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Juego de béisbol de la liga interacademias (Foto: Cortesía)

Ángel Bolívar, María Victoria Pérez y Camila Pacheco – Estudiantes de la cátedra de Periodismo Deportivo de la Universidad Arturo Michelena

Tras un año lesionado, Víctor Ávila, un joven de 18 años, le dijo adiós a su deporte favorito para retomar los estudios, y aprovechar que aún es adolescente. Su sueño desde pequeño era jugar en la gran carpa y sacar adelante a su familia. En vista de que el destino le jugó una mala pasada, comenzó a estudiar ingeniería informática. “Al momento de integrarme a las clases fue un choque muy duro, venía desarrollándome en otra área” confesó.

Para alcanzar el éxito es necesario hacer sacrificios. Toda acción trae sus consecuencias, para bien o para mal. El camino de los peloteros que aspiran alcanzar un contrato con organizaciones de las Grandes Ligas está lleno de arduo trabajo y exige priorizar el deporte antes que cualquier cosa. Sin embargo, muchas veces esos esfuerzos quedan en el pasado sin traer resultados; y para cuando se dan cuenta ha llegado la hora de desertar. Solo les queda volver a lo convencional: Estudios universitarios y trabajar.

Jóvenes de entre 13 y 14 años suelen dejar los estudios en segundo plano para poner su foco en el béisbol. Estos muchachos que cumplían con un horario académico, cambian totalmente su dinámica para entrenar en un estadio durante toda la semana. A penas queda tiempo para los estudios, sin mencionar que la formación que reciben es deficiente. No se toma en cuenta el bajo porcentaje de jugadores firmados por academia, y el alto porcentaje que debe resolver su futuro como puede.

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Entrenamiento en la academia High Performance (Foto: Cortesía / @academy.high.performance)

A pesar del esfuerzo que hacen las instituciones para flexibilizar el sistema educacional y que los prospectos no dejen de recibir formación académica, no se ha logrado un equilibrio de las partes para que los beisbolistas dediquen la misma cantidad de tiempo en los estudios y sus entrenamientos. El béisbol cada vez se vuelve más competitivo y las exigencias son mayores, los colegios por su parte han tenido que adaptarse al sistema implantado por las academias.

Más allá del apoyo al deporte y el desarrollo de grandes talentos, el béisbol se ha convertido en un negocio al que se le puede sacar increíbles dividendos. Es por eso que más allá de un recurso humano, el pelotero es visto como un producto. Aunque para sí mismo sea un sueño, para los agentes del medio es visto como una bolsa de dinero a la que podrían sacarle ganancias.

Talento de barrio

En la temporada 2022, 24 venezolanos debutaron en las Grandes Ligas. El mayor número en la historia hasta ahora. En años anteriores la máxima cantidad había sido de 20. Eso no es todo. 71 grandeligas nacidos en Venezuela comenzaron en el roster esta misma zafra, distribuidos en 26 de las 30 organizaciones. Solamente el 11% de jugadores activos pertenecen al país.

En muchos casos, este deporte puede ser visto como la solución a la pobreza económica por su buena retribución monetaria. Es por eso que en algunas academias predominan los jóvenes provenientes de familias disfuncionales y de bajos recursos, también conocido como -talento de barrio-. Ellos se incursionan en el mundo de la pelota en busca de un mejor futuro.

En Estados Unidos existe un sistema completamente distinto al desarrollado en Venezuela. La National Collegiate Athletic Association (NCAA) protege los derechos de los estudiantes y los atletas; esto evita que equipos, agentes y scouts interfieran en el proceso educativo del adolescente. Dicha organización permite la vinculación de las universidades o bachilleratos con el draft del béisbol, así los peloteros pueden dedicarse tiempo completo en ambas áreas.

Si el talento no tiene la suerte de firmar, al menos se podrá defender con un título universitario o en su defecto, bachillerato con una educación mínima prudente. El objetivo de esto es garantizar el futuro de los estadounidenses, inclusive de los prospectos en general ya que, en las reglas de la MLB está estipulado que ningún cazador de talentos puede decirle a un niño o joven que abandone los estudios para jugar béisbol.

