No hay que ser economista para entender que padecemos la peor crisis jamás conocida en la historia de Venezuela y además pronosticar que el colapso económico y social parece inminente. Lo que está sufriendo un sector importante de la población, supera cualquier apreciación que podamos tener. Somos el peor ejemplo de un país rico en petróleo, pero con unos pésimos gobernantes.

Cuando recorro las comunidades más pobres palpo la crisis en su máxima expresión.  La gente está pasando hambre y eso para el Gobierno no existe. Sigue en su estrategia de negación de la realidad, mientras la sociedad se deteriora a un ritmo impresionante.

¿Cómo el venezolano promedio compra un kilo de carne que oscila entre 60-80 mil bolívares? 

¿Cómo el venezolano promedio puede pagar un kilo de pollo en más de Bs. 40 mil?

Ya ni la mortadela es una opción para saciar el hambre, pues el kilo supera los Bs. 30 mil. La tragedia que estamos viviendo no tiene límites y lo trascendente es que aún nos falta ver más deterioro de la vida, porque ya no podemos hablar de calidad. El hambre se multiplica, mientras el Gobierno sólo juega a la política.

Un buen indicador del cataclismo que impactó a los venezolanos es el cálculo de la Canasta Básica Familiar realizado por el Cendas-FVM y que para septiembre se ubicó en Bs. 3.901.076,04 ¿Cuántas familias venezolanas pueden cubrir ese monto?

¿Y qué hace el régimen ante la debacle social y económica? Nada, pues no pasa de los anuncios que repiten de fondo los mismos errores que nos han traído al precipicio. No están actuando para remediar los problemas. Ni siquiera hablan y actúan con sinceridad.

Pero además las cosas se pueden poner peor, porque el Gobierno debe pagar en las próximas tres semanas más de $3.500 millones en compromisos de deuda externa y para hacerlo, si es que tiene cómo pagar, sacrificará las importaciones de alimentos.

Ante esa realidad, desde la oposición democrática debemos reflexionar y aplicar los correctivos que sean necesarios, con el fin de diseñar una estrategia que permita la recuperación de Venezuela. Aunque me crucifiquen, la Unidad sigue siendo el camino.




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