocular.

¿Podemos hablar de patologías oftalmológicas ligadas al cansancio ocular?

Más que patologías, se dan cuadros de cansancio ocular que son motivo de consulta oftalmológica. Son situaciones frecuentes en la consulta porque las personas notan que bajan su rendimiento, como consecuencia de esta fatiga ocular. Pero, no se acompañan de patologías graves.

¿Qué patologías son comunes después de los 40 años?

A esta edad, la situación es más crítica. Podemos diferenciar dos etapas: de los 40 a los 60 y de esta edad en adelante. A los 40, encontramos, patologías iniciales que empiezan a manifestarse a nivel clínico. Quizás la situación más característica es la presbicia o vista cansada que, si bien no podemos considerarla como una verdadera enfermedad, ya que es una consecuencia directa del envejecimiento del ojo, es uno de los procesos que más repercute en esta fase de la vida. Hasta hace poco no teníamos más opción que las gafas, pero han ido apareciendo otras alternativas, desde lentes de contacto multifocales, cirugía o, lo más actual, la estimulación neurosensorial.

Desde el punto de vista de la patología, el proceso paradigmático es el de la hipertensión ocular, que suele iniciarse a esta edad, pero que no da manifestaciones objetivas, perceptibles por el que la sufre, sino que estamos hablando de patologías silentes, subclínicas, de las que hay que iniciar una prevención. Porque, si esta situación no se descubre y no se trata de forma correcta puede acabar provocando un glaucoma y pérdida de visión, incluso la ceguera. En ocasiones el glaucoma es tan “traicionero” que ni siquiera se manifiesta con incrementos de la presión ocular, es lo que se conoce como glaucoma normotensional, más relacionado con problemas de hipotensión sistémica u otros trastornos vasculares. Por ello, en esta fase, las revisiones oculares son muy importantes.

En esta etapa, se inician la mayoría de distrofias corneales o patologías que producen una opacificación de la córnea. La córnea es como la ventana del ojo, que ha de ser transparente para que entre la luz y podamos ver. Algunas distrofias, en especial las hereditarias, no se manifiestan hasta después de los 40 años y afectan la córnea provocando la pérdida de su trasparencia u opacificación. En realidad, este tipo de patologías se inicia muy suave y la pérdida de visión es progresiva y se piensa más en otra causa, un cambio de graduación o con el cansancio ocular, más que en el verdadero origen del problema. Si no acudimos al oftalmólogo no se diagnostican en la fase que todavía se puede tratar el proceso, pudiendo ocasionar la perdida irreversible de la visión, como ocurre en múltiples casos.

¿Y a partir de los sesenta?

Es, a esta edad, cuando se inician la mayor parte de patologías oftalmológicas degenerativas relacionadas con el envejecimiento fisiológico de los tejidos. El ojo se ve afectado en múltiples ocasiones por problemas generales, que no tienen su origen en el aparato visual, sino que participan de un proceso a distancia. Patologías de carácter oftalmológico, pero que son consecuencia de anormalidades generales, ya sean vasculares o de otro tipo, como la diabetes, la hipertensión sanguínea o la artrosis.

Entre las patologías oculares de carácter degenerativo, estarían las cataratas y las lesiones maculares y, aunque no hay evidencias suficientes, se sabe que están relacionadas con cambios sistémicos así la evolución de las cataratas es mas rápida en los diabéticos o se ve influida por el grado de insolación que, de la misma forma que estimula el envejecimiento de la piel, también lo hace a nivel del ojo, opacificando el cristalino y deteriorando la macula.

Las maculopatías, también parece que se relacionan con ciertos estados carenciales de carácter nutritivo o con cambios en el aporte circulatorio (oxigenación, nutrición, etc).

En cuanto a las patologías oftalmológicas más relacionadas con problemas sistémicos, entrarían: la hipertensión sistémica (no ocular, sino general), la diabetes, en particular las insulinodependientes, la hipotensión arterial y todas las patologías que ocasionan un déficit circulatorio, cuando afectan a la cabeza. Todas estas patologías ocasionan un deterioro de la retina.

La forma de prevenir y tratar estos problemas, es a base de un diagnóstico precoz y el tratamiento de estas situaciones deficitarias. Es importante la necesidad de acudir al oftalmólogo de forma rutinaria, para intentar poner en evidencia posibles alteraciones, antes de que sea demasiado tarde.

¿Debemos proteger los ojos del sol? ¿Cómo? ¿Cuándo?

No sólo es imprescindible utilizar gafas de sol, sino que hay que ser selectivos con el tipo de filtro utilizado. La radiación ultravioleta del sol puede ser negativa no sólo para nuestros ojos, sino también para todos los tejidos de nuestro cuerpo. Esta radiación es nociva para la mayoría de tejidos del ojo, tanto para las estructuras trasparentes, como para la retina. Hasta tal punto, que la radiación ultravioleta del sol puede desencadenar procesos tumorales en la conjuntiva o acelerar la evolución de una catarata y es uno de los factores principales en la génesis de las maculopatías.

A corto plazo, las radiaciones ultravioleta de sol, si son muy altas, pueden producir un traumatismo físico a nivel del epitelio corneal, lo que conocemos como queratitis actínica. Incluso si la exposición al sol es muy alta y prolongada, como es el caso del alpinista, este efecto traumático del sol no sólo se localiza a nivel de la córnea sino que puede provocar edema de retina, lo cual es mucho más grave con consecuencias de pérdida de visión que puede llegar a ser irreversible. La conclusión es que es muy importante llevar una protección con filtro específico para estas radiaciones ultravioleta. Y esto no se reduce a llevar unas gafas más o menos oscuras.

