Venezuela coronavirus (Foto Cortesía)

La curva de la evolución de los casos de coronavirus en Venezuela no se parece a ninguna de la región. Es rectilínea, con días en los que no se reportan casos. Es atípica, dicen los epidemiólogos. La covid-19 tiene seis semanas en el país con 298 contagios confirmados y 10 muertes, en un crecimiento lineal promedio de 6%, que no ha alcanzado por ahora el alza exponencial que se ha visto en gran parte del mundo. Semana a semana se hacen análisis, gráficos, se comparan curvas. El mundo está atento qué han hecho otros para entender el comportamiento de la pandemia. Para los especialistas venezolanos y la oposición liderada por Juan Guaidó, sin embargo, lo que ha ocurrido en el país este primer mes, que el Gobierno atribuye a un exitoso plan que ha logrado mantener aplanada la curva de contagios, tiene muchos puntos ciegos y contradicciones que, con preocupación, empiezan a advertir porque hacen más complicada la preparación para lo que viene.

Del atípico crecimiento lineal, la Academia Venezolana de Ciencias Físicas, Matemáticas y Naturales advirtió en un comunicado el 2 de abril, cuando el Gobierno de Nicolás Maduro informaba de 143 casos. “La curva de acumulación de casos confirmados sugiere un incremento lineal en el número de casos acumulados, un patrón que es atípico para la fase inicial de las epidemias de covid-19”. Y, añadían, “la modelización de casos positivos de las dos primeras muertes, una estrategia utilizada en otros países con sospecha de subregistro para estimar el número de casos acumulados, sugiere que […] este número supera los 800”.

El médico infectólogo Julio Castro, miembro de la comisión de expertos nombrada por Guaidó, ya registró el fallecimiento de un hombre por el virus en una clínica de Caracas. Ataviado con el aparatoso equipo de protección comunicó el deceso a su esposa, también en aislamiento hospitalario por la infección, y a sus hijos por redes sociales, todos fuera del país como parte de la diáspora ha hecho apéndices del país en otras latitudes. Para el especialista, “lo único que están reflejando las cifras del Gobierno es la poca capacidad diagnóstica que tiene Venezuela, no la dinámica real de la epidemia en el país”.

A diario, en una cadena de televisión, una comparecencia rotatoria entre Nicolás Maduro, el ministro de Información, Jorge Rodríguez, y su hermana, la vicepresidenta Delcy Rodríguez, da el parte del coronavirus. Hay días en que pueden hablar dos de ellos o los tres y en distintas emisiones, en las que los números y la información van y vienen, así como se hacen oraciones religiosas o se dan recetas de brebajes para curar la enfermedad. El ministro de Salud, Carlos Alvarado, solo ha tenido un par de intervenciones cortas en las reuniones televisadas.

En los últimos partes el Gobierno ha empezado a destacar el número de pruebas realizadas, para asegurar que Venezuela, que solo tiene un laboratorio para evaluar pruebas PCR (reacción en cadena de la polimerasa, por sus siglas en inglés) en tiempo real. Está ubicado en Caracas, y pese a que arrancó la epidemia con apenas 3.000 test que donó la Organización Panamericana de Salud, está haciendo más chequeos que Colombia o Chile -que hace 3.000 al día en 49 laboratorios-, según han asegurado los portavoces oficiales. “Somos el país que hace más pruebas en todo el continente”, repiten a diario.

Las pruebas siempre serán pocas frente a un patógeno nuevo para todo el mundo que está expuesto. Pero en su conteo, que se ha vuelto propaganda, el Gobierno de Maduro suma las pesquisas rápidas a las realizadas por PCR, que es el indicador de mayor fiabilidad para el diagnóstico y el que usa la mayoría de los países. Castro denunció este jueves que en Venezuela solo se han efectuado 5.969 pruebas tipo PCR. Eso significa que apenas se realizan al día entre 85 y 95 pruebas diarias de este tipo, lo que representa 198 pruebas por cada millón de habitantes. “Hoy existe solo un laboratorio en todo el territorio nacional capaz de realizar esta prueba, pero lo más viable es que tengamos entre 10 y 15 laboratorios en el país que la generen. Hemos hecho un estudio y hay al menos ocho laboratorios que tienen el entrenamiento, las certificaciones y los equipos. Únicamente les hace falta los insumos”.

