La ola de calor de estos días me obligó a salir de casa y caminar un rato. Me llegué al Centro Comercial Concepto La Granja, donde venden unas deliciosas paletas de esas que refrescan. Mientras deleitaba el helado, observé colchones inflables dentro del estacionamiento. Uno que otro niño disfrutaba jugando.  El fondo musical me hizo viajar en el tiempo pues colocaban algunos éxitos de la super estrella brasilera Xuxa, muy famosa en Venezuela en la década de 1990.

“Es la hora, es la hora, es la hora de jugar, brinca, brinca palma a palma y danzando sin parar”, se escuchaba en la voz de la rubia carioca. Hasta provocaba tararear el coro: “Y lari lari lari e, oh oh oh”. Recordé esas fiestas infantiles en las que éramos niños bastante inocentones. En mis tiempos, no se hipersexualizaban los espacios infantiles. De repente, empezaron unos cambios bruscos en la música: “Yo quiero perrear” “oh oh oh”, “Dónde están los hombres”, “A lanzarse al piso”. Volvía a repetirse con insistencia el asunto del perreo. Obvio que me pareció grotesco y de mal gusto, sobre todo porque es un espacio dedicado a niños, que, desde mi perspectiva, deberían estar escuchando otras cosas.

Me pregunté a mi mismo, si me había convertido en un viejo conservador radical. Pero me respondía que NO. Soy bien abierto con esos temas sobre el derecho a disponer del cuerpo, una abierta educación sexual en las aulas, apoyo algunas luchas feministas, pero de ahí a permitir que niños y niñas entre uno y cinco años escuchen ese tipo de letras, me parece bastante aberrante. Me alarmé mucho más cuando observé que representantes permanecían inmersos en sus teléfonos y muy pocos jugaban con sus pequeños. A más nadie parecía incomodarle la estruendosa música, repito, nada acorde para un público infantil.

Me quedé observando un rato más. Inicio conversación con una abuelita que caminaba por el centro comercial y pensaba igual que yo. Incluso señaló: “y dónde está la Lopna, estos son los espacios que deberían estar supervisando”. Me dijo preocupada que, en efecto, las cosas han cambiado, que hoy en día en esas fiestas infantiles, los padres colocan reguetón con letras extremadamente vulgares, que, en muchos casos, denigran de la mujer.

Situaciones como estas, aunque a muchos les parezca una tontería, muestran las crisis que estamos experimentando como sociedad. Los jovencitos deben ir viviendo experiencias de a poco y no someterlos desde temprana edad, a situaciones que considerarán normales. Ese tipo de letras naturalizan la misoginia, le hace el juego al machismo, hipersexualiza a los menores de edad exhortándolos a un “perreo” que se ha vuelto cotidiano en todos los sectores sociales, bajo la excusa de que “es pegajoso”. Después nos preguntamos por qué ocurren determinadas situaciones que desestabilizan familias y evidencian la urgencia de una educación en valores, no solo para los jóvenes, creo que los más necesitados son las madres y padres que permiten que sus hijos padezcan estas atrocidades. Definitivamente todos debemos interpelarnos y revisarnos.




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