Nuestra querida amiga Alecia Franco de Ortega haría su paso a la paz del Señor en la víspera del inicio de las festividades de la Virgen del Socorro, patrona de Valencia, de quien era ferviente devota. Nuestra madre del Cielo la acompañaría en su camino a la luz, al reencuentro definitivo con las almas de sus seres queridos que se adelantaron en el camino. Ella llegaría sin carga de dolor o angustias, con sus amores de equipaje y sus oraciones por su gente, su ciudad y su país.

Alecia deja un gran vacío, anticipado su paso por este terrible virus que ha cambiado vidas de millones y alterado el curso de la misma historia universal. Ella se iría como siempre fue, sin ruido ni aspavientos, pero dejando la huella profunda que solo esos seres especiales que influyen en la vida de los demás marcan sobre la arena de la playa de la existencia terrenal.

Se va con esta nueva ola viral que pensábamos habríamos superado ya en estos meses de finales del segundo año de la pandemia. Tiempos que han producido cambios en cada ser justo cuyo espíritu se sacude ante lo irreversible increpando conciencias e interpelando procederes, más allá de las lágrimas y las ausencias.

Ahora Alecia se reúne con quienes fueron sus compañeros durante años, señalando personajes y destacando eventos relevantes en esta Valencia a la que sirvió y amó entrañablemente. Ella se llevó sus crónicas y sus notas para volver a hacer la sección Gente y Eventos de nuestro diario El Carabobeño. Allí en ese sitio de luz le esperaban Alfredo Fermín y Consuelo González Cortez para volver a exaltar a las personas notables y destacar los acontecimientos que hacen y harán diferencia en esta ciudad tan amada y a la vez tan golpeada por una revolución destructora y su nueva simbología del poder, con sus oscuras imágenes y antivalores sembrados en estos tiempos de sombras, de especies nocturnas, de abusos y egos desbordados en lujuria y riquezas mal habidas.

Alecia, Alfredo y Consuelo escribirán las nuevas páginas doradas de Gente y Eventos donde aparecerán las citas celestiales de aquellos que seguirán honrando a la ciudad, su gentilicio, tradiciones y valores, con compromiso reeditado e inquebrantable hacia el futuro, para que las nuevas generaciones de valencianos, aquí nacidos o venidos de otros lados, la sigan honrando, defendiendo y construyendo mejores realidades en este valle del Cabriales, en las mismas faldas de sus cerros, desde la cordillera del norte hasta la sabana del sur, con el sentimiento intacto de amor a Valencia en quienes la seguirán amando, como lo hizo Alecia, más allá de estos tiempos y sus adversidades.

 




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