Volvemos a andar el camino de los sueños por cumplirse. No tenemos prisa esta vez, descansamos, respiramos y dejamos el aliento allí sobre guijarros y piedrecitas.

Frente a nosotros el sendero ancho se estrecha a lo lejos como embudo existencial, como rio sin meandros que queremos remontar. Ya no hay apuro al avanzar en cada jornada. Eso sí, detenerse, solo unos momentos y continuar, paso a paso, a ritmo sostenido.

Nos dirigimos hacia la luz que se divisa a lo lejos, esperamos alcanzarla porque a veces parece que nos acercamos y otras es solo un reflejo. De pronto encandila, otras veces titila, pero está allí sin más, encendida, iluminando el trayecto que queremos transitar.

Compartimos esta intención con almas irreverentes y voluntades indomables que no quieren correr como otras veces, llenos de emociones para luego tener que detenerse abruptamente frente al tropiezo de la decepciones.

Queremos andar con seres semejantes, junto a prójimos comprometidos con un cambio real y profundo, con una propuesta transformadora, con buenas personas de corazón noble y carácter recio que nos ayuden a enfrentar las rudezas del camino, las inclemencias del clima y el peligro de los depredadores que acechan a lo largo de la ruta.

Sabemos que hay muchos que prefieren esperar un poco antes de empezar a moverse de nuevo. Para ellos estaremos allí, alentando la fe y alimentando la esperanza, tendiendo la mano al que cae por fatiga, por inanición o sed, compartiendo el pan junto al fuego cada noche, cuando una guitarra acompañe en el reposo junto al cuerpo tibio del ser amado.

Yo quisiera caminar lejos con ellos, junto a mis hijos y nietos, gritando alto nuevas
consignas, cantando canciones compuesta para estos nuevos tiempos, escribiendo en
versos o en prosa, ayudando a inspirar a quienes ya no creen en nada ni nadie, pero cuyo
concurso es imprescindible para la transformación. Para que se liberen de la esclavitud de
las frustraciones, de las mazmorras de la depresión y del azote implacable de la
desesperanza.

Para volver a empinarnos sobre las dificultades con aquellos que quieran avanzar sobre las ruinas de los propósitos vencidos, junto a la templanza de la mujer venezolana y el coraje de los jóvenes que no capitularon ante la tiranía. Les llevaremos agua cuando estén exhaustos y curaremos sus heridas cuando caigan sobre las piedras.

Y allí llegando el valle de las realizaciones, de la libertad plena, en el momento menos esperado de la pérdida de la conciencia terrenal nos entregaremos al Creador, que en su infinita misericordia tal vez nos permita asomarnos por una ventana de su gloria a la Tierra, junto a tantos otros que dejaron sus ansias y vidas en las calles y caminos de Venezuela y de la diáspora por el mundo. Para ver que nuestro país es libre otra vez, que se levantan las oportunidades y se ensancha el horizonte para las nuevas generaciones que estarán aquí y mucho más allá construyendo sobre territorios fértiles nuevas y mejores realidades.

Lucio Herrera Gubaira




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