En el caso de países de Latinoamérica, como Venezuela y República Dominicana, solo basta con tener 16 años, disciplina y habilidades para captar la atención de un scout que, con suerte, le ofrecerá un contrato a los agentes del pelotero. Allí llega un golpe de realidad, cuando se dan cuenta que pasaron años entrenando para una firma, pero ahora les toca trabajar el doble porque el camino a la meta apenas comienza.

Sacrificio a ciegas

Jesús Gil tiene 22 años y trabaja actualmente de barbero, dueño de su propio negocio. Comenzó allí luego de dejar el béisbol en el 2018, una lesión en su hombro derecho no le permitió entregar el 100% en el terreno de juego. Ha sido difícil para él asimilar que no pudo dedicar su vida a lo que de verdad le gusta, aunque suele decir que es un tema del pasado, le sigue generando emociones.

“Yo pasé como dos semanas sin dormir porque uno dice: le dediqué toda mi vida a algo que no conseguí, ¿Y ahora qué? Yo tenía mi bachillerato, pero no podía defenderme en ninguna otra área. Lo que yo quería no lo tuve, y uno se pone a pensar en todo lo que dejó de disfrutar, salidas, la etapa del liceo, la adolescencia. Yo duré como dos meses sin hacer nada, venía de una rutina completa y dejarlo en seco me dejó como en el aire, para mí fue caer en un hueco”, comentó.

Una de las primeras cosas que sufren los muchachos que se dedican al deporte en general es sacrificar su adolescencia. Específicamente en el béisbol, suelen dejar de vivir la experiencia convencional de un adolescente, para de pronto arriesgarse a que sea en vano. Es complicado acertar cuál de todos lo va a lograr, pero en lo psicológico, esto les trae consecuencias.

A sus 12 años, Paulino Bolívar se despierta muy temprano para asistir a sus entrenamientos durante toda la mañana en la academia Futuras Estrellas 2022, ubicada en Villa de Cura. Los días martes, miércoles y jueves tiene actividades extras en la tarde que van desde las 4:00 p.m. hasta la caída de la noche. Estas jornadas se fundamentan en el bateo, trabajar la habilidad y las técnicas de cátcher.

Actualmente cursa 1er año de secundaria en el liceo “Madre Enriqueta de Lourdes”. Su horario es en la tarde para que le permita cumplir con todas las actividades. En el siguiente año escolar, Paulino planea pasar a estudiar en la modalidad a distancia puesto a que las exigencias en la pelota serán mayores por su edad y necesita tener más horas de descanso para reponer energías.

La cicatriz de un pelotazo

Por lo general, los entrenadores de las academias o equipos son exjugadores, en la mayoría de los casos afectados por una lesión; otros quizá consiguieron firmar, pero no llegar a las Grandes Ligas, o también están los que simplemente no tuvieron la suerte de su lado.

Lo que pasa con ellos son dos cosas: se sienten incapacitados para trabajar, o el apego emocional no les deja libertad de abrirse a cosas nuevas.

Aunque también existan algunos entrenadores por vocación. No podemos dejar de mencionar a los umpires, algunos de ellos si se dedican por naturaleza, otros son jugadores con historias como las mencionadas anteriormente. No todos tienen la suficiente fortaleza y madurez de asimilar que esa etapa de sus vidas acabó, y que es hora de iniciar de nuevo. Esto en gran parte se debe a lo psicológico.

Otro caso muy conocido es el softball de “cuarentones”. Estos equipos suelen estar constituidos por exjugadores, y hasta se ven algunos campeonatos organizados. Ciertamente el softball tiene reglas distintas al béisbol, pero teóricamente son muy similares. Es otra prueba del apego psicológico y emocional que genera el dedicar tanto tiempo en una actividad.

Jesús Gil luego de tomar la decisión de apartarse de la pelota como jugador, bajo la presión de sus padres para que estudiara una carrera universitaria, decide ir por fisioterapia con la intención de especializarse en la rama de trainers y poder seguir relacionado de manera indirecta con el béisbol. Se puede concluir que, en su mayoría, las personas que se relacionan en ese mundo, tienen un pasado como peloteros.

