Y un día amaneció toda verde

“Todo fue como un milagro. Ni los Mondragones pudieron poner más leña al fuego desde el Macanillal, ni tampoco las malignas evasiones de doña Bárbara pudieron aportar más maldad, que la que hubiera producido si toda su venganza se hubiera convertido en iniquidad. Todo se redujo a fuego consagrado para destruir, pero la lluvia que lanzó sobre Altamira la cordillera, la llenó de retoños que invadieron toda la sabana calmando la sed de venganza.
Solo venció la tenacidad de justicia que evocó Santos Luzardo, al que los retoños le dieron la razón:

…Y un día amaneció toda verde.”

Candela pura, fuego que consume las entrañas mismas de la patria. Parece chamuscarse todo, consumirse en la voracidad de las llamas que se avivan por los vientos que vienen del norte. Todo es oscuridad y cenizas que van quedando tras la destrucción. Pretenden desde palacios y torres de poderosos intereses destruir sueños, moler esperanzas con sus oscuros propósitos. No han podido, no podrán.

Se notan los nubarrones que se acercan después de la quema, sobre la desolación. Chaparrón primario que riega los campos negros y el hollín se lava. Viene la lluvia que riega de nuevo, la tormenta que moja y empapa, que inunda y desborda los cauces mansos.

Y la sabana se llena, se nutre de lo que quedo de la ceniza y de brasas que se apagan. Porque siempre después de la candela llega la lluvia, Porque después de la quema llegan los brotes del reverdecer.

Y vuelven a caer las cadenas porque hubo quien no colocó los cerrojos desobedeciendo las órdenes de sus antiguos amos. El prisionero se lanza y sale de su oscura celda con nuevas fuerzas y renovadas ganas. Y allí están los poderosos, con el terror de las consecuencias de los actos innobles, de la perfidia de este tiempo, del oprobio que envió a millones por lugares remotos, a tragarse los polvos de otros caminos, lejanos, ajenos, distantes.

Y se escucha la voz del sabio reclamando justicia, y el grito fuerte de la dama recia que no claudica frente a la mentira. No están solos, coros se unen aquí y más allá de las fronteras. Se devela la verdad, una luz se enciende e encandila. El torrente ahora es claro y limpio.

Y con el agua la sabana reverdece, se llena de retoños en el campo que florece, como sonrisa de niño en mañana de domingo, como mirada de muchacha enamorada, como verso de poeta que ve un nuevo amanecer, como estrofa de cantor que compone con amor. Porque la sabana se apaga pero quedan tizones encendidos que se avivan en los corazones libres.

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Las opiniones expresadas en este artículo son exclusivas del autor y no reflejan necesariamente la posición de El Carabobeño sobre el tema en cuestión.

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Y un día amaneció toda verde

Lucio Herrera
Lucio Herrera Gubaira

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