Entonces, ¿qué tipo de gafas es necesario?

Todas aquellas que lleven un filtro para radiaciones ultravioleta. Este tipo de gafas va acompañado de un filtro oscuro porque mejora las condiciones de visión, eliminando la incomodidad del deslumbramiento que provoca la luz potente. Pero, no hay que confundirse y creer que toda gafa oscura es suficiente y que esto ya supone una barrera para el sol. Si la oscuridad no va acompañada del filtro correspondiente, no protege de una forma idónea. Podemos tener unas gafas con un filtro ultravioleta y ser éstas trasparentes.

Y, en función de la actividad que hagamos – lo que se traduce en grado y tiempo de exposición – deberemos contar con un grado específico de filtro.

¿Son necesarias las pantallas protectoras  para los ordenadores y para la televisión?

Hoy en día, la Comunidad Económica Europea ya obliga a que, tanto el ordenador como el televisor vengan de fábrica con estas pantallas que controlan la emisión de radiaciones.

¿Se pueden” forzar” los ojos?

Sí. Y la afirmación que suele hacer la gente de cierta edad de que, “el trabajo realizado a lo largo de mi vida me ha quemado la vista” es una verdad a medias. El cansancio de los ojos no está relacionado con el tiempo de utilización de los ojos, sino con las condiciones en las que hemos trabajado. A la postura y a las pantallas filtro ante los computadores, habría que añadir la importancia de una buena y correcta iluminación, de forma que la luz venga de atrás o de la izquierda, si somos diestros o viceversa en caso de zurdos. No existe una patología relacionada con una mayor utilización de la vista, siempre que se controlen las condiciones tanto de iluminación como de ergonomía.

Es aconsejable realizar unas pausas para relajar la musculatura cervical y ocular. No existe unas recomendaciones estándar para todas las situaciones, pero se puede utilizar el habito de interrumpir la actividad cada 20 o 30 minutos, con una duración de 5 minutos, en el que lo fundamental es cambiar la posición de la espalda y cabeza e intentar relajar la visión fijando la mirada en objetos lejanos. Por esta razón, nos sentimos a gusto en la playa con la vista en el infinito donde encontramos la línea del horizonte como referencia.

¿Cuándo y cómo debemos utilizar gafas de cerca?

No existe una edad común para todos, si bien suele manifestarse entre los 35-45 años, vemos que hay personas que pueden retrasar la necesidad de utilizar gafas para ver de cerca. Sucede que el mecanismo fisiológico del enfoque de cerca se va deteriorando con la edad, y para ver a una distancia entre 25 y 30 centímetros, la habitual para leer, necesitamos gafas que nos ayuden a enfocar de forma correcta.

En ocasiones encontramos variaciones que se relacionan con la presencia de otros trastornos de refracción, así el hipermétrope suele iniciar antes la necesidad de utilizar gafas de cerca, ya que su problema de hipermetropía se relaciona con una mala visión próxima que, cuando se aproxima a los 35 años, se suma al deterioro fisiológico de la acomodación, por ello en estos casos se adelanta la necesidad de utilizar gafas de cerca, antes que otras personas que no padecen hipermetropía. En los casos de miopía sucede lo contrario, en la mayoría de casos se utiliza la graduación más baja que ofrece una buena visión de lejos, lo cual determina que quede una cierta miopía residual que compensara el inicio de la vista cansada, de la presbicia, retrasando el momento de utilizar la gafas para ver de cerca.

La pregunta clave es cuándo debemos utilizar las gafas de presbicia, al inicio de las primeras manifestaciones del déficit visual o es mejor aguantar un poco más y retrasar su porte, por aquello de no acostumbrarnos a las gafas y depender de ellas.

Aunque, todavía no hay una respuesta clara, con fundamento científico. Nuestra opinión, a falta de evidencias categóricas, es la de aplicar el sentido común: Eliminar las situaciones extremas. No aconsejamos iniciar el porte de las gafas de presbicia nada más aparezcan las primeras manifestaciones de déficit visual en visión próxima, pero tampoco recomendamos esperar a situaciones que rondan en lo ridículo, como algunas veces hemos contemplado, como el de separar un periódico o la carta de un restaurante hasta donde alcanzan los brazos. Consideramos recomendable ajustar el momento de iniciar la utilización de las gafas de cerca a cada circunstancia y de una manera progresiva. Aquellas personas que realicen un trabajo donde se debe fijar la vista, será necesario utilizar las gafas en ese momento, aunque luego puedan prescindir de ellas para leer algo concreto, cuando la luz y el tamaño de la letra lo permita.

Existen una serie de ejercicios encaminados a reforzar el músculo ciliar, una de las estructuras más relacionadas con el mecanismo de la acomodación, pero ya hemos mencionado más arriba la eficacia observada con la estimulación neurosensorial, un tipo de actividad encaminada a potenciar el mecanismo de acomodación, de enfoque lejos-cerca, actuando en las áreas cerebrales encargadas de este fin. Con este tipo de acciones se pretende retrasar el momento de inicio en el porte de las gafas de cerca o, si ya se están utilizando, reducir su dependencia.




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