Impacto psicológico

Itamar Cabrera, psicóloga deportiva, resaltó que pasar tantos años en desarrollo al deporte y al final no lograr el objetivo es una afección fuerte. El proceso para superar esta etapa se trabaja y se pasa igual que un duelo: Negación, ira, negociación, depresión y aceptación. Se trabaja de esa manera porque es como una despedida, algo por lo que trabajaste para toda tu vida, pero finalmente no sucedió.

“Muchas veces prosiguió no hay herramientas para afrontar a esa realidad que vive. La recomendación es ir con un psicólogo. Es la persona que lo puede ayudar a atravesar ese duelo, que en pocas palabras es una transición radical en su vida. La manera más recurrente en la que suelen pasar la página es estudiando carreras o trabajando en cosas que se relacionan con el mismo deporte para nunca alejarse completamente”.

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Itamar Cabrera con la selección venezolana sub-15. Mayo, 2022. (Foto: Cortesía / @trainthemind_id)

También detalló que, si no busca la manera de cerrar esos ciclos, se va a ver reflejada la frustración y puede traerle repercusiones negativas en muchos ámbitos de su vida. Un ejemplo común son los padres que presionan a sus hijos para que logren el sueño que ellos no cumplieron.

Los padres y su verdad

Los padres de Jesús le obligaron a culminar el 4to año de bachillerato en su horario regular, ya que hasta allí las universidades toman en cuenta las notas. Para el 5to año si le permitieron culminarlo en parasistema y poder meterse de lleno en el deporte, pero ya era tarde. Estudiar en la mañana y entrenar en las tardes es algo que en este deporte no trae buenos resultados.

La competitividad actualmente es muy grande, por ende, las exigencias son dedicarse por completo o no tener posibilidades. Aunque las academias tienen el requisito de que los jóvenes no abandonen los estudios por completo, no puede pasar por alto que la calidad de estas modalidades en las cuales los deportistas se someten, son meramente superficiales para el conocimiento del niño.

María Ávila es la madre de Víctor Ávila. Por su parte María es más flexible, ella permitió que su hijo dejara los estudios para dedicarse al béisbol. Perdió un año académico, pero los profesores lo ayudaron para que pudiera terminar el bachillerato. “Yo acepté que dejara de estudiar porque para el deporte es una edad, para estudiar siempre hay tiempo”, argumentó.

María Mendoza es madre de un pelotero firmado por Cerveceros de Milwaukee que actualmente se encuentra en el complejo de la organización en República Dominicana. Ella no estuvo muy de acuerdo en permitir que su hijo estudiara en la modalidad parasistema. Sin embargo, lo permitió cuando estaba cursando el 3er año de secundaria porque entiende que el béisbol no es fácil y para lograr la meta, debía hacer el sacrificio.

Según sus ideales, cada padre o madre defiende lo que piensa que es mejor para su hijo. Suelen existir casos en donde los representantes no permiten el desarrollo de las habilidades del adolescente, sin importar el talento que posea, y en cierto modo le condicionan el futuro. No desde la mala intención, al contrario, todo es con el fin de protegerlos. Su contraparte son los que obligan al niño a jugar béisbol, ya sea por un sueño frustrado, por interés económico, o cualquier razón personal.

Una mentirita piadosa

Yeims Mendoza, jefe de campo de la academia de béisbol High Performance menciona que sus peloteros siguen estudiando, y que ellos como academia no les exigen que abandonen. Al contrario, considera que es una base fundamental de ellos la formación básica de sus estudios para que puedan defenderse a la hora de cualquier cambio drástico que se presente en su futuro.

En la academia se encargan de entrenar al joven, al mismo tiempo evalúan un poco el rendimiento académico, ya que, para algunos cazadores de talentos (no todos), exigen como requisito que el joven no pare sus estudios, al menos de bachillerato. Ellos no dictan ninguna cátedra, netamente la preparación deportiva. Todos los mayores de 14 años dentro de la academia estudian en la modalidad de parasistema o a distancia.

