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Científicos rusos y chinos han efectuado por vez primera una serie de experimentos en los que lograron modificar la ionosfera a la altura de Europa con una controvertida tecnología que podría ser utilizada con fines militares.

Según informa la revista china «Earth and Planetary Physics», los experimentos se realizaron en junio pasado y provocaron alteraciones en una superficie de 126.000 kilómetros cuadrados con epicentro en la región de Nizhni Nóvgorod, en la parte europea de Rusia.

La zona modificada se situó a una altura de 500 kilómetros sobre la localidad rusa de Vasilsursk, bañada por el río Volga y que se encuentra a medio millar de kilómetros de Moscú.

Los electrones permitieron incrementar en más de 100 grados la temperatura del gas ionizado debido al flujo de partículas, mientras que la zona modificada experimentó un pico de electricidad con diez veces más partículas subatómicas negativas que las regiones circundantes.

Las antenas de alta tensión de la instalación de calefacción ionosférica Sura construida en tiempos de la URSS fueron las que enviaron las ondas cortas a las altas capas de la atmósfera.

Expertos advierten de que dichas frecuencias pueden modificar el clima, provocar desastres naturales, huracanes o terremotos, e incluso influir en el cerebro del ser humano

Según la revista científica, citada por el diario «South China Morning Post» (Hong Kong), los resultados de los cinco experimentos realizados de día y de noche fueron satisfactorios a la vista de los datos recabados por el satélite chino de observación electromagnética Zhanzheng-1.

El rotativo, además de destacar que el experimento incluyó el uso de tecnología extremadamente sensible, recuerda que los militares de las principales potencias mundiales han intentado controlar desde hace décadas la ionosfera, capa que facilita el envío de señales de radio.

Sura fue la primera instalación creada en el mundo (1981) con el propósito de manipular la atmósfera con fines militares, pero su potencia es cuatro veces menor que el proyecto HAARP, construido tras la caída de la URSS por el Ejército de Estados Unidos en Alaska.

Siguiendo el ejemplo de las dos superpotencias nucleares y de Europa (EISCAT), el gigante asiático está construyendo su propio calentador ionosférico en la isla de Hainan, en el sur del país, con el fin de manipular la ionosfera sobre el mar de China Oriental.

Al tiempo que prefirieron mantener el anonimato, científicos implicados en el proyecto niegan que suponga un riesgo para el planeta, aunque otros expertos advierten de que dichas frecuencias pueden modificar el clima, provocar desastres naturales, huracanes o terremotos, e incluso influir en el cerebro del ser humano.

Además, los científicos aducen que los chinos no son los únicos que cooperan con los rusos en dicho terreno, ya que investigadores franceses y norteamericanos también han realizado experimentos en Sura. EFE




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