Venezuela, una crisis lejos de arreglarse

Especialistas aseguran que el país sigue inmerso en una profunda crisis producto decisiones y medidas gubernamentales erradas, por lo que los venezolanos, lejos de adaptarse, conformase o acostumbrarse, están resolviendo sus propias crisis

Multifactorial y profunda. Así es la crisis que aún enfrenta Venezuela y que se calcula fácilmente al comparar salarios con el costo de la canasta básica; evaluar el funcionamiento de los servicios públicos; ver el estado de la producción industrial en regiones como la carabobeña; un proceso migratorio que no ha parado; hospitales sin medicamentos, insumos ni camas suficientes para atender a los pacientes; y el deterioro de los valores que es innegable.

La burbuja de la que se hablaba hace un par de años con la entrada en escena de los bodegones que abastecieron el mercado con productos importados, se ha diversificado en micro burbujas de diferente forma, pero el mismo fondo.

Los bodegones de la burbuja en Venezuela. (Foto referecnial EFE)

Son solo apariencias de las que apenas puede disfrutar el 1 % de la población, de acuerdo con los datos del economista y profesor de la Universidad de Carabobo (UC), Carlos Ñáñez, para quien no se puede hablar de una recuperación en el país cuando el 99 % de sus habitantes no tiene acceso a los bienes y servicios ni a las mismas facilidades de las que goza un grupo exclusivo. “Lo que hay es una pretendida estabilidad con operaciones en las que gotean los ingresos, sin valor agregado, y en las que solo los cercanos o con vinculaciones con el gobierno son los privilegiados, en detrimento de los demás”.

Para el especialista, “Venezuela no se ha arreglado en lo absoluto” y sigue presentando indicadores macro económicos alarmantes, con una inflación que amenaza la permanencia de esas “micro burbujas” expresadas, no solo en bodegones, sino en restaurantes de lujo, concesionarios llenos de carros importados, locales nocturnos con tendencias internacionales, paquetes turísticos a altos costos y algunas de las avenidas de las principales ciudades del país con arreglos cosméticos.

Nueve de cada diez hogares venezolanos presentan pobreza en sus ingresos, atestiguó el especialista. «Tenemos un salario mínimo menor de 24 dólares, que solamente permite comprar el 6 % de la canasta de subsistencia, compuesta por 60 artículos de primera necesidad. La cesta básica es de 459 dólares, con lo cual se requieren más de 19 salarios mínimos para poder adquirirla”.

El problema de la tasa de cambio

El desequilibrio con la tasa de cambio del dólar en el país se ha convertido en la novedad económica para los venezolanos. Se trata de una situación que anuncia un rebrote inflacionario, sumado a la pérdida de confianza y credibilidad del BCV, lo cual ha hecho mella en la conducta de los agentes económicos y se sigue esperando alta inflación y depreciaciones continuas en el tipo de cambio.

Esta situación afecta los niveles de renta, tanto fija como variable, percibida en el país y revierte la posibilidad de que exista recuperación económica, sobre todo en los sectores de manufactura, según alertó Ñáñez.

Sus cálculos son claros. La depreciación del dólar durante agoto, hasta el viernes 26 de ese mes fue de, aproximadamente, 55 %, pese a los esfuerzos del gobierno de anclar el tipo de cambio a un valor que es absolutamente sobrevaluado y artificial”, con la intervención de tres mil 100 millones de dólares durante lo que va de 2022.

Lo más preocupante es la sostenibilidad que pueda tener el BCV para seguir apelando a esta política que es por demás ineficiente y costosa, porque estos recursos provienen directamente de los montos facturados por PDVSA.

El especialista recordó que para nadie es un secreto que no se ha logrado cumplir la meta de los dos millones de barriles de petróleo diarios, ofrecidos por el presidente Nicolás Maduro para finales del 2022. «Y nos estamos alejando inclusive de la meta del millón de barriles de petróleo, produciendo 696 mil barriles, es decir, que todo lo que se está facturando en la república se está empleando para frenar el tipo de cambio y para seguir manteniendo una línea de crédito desde el BCV hacia Petróleos de Venezuela que supera los 230 millones de dólares”.

