Acaba de culminar el año escolar y debemos entenderlo como una meta cumplida. Atrás quedan los recuerdos, los sobresaltos y comenzamos entonces a pensar en lo que viene.

Para los adolescentes, en su gran mayoría es un cambio muy importante en sus vidas. Algunos ingresaran al bachillerato, otros a la universidad. Para otros tantos, los cambios no serán tan marcados, pero igual sentirán que están más cerca de su primer objetivo.

Graduarse es para ellos sinónimo de terminar, de conseguir por sus propios medios un nuevo eslabón en su  corta existencia. Pero a pesar de que es solo el inicio de un nuevo ciclo, este momento es muy importante y trascendental, no solo para sus vidas sino también de la nuestra como padres.

Se enarbolan banderas de triunfo, con risas, bailes, paseos, fiestas. De verdad sienten que llegó el momento de celebrar y es cierto, es la hora de abrazarlos y de compartir juntos lo que ellos sienten como su verdadera y primera gran victoria de sus vidas.

Ahora les llega un muy merecido descanso. No más  tareas escolares, uniformes ni carreras para llegar temprano a clases. Nada de levantarse temprano.

Dejémosle que disfruten y compartamos con ellos este momento de magia que les toca vivir, ya que más temprano que tarde deberán enfrentarse con su nueva realidad, y no es otra que el ingreso al bachillerato o a la universidad.

Ingresar al bachillerato implica mucho más que un simple cambio de color de camisa. Este cambio lleva implícito en la vida de los adolescentes muchas situaciones y circunstancias nuevas para su vida.

La dinámica escolar es diferente, los maestros dejan de ser tutores y se convierten en profesores, las responsabilidades y exigencias son mucho mayores. Todo cambia, la forma de relacionarse con sus amigos y compañeros. Cambia inclusive la manera como ellos se perciben a sí mismos y como perciben a los demás.

Su vida toma matices y características diferentes y comienzan a asumir nuevos roles y retos a los que deben enfrentase día a día.

Para los que les toca ir a la universidad, el salto es aun mucho más grande. En primer lugar el hecho de decidir qué carrera se quiere estudiar ya de por si es en muchos casos, es un dilema, una decisión transcendental  ya que de ella dependerá que rumbo tomaran sus vidas.

Estas decisiones no siempre son fáciles y llevan consigo una gran carga emocional, con intensos momentos de desasosiego e incertidumbre, porque se deben tomar sobre la marcha y no se puede postergar.

En la universidad todo es nuevo. Nada se parece a lo que se ha vivido, lleva implícita nuevas realidades, ajustes constantes y una idiosincrasia propia y muy particular, lo que requiere una vez más un piso sólido cimentado en valores que les permita un armónico transitar hacia su nueva realidad y entonces paso a paso construir su verdad.

Nuestros hijos deben tomar sus decisiones y asumirlas con responsabilidad. Mientras tanto a nosotros como padres nos toca esperar, llenarnos de paciencia y una vez más confiar en sus instintos y conocimientos y entre celebraciones y abrazos apoyarlos una y mil veces más.




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