Mendoza detalló que la mayoría de peloteros que ha tenido en su programa y no logran un contrato con alguna organización de la MLB, no continúan sus estudios universitarios. En el mejor de los casos se dedican a aprender cosas de manera empírica para trabajar y salir adelante. Son muy pocos los que piensan en sacar una profesión. Además, sabe que la educación que reciben estos muchachos en los programas es incompleta, y que en realidad no están académicamente preparados.

Ha considerado hacer un reajuste en la estructura para que los peloteros puedan cumplir con su horario normal en la secundaria y entrenar en las tardes, como es debido. No obstante, como la competencia está tan compleja, les resulta imposible bajar la guardia. Eso implicaría dejar a los chamos sin oportunidad porque otras academias no van a bajar el ritmo, más bien buscan aumentarlo para mayor efectividad.

En la academia de béisbol William Sarmiento ubicada en San Diego, Carabobo, tienen una estructura que se basa principalmente en la educación y el respeto. En su programa tienen a peloteros residentes de otras ciudades, por lo que los acogen para brindarles estadía, preparación deportiva y educación académica con el objetivo de formar profesionales en todos los ámbitos.

Ellos también evalúan el desempeño académico y por eso se encargan de dictarles cátedras como: matemáticas, castellano, inglés, física, oratoria. Cumplen con las normativas que exige la zona educativa para que los jóvenes puedan culminar su bachillerato. El plan de trabajo semanal se basa en que los peloteros entrenen de lunes a viernes, y los sábados solamente se dispone para las clases.

Casi todas las academias en Venezuela tienen una estructura similar a esta; las cosas que varían son muy pocas e insignificantes. Hacen el intento de incentivar a los deportistas a no dejar los estudios solamente por compromiso, pero la relevancia que presenta es casi nula.

Claro está que su visión y ambición es formar peloteros profesionales, sin embargo, es importante incentivar la educación para que sean más integrales.

Jairo Vargas, entrenador de béisbol en el polideportivo Roberto Barreto confiesa que, a pesar de ser especialista en el área, no contempla la opción de que los chamos dejen los estudios para dedicarse al deporte. Además, está consciente del daño que les causa a largo plazo, y que la educación a distancia o sabatino no es un sistema en donde ellos desarrollen conocimientos académicos de buen nivel.

¿Estudiar? ¿Para qué?

Jesús Gonzales es jugador de los Padres de San Diego, tiene 6 años de firmado. Su primera vez en un try out fue a los 13 años de edad. Desde ese momento, ya estudiaba los sábados porque los entrenamientos le correspondían en la mañana. Se graduó de bachiller y esto le otorgó un salvoconducto en la organización para que solamente asistiera a clases de inglés en el complejo.

Ya las organizaciones están preparadas para recibir a peloteros sin estudios, es por eso que en los complejos de República Dominicana cuentan con cátedras habilitadas para los que no son graduados de bachiller. Todos los peloteros deben pasar por la Summer League de este país, por ende, su preparación allí. Eso es más que todo para los peloteros provenientes de Latinoamérica o del Caribe.

El liceo en donde se graduó Gonzales es conocido por la cantidad de peloteros que allí han estudiado y que siguen estudiando. El director del plantel prefirió mantener en incógnito sus nombres para sentirse más seguro. Afirmó que prestan soluciones a las academias y jóvenes para que no dejen de lado sus estudios, aun cuando sus sueños sean jugar pelota profesional.

El director destacó que los únicos beneficiados con la firma del pelotero son la familia, los agentes y el adolescente; que siempre dejan por el suelo la ayuda que brinda el plantel educativo. Es por eso que está considerando desmantelar ese sistema que ayuda a los peloteros con sus estudios para que cursen de manera convencional y cumplan con las horas académicas estipuladas.

“Cuando tenemos un estudiante que es de alto rendimiento deportivo, cualquiera que sea la disciplina que él practique, se necesita previa demostración de esas condiciones con constancia para hacer junto con las instituciones educativas los acuerdos y orientaciones, y así pueda gozar de ambos derechos, tanto educativo como al deporte”, puntualizó Sor Hernández, coordinadora de protección y desarrollo estudiantil.