No es solo el dólar

El problema de fondo es serio. Náñez explicó que, aunque Venezuela es un país petrolero, es tan pobre que no tiene cómo extraerlo.

Y si hay que hablar de recuperación económica solo se debe mencionar a algunos sectores del servicio y del comercio, cuya actividad económica ha mejorado, pero en un rango que no supera el 10 %.

A esto se agrega que la prestación de servicios públicos es cada vez más deficiente. “Es terrible en estados como Carabobo, donde se viven apagones de más de 30 horas, mientras que en el resto de la república se registran fluctuaciones de tensión, hay fallas en el suministro de agua potable, dificultades de conectividad y una situación terrible en materia del colapso del Estado”.

/ Foto: EFE

Y la migración no ha mermado. Los datos del economista refieren un éxodo que sale por el tapón del Darien para llegar a los Estados Unidos. Se trata de una migración cuyo 46 % está compuesto por venezolanos que van a un futuro incierto, porque insertarse en el mercado laboral fuera del país es muy complicado.

Pero hay más. “También vivimos en medio de una violación flagrante y continúa de la Constitución porque no hay libertad de expresión. Hoy el diario El Carabobeño arriba a su 89º aniversario sin tener papel periódico para imprimir y hacer llegar la información y la opinión a los ciudadanos, mientras que otros medios de comunicación, en los que se calumnia y vilipendia, cuentan con el aval del Estado”.

Vivir en Venezuela es una proeza de sobrevivencia

“¿Tendré agua para lavarme y preparar un café?”, “estoy cansado, anoche no dormí casi… había mucho calor y sin electricidad no podía encender el ventilador para que al menos se alejaran los zancudos”, “gracias a Dios porque aun cuando mis muchachos no comen casi proteína están sanos, y es que eso de tener que ir a un hospital si es una tragedia”, “no puedo pagar una escuela privada, los dejo en la escuelita más cercana a casa, ojalá y la maestra consiga transporte y pueda venir hoy aunque la escuela está sin agua desde hace meses”, “que no llueva, las calles son un barrial, las alcantarillas no funcionan, y se me moja hasta el alma”, “a ver cómo hago para rendir lo poco que gano”…

Esas son algunas de las expresiones que la directora de la catedra rectoral de educación en valores de la Universidad de Carabobo (UC), Ramona Febres, plantea como las más empleadas por los venezolanos cada mañana al despertarse.

Para la profesora, vivir en Venezuela es una proeza de sobrevivencia, una continua batalla para adaptarse, sobreponerse y superar la crisis, una lucha constante para salir adelante alcanzando récords insólitos como estar varias semanas sin agua, días enteros sin energía eléctrica o meses sin gas para cocinar.

“Hasta este punto pareciera que la crisis es en los servicios básicos, en la salud, en la educación y es obvio; es lo visible, lo agobiante, los efectos, lo que mantiene a la gente ocupada y la atención desviada de la verdadera problemática. Hay que ir más allá”, por eso ella se pregunta ¿cuáles son las verdaderas causas? ¿Por qué un país con tanta riqueza natural y con tanta gente académicamente preparada, ocupa posiciones de migración y pobreza nunca antes vistas?

Febres asegura que en estos momentos se hace necesario profundizar en la raíz de los padecimientos de los venezolanos como personas y como sociedad, lo que exige un auténtico examen de conciencia. Se trata de una revisión exhaustiva de un proceso de inestabilidad y cambios negativos de varias décadas en las que los ciudadanos han sido protagonistas por acción u omisión.

Su análisis indica que, lamentablemente, la vida en Venezuela transcurre entre las diatribas y posiciones personalistas de una minoría con escasa visión sistémica, llevados casi siempre por intereses de esos pequeños grupos a los que pertenecen, sean políticos partidistas, organizaciones sociales, gremiales, entre otros, y el descontento y la frustración reprimida de la mayoría de los habitantes.