El Gobierno ya hablaba de números récords en pruebas, cuando en un informe de finales de marzo de la Oficina de Respuesta Humanitaria de las Naciones Unidas, instalada en el país en 2019 tras tres años de denunciar la grave crisis sanitaria, se revelaba que las autoridades solo habían hecho 1.779 pruebas, el 8% de ellas con resultado positivo, un número bajísimo del que se desprende que la capacidad de diagnóstico es mínima.

Ahora, cuando se habla de un crecimiento exponencial de los chequeos, no han aumentado sustancialmente las confirmaciones de contagios. Esta semana el Gobierno habla de más de 347.000 pruebas realizadas, más de 12.000 test por millón de habitantes y los reportes se mantienen entre cuatro u ocho casos diarios, con la excepción de 20 asociados a una escuela infantil de béisbol en la isla de Margarita conocidos el viernes pasado, al que se sumaron 21 más el domingo y 22 el lunes.

La información sobre las pruebas que se realizan no es pública. No aparece en el resumen de casos que cuelgan en la web del Sistema Patria, la plataforma a través de la cual se accede a los bonos en dinero para compensar el salario mínimo de menos de dos dólares al mes. “La información que se tiene es muy escueta e irregular. Las pruebas rápidas no son confirmatorias, son de aproximación, no están recomendadas por la OMS ni el CDC (Centro de Control de Enfermedades de Estados Unidos). Tampoco se sabe bajo qué criterio se accede a ellas o a las de PCR”, apunta Castro.

Hospitalización obligatoria
Desde 2017 Venezuela está a ciegas sobre su mapa de enfermedades. El boletín epidemiológico no se publica y es lo que exigen ahora las sociedades científicas en este momento. José Felix Oletta, exministro de Salud y médico internista, señala la importancia de mirar otros metaindicadores para poder entender el comportamiento del coronavirus en un país cruzado por varias epidemias como la del dengue y la malaria, donde han vuelto enfermedades prevenibles por vacunas como la difteria y el sarampión. El reporte de los casos febriles agudos, las infecciones respiratorias agudas y graves son parámetros permiten ver la incidencia que puede tener la llegada de un nuevo virus. Pero esta información que está en el mismo boletín no se conoce.

Otra preocupación de los especialistas sobre las medidas tomadas en Venezuela es la obligación de aislamiento hospitalario de todo el que tenga síntomas, bajo el argumento de evitar los contagios entre familias. “Quiero a todos los infectados hospitalizados”, ordenó Maduro en una comparecencia televisada el 8 de abril. Es lo que se está haciendo con los viajeros, contagiados o no, que han regresado en vuelos humanitarios y a través de la frontera con Colombia.

En opinión de Oletta, la medida puede provocar que la gente evada el diagnóstico por la amenaza de una hospitalización forzada en casos leves o asintomáticos, que son la mayor parte, además que implique un congestionamiento innecesario del frágil sistema de salud venezolano, que según el Gobierno cuenta con 23.000 camas y 1.200 cupos de cuidados intensivos, cifras que organizaciones de médicos ponen en duda y señalan de insuficiente. “Esto va en contra de todo lo que han hecho sistemas más robustos”, advierte Castro.

El epidemiólogo Alejandro Rísquez asegura que el coronavirus no ha entrado de forma masiva al país, pero está en la cola. Asoma una posible explicación al lento avance a la férrea cuarentena, adoptada tempranamente y que atraviesa el segundo mes de vigencia, pero también a factores previos a la llegada del virus. “La crisis humanitaria hizo mucho antes para que la gente no se moviera, con reducidos vuelos. Ahora hay una crisis más terrible que es la de combustible que limita aún más la movilidad y tienes la fuerza militar en todo el país vigilando. Eso, sin duda, tiene efecto, pero en algún momento se va estirar la cuerda, porque la gente necesita salir y va a crecer la epidemia y el número de camas y respiradores seguirá siendo muy bajo”.

Con información de El País




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