De cuando en cuando se plantea un debate que involucra a autoridades y fanáticos del futbol y del béisbol. Algunos han sugerido la necesidad de eliminar regla del “fuera de juego” y que hay que acercar al home plate las cercas de los estadios del béisbol. La sustentación de esta posición es que el gol y el jonrón son los reyes de ambos deportes y que si se flexibilizan estas normas, acudirá muchas más gente al estadio y encenderán mas televisores para ver goles o a batear jonrones.

Afortunadamente, estos señores con la mirada puesta en la taquilla y en el rating no han tenido éxito “por ahora” porque es verdad que habría más goles y más jonrones, se vendería mas cerveza, perros calientes y pinchos, pero todo esto se haría en detrimento de la belleza del juego, de la riqueza de sus tácticas y de la inteligencia que debe existir para dirigir un equipo.

El mercado se volcaría hacia los delanteros, los virtuosos del regate, los sprinters del “coast to coast” y, lo peor de todo; hacia los “caza güiris” oportunistas, cuyo único mérito seria estar cerca del arco y esperar que le llegue el balón para patearlo. Se perdería el encanto del armador del juego; del repartidor de balón; de las estrategias defensivas y ofensivas. En el béisbol, perderíamos la fascinante aventura del bateo y corrido, del “squezze play”, del robo de base, del toque sorpresa.

Pero sobre todo, perderíamos lo más importante que tiene el deporte de conjunto: su dimensión pedagógica, su valor más preciado que es el trabajo en equipo. La repartición de responsabilidades; la postergación del record y el brillo individual para lograr la victoria de la escuadra.

Los equipos suelen ser más que la suma de las habilidades individuales. Los mejores entrenadores son los que saben sacar partido al variopinto talento de sus jugadores y que combinan sabiamente el trabajo desde los deportistas con del aguatero y hasta el encargado de los lockers.

No suele bastar con reunir talento, hay que saberlo combinar. No solo basta con goleadores y jonroneros (que lo digan los Rockies de Colorado de los años 90, que llegaron a alinear al gato Galarraga. Larry Walker, Vinicio Castilla y Dante Bichete, bateadores de 40 jonrones por temporada y no pudieron ganar un banderín) y estrellas como Ibramovic, Van Nistelooy, Totti, la leyenda de Buffon que nunca pudieron levantar una Copa de Champions League.

En la política universal y hoy en la venezolana, hay mucha gente también que quisiera eliminar el fuera de jugo y acercar la cerca de los jonrones. Hay gente que piensa que se puede jugar adelantado o hacerle swing a cualquier bola mala. Olvidan que el único trabajo que lleva las victorias es el trabajo en equipo y disciplinado. Hay muchos que se dejan encandilar por el gol que piensan meter o el jonrón que puedan batear sin importar si ello ayuda o no ayuda al equipo.

Estos jugadores llegan a pensar que si al equipo le cuesta ganar, pues entonces lo lógico es que se busque brillar con luz propia, sin importar si eso sirve o no sirve a la causa colectiva. Tienen la mirada puesta en la próxima temporada y en los scouts que los miran desde la tribuna.

Hay dos acontecimientos que ilustran muy bien estas amenazas al trabajo en conjunto y a la estrategia general del equipo. Uno se está desarrollando en los terrenos de la economía. Lastimosamente, el mundo empresarial venezolano, marcha a hacia una controversia previsible. Un sector de sus agrupaciones gremiales, ha entrado en la lógica planteada por el gobierno en detrimento de la necesaria compenetración y acuerdo de todos, para afrontar juntos los desafíos que plantea un régimen que ha arruinado el país, aniquilando las libertades civiles y económicas. Han pensado que jugando adelantado, podrían sacar provecho, poner el pie y empujar la pelota a las redes. Hacer una jugada individual que no necesariamente ayuda al equipo.

Otro tanto está ocurriendo en la política. El régimen ha lanzado en este estanque su anzuelo también a ver quién pica. Han anunciado las elecciones regionales y municipales para tratar de que se alboroten los demonios de las aspiraciones individuales, hacen como si la van a pasar bombita por el centro del home para ver cuantos se engolosinan y le hacen swing de jonrón, pensando en sus números y no en los del equipo.

Unos y otros olvidan que la única manera cómo podemos garantizar éxito en el largo camino a la libertad y por la recuperación de la democracia que hemos emprendido, es que nos mantengamos unidos y que, como Ulises, nos tapemos los oídos con cera y nos amarremos al mástil para no sucumbir a los cantos de sirena.

Las tentaciones de los negocios que se pueden ofrecer y las gobernaciones que se pueden ganar, serán quimeras si la lucha por ellas no forma parte de un esfuerzo general, de una estrategia común que las haga parte del objetivo general de reconquistar la democracia para Venezuela.

Estamos al borde de reeditar el escenario del 6D: Un grupo de venezolanos, que se dicen opositores, intento infructuosamente que la gente fuera a votar: No lo lograron. Nuestros compatriotas solo regresaran al voto y al derecho de elegir, cuando estemos en unidad y cuando perciban que el sistema electoral vuelva a ser confiable.

Hay quienes apuestan equivocadamente a sus “capacidades” ´para cambiar individualmente esta tendencia. Lamentablemente están equivocados. No estamos en momento de estrellas, ni de records personales. Es el momento de jugar para el equipo y de mantenernos consecuentes con una estrategia.

El mundo se ha puesto en marcha de nuevo en solidaridad con la Venezuela que sufre. Lo sensato es acompañar ese esfuerzo en el cual están empañadas las democracias más decentes del mundo: Resolver nuestra crisis política y social a través de unas elecciones libres, justas y verificables.

Eso es lo que hay.

Lo demás son fantasias.




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