A su juicio, un alto porcentaje de venezolanos dentro y fuera del país quiere mejorar su calidad de vida, desea un país de bienestar, trabajo y oportunidades, no está de acuerdo con la violación de los derechos humanos y creen en un sistema de gobierno democrático con instituciones sólidas como instrumento de convivencia social.

¿Qué hacer para sumarse al cambio?

Desde su experiencia en la cátedra de valores, la profesora Febres asegura que lo primero que debe hacer cada persona es creer. “Es verdad que la mayoría de los ´ídolos´ que han surgido en el espectro político e institucional en los últimos tiempos se han desvanecido como el efecto alkaseltzer. «Esto no es más que un indicador de que hay que decidir correctamente en quién creer”.

Lo segundo es estar convencido de que el esfuerzo que se haga para vivir y convivir mejor, por muy extraordinario que parezca, vale la pena. “Es titánico afrontar tantas circunstancias personales, familiares y laborales adversas cada día y aun así mantener el enfoque en valores superiores como la libertad y la democracia. Hay que vivir como los atletas que se preparan para una competencia. Pueden ganar o perder. Si pierden habiendo puesto todo el entrenamiento y cumplido todos los requisitos necesarios, la pérdida no será derrota, porque habrán ganado seguridad, confianza e identificación de fallas. Si pierden por no haber puesto el esfuerzo extra, vivirán con esa derrota y culpabilidad de por vida. Perder no es opción”.

El tercer punto es mejorar la autoestima, sentir orgullo de ganarse la vida con trabajo decente y entender que en la vida no existe nada gratis, teniendo en cuenta que el bienestar y la calidad de vida en una sociedad se construye con esfuerzo, trabajo, participación y compromiso de todos.

En este aspecto, resalta que hay que estar siempre dispuestos a exigir los derechos, cumpliendo con los deberes, sintiendo la satisfacción de la independencia. “La mayoría de los venezolanos no son pordioseros de dádivas, ni dependientes de limosnas gubernamentales, sin menoscabo de los programas sociales para los estratos más marginados de la sociedad y de las obras de beneficencia y caridad a las que todos estamos llamados”.

En cuarto lugar, Febres apela a la creatividad para encontrar soluciones inéditas a problemas inéditos. “La construcción de ese país soñado exige reinventarse cada día para forjar la mejor familia de donde saldrán los mejores ciudadanos. Mejorar la convivencia en la familia desde el respeto y la tolerancia”.

El llamado también es a trabajar en equipo desde cualquier espacio. “En cada comunidad son indispensables los vecinos organizados y comprometidos con el bienestar común, para establecer prioridades en la solución a los problemas, vigilar la calidad de obras que se hacen, cuidar las mejoras que se logren, exigir soluciones a los problemas de aseo, ornato, seguridad, especulación, suministro de agua, gas, electricidad, transporte, etc.”

La profesora reconoció que a veces los ciudadanos sienten que los problemas los sobrepasan y que son tarea de los políticos. Y se puede caer en el derrotismo y la desesperanza.

Es un sentir nacional la necesidad de cambio. ”Cambio de gobierno, cambio en las estructuras, cambio en las estrategias, cambio en el liderazgo, cambio en las soluciones. Nadie tiene ni la varita mágica para encontrar la solución perfecta, ni la bola de cristal para asegurar que esa solución funcione. Lo que sí es real es ese sentimiento nacional y la fuerza arrolladora de una multitud convencida en una solución que desde la verdad y credibilidad de quienes la propongan y estén dispuestos a construirla, aglutine todos los anhelos y voluntades”.

En medio de esta realidad tan compleja que se vive en el país, con crisis que aún no cesan, hay venezolanos que resuelven sus propias crisis y hoy les dedicamos nuestra edición del 89 aniversario de El Carabobeño.

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