“Volver a poner en servicio lo que ya estaba inservible”. Es la segunda acepción, en el diccionario de la RAE, de la palabra que con más frecuencia leemos en los diarios desde hace años, pero podría agregarse a esta definición, específicamente para países con gobiernos socialistas: “… debido al intencionado descuido por la sustracción dolosa de los recursos destinados a su mantenimiento.”

Específicamente en el caso venezolano, vemos así que la Agencia EFE publica el 19 de febrero de 2022 que “la Gobernación del Zulia y asociaciones petroleras exploran mecanismos para recuperar la industria, El gobernador Manuel Rosales destacó la importancia de realizar un proyecto conjunto a fin de ser presentado a la comunidad internacional”.

También según EFE, el 5 de agosto de 2022, Maduro fija la meta de recuperar servicios públicos “antes de que finalice el año”, sin especificar cuál, y “El Carabobeño” del 27 de abril de 2022 informa que el gobernador quiróptero promete recuperar la Maternidad del Sur.

En otra noticia publicada por este mismo diario se reproducen las promesas de algún otro funcionario, quien afirma que, dados los casos de abandono de los servicios públicos en el país, que provocan constantes fallas eléctricas, el “gobierno” evalúa incorporar más megavatios para recuperar el ruinoso Sistema Eléctrico Nacional. Si es que a esa chivera de generadores, transformadores, postes y cables oxidados u obsoletos se la puede llamar “sistema”.

El 20 de octubre de 2022 declara el Alcalde de Miranda que está dispuesto a recuperar los servicios públicos de ese municipio. Y para no quedarse atrás, el 24 de febrero de 2023 ofreció Julio Fuenmayor, Alcalde de Valencia, recuperar la Plaza Los Caobos.

Y para no alargar más este recuento, concluyamos con este chiste, fresquecito pero de mal gusto, del 15 de mayo pasado: “El gobierno evalúa aplicar plan integral para recuperar el circuito refinador de Oriente”.

Hasta aquí nuestra palabra de hoy se ha repetido 7 veces. Una minúscula cantidad, si se la compara con el gigantesco número de veces que el “gobierno” ha recurrido a ella para prometer revertir los daños que le ha causado al país desde el fatídico día cuando Hugo Chávez juró ante la “moribunda Constitución” sin decir lo que le haría al país a partir de ese momento.

De tanto usarla, se podría pensar que la palabra recuperar está más devaluada que el bolívar, pero en esta oportunidad adquiriría un valor inmenso en boca del candidato a recuperar la democracia, la decencia y el amor a Venezuela, ausentes en el vocabulario y las intenciones de quienes hoy detentan el poder.

A pesar de que muchos científicos y artistas venezolanos esparcidos por el mundo han dado brillo al gentilicio, otros lo han manchado cediendo a la tentación de sobrevivir en tierras extrañas recurriendo al delito. Mucho costará recuperar la imagen del venezolano cordial, alegre y servicial, entre los habitantes de esos países que nos han recibido con recelo por generalizaciones que no nos favorecen.

Mucho costará recuperar la calidad de educación que recibieron antes del “socialismo del siglo 21” esos científicos y artistas, y de la que hoy carecen muchos de los nacidos en él, por causa del deterioro del sistema educativo, con edificaciones en ruinas y maestros pasando hambre.

Quienes elegiremos al candidato para las elecciones presidenciales debemos tomar en cuenta su intención y capacidad para recuperar el país, convertido en una piltrafa por quienes no han hecho otra cosa que saquearlo.




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