Dijo que, en estos casos, como el estudiante es un deportista, suele tener mayor inclinación al rendimiento en el deporte y no en el área educativa, lo que pudiese traer grandes representantes del país a nivel internacional. Por tal motivo, el Estado siempre presta la mayor disposición y se permite la flexibilización para el desarrollo deportivo de todos, en busca de exponer talentos.

El sistema educativo comprende que deben potenciar la capacidad deportiva del joven. Es muy común que los intereses estén inclinados hacia ese lado y no hacia una carrera como lo es la medicina, el derecho, la ingeniería o cualquier otra. El deporte ha sido una gran vía de desarrollo en el país, y para nadie es un secreto los atletas que se han desarrollado aquí y han hecho historia, contestó.

Hernández concluye que son las academias quienes deben adaptarse al sistema educacional para garantizar el desarrollo completo de los adolescentes que son el futuro del país. Dichas academias con su estructura, han perjudicado el horario convencional de los colegios, y son ellos quienes han tenido que adaptarse y buscar soluciones para no permitir un deterioro social.

Jesús Soto, consejero del sistema de protección del niño, niña y adolescente aseguró que el ejercicio de un derecho no puede vulnerar el otro. No existe el mecanismo jurídico legal que respalde a un joven para abandonar los estudios por el simple motivo que se va a dedicar a una actividad extracurricular como es el deporte, sea cual sea la disciplina.

Para lidiar con estos casos -motivó- es necesario que las instituciones familiares, educativas, deportivas y del Estado trabajen en conjunto, con el fin de no permitir que jóvenes dejen los estudios para adentrarse en un futuro incierto. Si el joven toma la decisión de practicar algún deporte, se le presta el mayor apoyo posible pero no justifica la deserción a la educación.

Un bono y pa’ la calle

La pregunta del millón, ¿Qué hace un joven de 17 años con más 10 mil dólares? Tomando en cuenta que es la cantidad más baja que se otorga a la hora de firmar un pelotero; se podría hablar fácilmente de 2 millones de dólares a nombre de un menor de edad. Si bien es cierto, las academias se quedan un porcentaje de ese pago que varía desde el 20% hasta el 40%; sigue siendo una cantidad de dinero considerable para un adolescente, que muchas veces ensucia la mente del deportista.

Es allí cuando surge el primer problema que los deja fuera del juego. Con esta cantidad de dinero, piensan que ya tienen la vida resuelta. Aunque es la etapa en la que deben entrenar más duro debido a que su rendimiento es evaluado cada semana por la organización, el estatus social que le genera la firma al joven es tal, que comienza a hacer todo lo que no pudieron hacer antes: fiestas, alcohol y derrochar el dinero.

Un paso hacia adelante y diez hacia atrás. En algunos casos aprovechan esa gran cantidad de dinero para emprender negocios y así asegurar el bienestar y la estabilidad de la familia. Como también está la contraparte en este punto que no tiene buena gestión de los recursos económicos y al expelotero le toca improvisar su oficio. No estudió, no tuvo futuro en el béisbol y no emprendió.

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Bryan Acuña, prospecto reclutado por la organización de Minnesota por un bono de 650 mil
dólares (Foto: Cortesía / MLB.com)

Solamente uno de cada diez peloteros alcanza a jugar al menos un partido en la MLB. Así se tenga la constancia, disciplina y talento, se necesita el factor suerte para ser parte de ese 10% que logra el final de sus sueños. Al resto de ellos les esperan futuros diferentes: Jugar en ligas de otros países, trabajar de publicidad, enseñar a nuevos talentos, montar una academia, crear una empresa, existen diversas opciones.

En el peor de los casos les toca trabajar para alguien más. Por eso no se debe menospreciar los estudios, sin importar cuál sea su objetivo, no está de más que los jóvenes tengan el plan B para su futuro. Es momento de que las exigencias por parte de las academias sean equilibradas con el compromiso educativo. Es un aporte para evitar un declive en la sociedad venezolana y respaldar de lo que van a vivir toda su vida.




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