Llegó febrero, mes del amor, de la expresión de los buenos sentimientos.También del recuerdo de la gesta de jóvenes inmolados por la libertad en batalla libertaria en los valles aragüeños. Más recientemente, en los últimos lustros, mes de sucesos transformadores no siempre positivos.

Después de los chubascos inusuales en enero se metió la sequía. Candela en los cerros, humo, ceniza y calima. La ciudad se mueve lentamente como un gigante adormitado por el sopor del mediodía caliente. Gente corriendo para subir el camión con o sin estacas. Colas del indigno sometimiento y el obeso grandulón en su festín de incontinencia verbal anuncia otro bono para rendir culto al Rey Momo.

Y la sequía aprieta. No hay iniciativa que deje pozo. Un diálogo que no avanza y el desconcierto crece. La desconfianza, justificada en parte pero a veces promovida desde cuartos sin ventanas, se refleja en las caras de figuras cabizbajas que de vez en cuando asoman miradas de hastío y desesperanza. Nada parece cambiar en este ambiente pesado. Tristezas y desaires. Voces pesimistas destruyendo iniciativas. Acusaciones de traiciones.
¿Qué ha pasado con nuestra capacidad para crear? Ha sido tan duro lo vivido que encontrar un camino convergente se ha vuelto una épica tragedia. ¿Será que la sequía llegó a nuestros corazones? Es un verano del alma que arde adentro y que no deja tragar porque quema la garganta y se atraganta en el pecho.

¿Es que tenemos que esperar una vaguada que moje la tierra sedienta para el reverdecer? ¡Entonces carajo!¡Hagamos que llueva! Que se empape de ideas, de iniciativas. Que se desborde la quebrada, que se rompa el dique que represa el cambio. Que inunde el territorio nacional. De ganas, de voluntad, de esperanza.

Vamos todos a los pozos de la inventiva, a sacar el agua en ese punto de encuentro. A escucharnos, a dejar los gritos del teclado y valorar lo que cada quien puede aportar. A apartar el reproche sin aporte, la imputación estéril, la quejadera sin propósito.

Así como los chubascos no esperados se precipitará el cambio. Mentes brillantes quieren regar y otros harán surco para confluir en el cauce mayor. Se mueven otra vez hombres y mujeres, estudiantes y profesionales, ciudadanos de la calle y amas de casas.Callan las voces del mal agüero. Se levantan losrostros y se enfrenta al poder con la voluntad y el valor de una causa superior.

Que Venezuela sea nuestra inspiración y causa, saquemos lo mejor de cada uno de nosotros para superar los obstáculos en el camino. Dejemos pozo, otros beberán saciando su sed de justicia, progreso y paz.

 




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