Volver a analizar otro decreto de aumento salarial (el tercero de este año y el quien sabe cuántos de este gobierno), sin que esté enmarcado en algún cambio integral o modelo racional que haga pensar en la posibilidad real de rescatar  la confianza, evidentemente pérdida, y  reestablecer los equilibrios económicos  en Venezuela, se convierte en un ejercicio repetitivo, fastidioso e inútil, pues queda más que claro que el resultado de este nuevo intento (que no es tan nuevo) será el mismo obtenido todas las veces anteriores…pero cada vez peor. Esto no tiene absolutamente nada que ver con el derecho evidente de la población venezolana a recibir incrementos salariales en el medio de una crisis perversa que pulveriza su capacidad de compra en bolívares y también el acceso a bienes en Venezuela teniendo, generando o recibiendo divisas del exterior, pues el crecimiento de los precios internos en “políglota.”

Obviamente que pasar de un salario mínimo de tres dólares a uno de quince dólares (salario integral que incluye el salario mínimo mas los beneficios de ticket alimentación, los cuales por cierto no reciben los pensionados). es menos malo para alguien dramáticamente empobrecido. El tema es que su situación, con el nuevo salario, sigue siendo mala, vulnerable y penosa como antes de recibirlo. Que este aumento “pírrico” no resuelve su vida. Que sin atender la causa de la inflación, entre ellas la falta de confianza en las autoridades monetarias y políticas del país, el camino del salario nuevo sería el mismo que el del viejo: caerá estrepitosamente en breve sin que nada, ni nadie pueda pararlo. Y lo interesante es que la gente lo sabe, por lo que ni siquiera se produce la típica ilusión monetaria, que luego se convierte en decepción. Ese es un sentimiento hoy en día prepagado.

Podemos dimensionar el drama de los venezolanos considerando que este nuevo salario, recién establecido (aunque de forma extraña y poco clara), ni siquiera puede anunciarse con bombos y platillos populistas, pues representa el salario mínimo más bajo de America Latina, incluyendo Cuba y Haití y uno de los salarios mas vergonsozos del mundo. No tiene sentido un debate sobre el impacto de este aumento salarial en la inflación interna, pues la verdad es que la mayoría del sector privado venezolano ya está ubicado muy por encima de este nuevo salario mínimo, pues de lo contrario es imposible retener personal, que pagaría más por el transporte a su puesto de trabajo, que lo que recibe como compensacion salarial y, aunque en el sector público si hay un impacto sobre un porcentaje importante de los trabajadores (y por ende un efecto fiscal), esté sería el mal menor que alimenta la brutal crisis inflacionaria que vive el país y que no está ni cerca de pararse.

Nada de esto se resuelve con sanciones, ni discursos diplomáticos encendidos, ni amenazas increíbles que, al pasar el tiempo quedan desnudas y pulverizan las esperanzas de la gente. Tampoco con decretos sucesivos de aumentos salariales que ya no pueden ni cacarearse porque nadie cree en ellos.

No se trata entonces de lo que están haciendo con el aumento salarial, que después de todo es una acción indispensable, sino de lo que no se está haciendo para resolver la crisis política, económica y social del país, que requiere cambios profundos, que la mayoría de los venezolanos exige con urgencia, y que incluye la posibilidad de regresar al pueblo su derecho a elegir libremente gobernantes capaces de atender los problemas del país y sacarlo del barranco donde lo llevaron. Y eso seguramente va pasar, pero parece que después de agotar todas las estupideces previas.

lvleon@gmail.com

 

 

 

 




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