Siguen los atropellos contra nuestros parques nacionales monumentos naturales. En este sentido, exigimos sanciones ejemplares para quienes violan ecosistemas frágiles como el páramo merideño. Las imágenes recientes de un off road improvisado en el Sierra Nevada causó indignación y fue condenado desde diversos espacios en todo el país, pero ya estamos cansados de que estos hechos ocurran con regularidad bajo la mirada de una sociedad que se escandaliza momentáneamente, pero tiene memoria corta.

Preocupa altamente la ignorancia de los rustiqueros y de las personas que los alentaban en las cercanías del emblemático Pico el Águila. Batieron el barro parejo y destruyeron frailejones en un contexto de gritos, risas, chusmería. La situación me llevó a pensar en nuestro propio sistema educativo, pues pareciera que hemos desatendido enormemente la reflexión sobre el medio ambiente y la importancia de ecosistemas como el páramo, orgullo de nuestros estados andinos y fuente de ingresos económicos gracias al turismo sostenible que se desarrolla en la zona.

Recordemos que los paramos son ecosistemas en los que nace el agua dulce que consumimos. Son espacios característicos de una flora y fauna única en el mundo. Igualmente permite controlar el dióxido de carbono y evita mayores niveles de calentamiento en la tierra.  En conclusión, los páramos son garantía de vida y cualquier ecocidio atenta contra la propia humanidad. Así de grandiosa es la mente de quienes destruyen estos espacios vitales y estratégicos.

Ante la viralización de vídeos en los que se evidencia el delito ambiental registrado en el lugar, autoridades merideñas anunciaron que ya los fiscales están en lo suyo. Incluso habrían detenido a tres de los involucrados, por violar las leyes que garantizan la protección de los parques nacionales y monumentos naturales. Autoridades merideñas del Ministerio de Ecosocialismo informaron que otros transgresores fueron identificados y están por librarse boletas de aprehensión, por daños a la flora, fauna y la vertiente de los ríos, en medio de un ecosistema montañoso bastante frágil.

Seguramente la lección vendrá acompañada de algunas clases sobre la relevancia de los parques nacionales, en especial porque los involucrados son jóvenes de la misma zona, que pasados de alcohol, tomaron sus rústicos y representaron el triste espectáculo. Ya estamos cansados de la destrucción constante de estos espacios. Lo vimos hace unos meses en el Tepuy Kusari, donde la socialité caraqueña violó a la madre naturaleza como le vino en gana. Aún esperamos información sobre las indagaciones al respecto. Lo mismo ocurre todos los días en Morrocoy, cuyas costas han sido inundadas de edificios, hoteles, en algunos casos, bajo denuncias por atentar contra las leyes ambientales. Como siempre lo digo, la educación es la clave para evitar tanta barbarie.




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