Todos conocemos la expresión que sirve de título a este artículo. Se comenta que la hizo el mítico Garrincha a Feola, el director técnico del Brasil en aquel mundial de Suecia en el que los cariocas y Pele, deslumbraron al mundo con la primera exhibición del “jogo bonito”. Un performance que casi todo muchacho con un balón en los pies, quiso imitar luego. Cuentan que Feola, dibujaba en un pizarrón, la estrategia de juego contra la URSS, en el partido del día siguiente. El entrenador daba instrucciones a los jugadores pareciendo que los contendores jamás iban a tocar el balón. Fue allí cuando Garrincha le espetó: “pero bueno, acuérdate que los rusos también juegan”.

Desde entonces, se suele usar la expresión para indicar que no es una buena estrategia pensar que un adversario en la política, en el deporte o en los negocios, se va a quedar de brazos cruzados dejando que tú desarrolles el juego que pretendes y que ya tienes planificado.

Sin embargo, no solo de ese significado va esta nota, también queremos poner de relieve aquí como Rusia ha venido desempeñando un rol beligerante en la geopolítica mundial que, aunque no se corresponde con su potencia económica (Rusia es una economía más pequeña que España y casi del mismo tamaño de la de California) ha podido hacerlo, gracias a la importancia que ha acordado a su fuerza militar convencional y a los nuevos medios de guerra de cuarta y quinta generación. Medios baratos y eficaces, como los que despliegan sus legiones de hackers y robots mediáticos, para desorientar al enemigo.

A diferencia de China, cuyo papel comentamos en la nota anterior, Rusia si tiene en su ADN nacional la vocación imperial de gran potencia. No han tenido que construir ninguna Gran Muralla, porque sus extensísimas tundras heladas más de la mitad del año, le han defendido siempre de cualquier intruso. El mismo general: “el general invierno”, derrotó a dos de las maquinarias bélicas más poderosas en su época: los ejércitos de Napoleón y los de Adolfo Hitler.

De manera, que sus fuerzas militares han sido concebidas siempre para la expansión y para la creación de un espacio vital “Gran Ruso”. Su obsesión geopolítica y militar ha sido obsesiva en tener acceso a puertos de aguas calientes, por eso la península de Crimea, en el Mar Negro, es una de sus joyas estratégicas. El Mar Negro baña también las costas de Turquía y de allí, se sale al Mediterráneo, su más cercano “mar caliente”. Catalina la Grande lo entendió así y la arrancó al Imperio Otomano, deteniendo con ello, la expansión musulmana de la época. Siglos después, la Guerra de Crimea, reafirma esta importancia y, aunque ingleses y franceses toman su control, se retiran y la dejan en manos rusas por el Tratado de Paris, luego de que la respuesta de las fuerzas zaristas, amenazara el interior de Turquía.

Hoy, con la retirada de Estados Unidos de Siria y el abandono de los kurdos que luchaban en esa zona y en Turquía e Irak, contra el Estado Islámico, Rusia ha consolidado su posesión del estratégico Puerto de Tartus, cedido por Bashar Al Asad. Ya, con esta base en “aguas calientes”, avanza en su proyecto secular de “un puerto en cada océano”

Por esta razón, a Rusia hay que jugarla en todas las quinielas de la nueva realidad geopolítica mundial, incluyendo la situación de Venezuela, en la que juega un papel de primer orden.

En nuestro pais han logrado también, otra avanzada de su plan estratégico: tener un puerto en el Caribe. Solo que, en este caso, comparte su influencia con Irán, China y una Cuba que actúa de croupier de casino, repartiendo las cartas y cobrando caro, su conocimiento del terreno.

En efecto, somos un Oriente Medio del hemisferio occidental, con todas las consecuencias que ello puede traer. Sin embargo, paradójicamente, y eso es lo que tratamos de explicar en esta y otras líneas que hemos escrito sobre el particular. Este hecho que es fuente de muchas de nuestras desgracias y padecimientos, puede convertirse hoy en una llave que abra la puerta de una eventual solución a nuestra tragedia.

¿Por qué? Pues porque Chávez y Maduro –lo repetimos- nos convirtieron en un peón de ese ajedrez mundial de todas estas potencias y sus intereses y es, en ese terreno, donde nuestra suerte se va a jugar. Veamos: Ha quedado demostrado, efectivamente, que quienes enfrentan a los Estados Unidos nos han escogido, no para ocupar nuestro territorio y asumir la obligación de gobernarlo, como se hace en las guerras tradicionales de conquista, sino para propiciar una desestabilización en la región que es su verdadero interés. Es por esa razón que en Venezuela se añade, en esta lucha geopolítica tradicional, el ingrediente de la influencia del narcotráfico, de los grupos irregulares y el uso de la delincuencia como método de control social.

Dicho en pocas palabras, una parte de los intereses mundiales están interesados en la “Somalizacion” de Venezuela. Un país en el norte de la América del Sur, con una ubicación tan importante como la de Somalia a la entrada del Golfo de Adén y, por consiguiente, del Mar Rojo y el Canal de Suez.

Pero, atención. Siempre hay otra cara de la moneda. Hay un mundo distinto al que juega a esa entropía satánica y es el de las democracias occidentales, que deberían estar interesadas oponerse a ese plan este plan y que ya han apostado por ello, ejerciendo presión individual y multilateral al régimen de Maduro en procura de restaurar la democracia en Venezuela y apoyar los esfuerzos que la mayoría de los venezolanos hacemos en ese sentido.

Hay, entonces, un margen de posibilidades (los próximos meses dirán qué tamaño es) para que esta nueva realidad geopolítica del mundo nos pueda ayudar en ese camino. Hay signos evidentes de que la rueda de la diplomacia y la política vuelve a ponerse en movimiento y eso es bueno. Pero ¡Ojo!, también debemos decir que no cualquier gestión será positiva.

En efecto, como hemos dicho en notas anteriores, creemos que, el formato de una nueva ronda de negociaciones sobre Venezuela, no debería repetir el de las anteriores. Hay que decir al respecto que así como hay gente con la que no se puede hacer negocios sin un fiador, con el régimen de Maduro no se puede negociar sin garantes. Es decir, sin países aliados del régimen y de los demócratas, que se comprometan a ejercer presión para que las partes cumplan lo acordado. Sería una ingenuidad que los negociadores se saquen una foto en la firma de un acuerdo y que se vayan luego a sus casas como Chamberlain y Daladier, agitando en las manos un papel cuya tinta aún estaba húmeda cuando Hitler invadió a Polonia, violándolo.

Alguien tiene que garantizar que esa chapuza no se repita en nuestra contra.
Tampoco podemos dejarnos “guaralear”. Maduro quiere seguir comprando tiempo. Espera usar una negociación eventual para ayudar a Castillo en el Perú y a Petro en Colombia. Mientras más largas se le den al asunto, mejor para él. Hay que exigir, entonces, que cualquier negociación sea pronto y sea rápida. Hay que saber con prontitud si hay o no resultados y a que debemos atenernos. No estamos para ingenuidades, ni para perder el tiempo.

Termino esta nota con una cita de Tucides, en su estudio sobre la Guerra del Peloponeso y que ha hecho circular Pérez Reverte, últimamente.

“Debemos hacer siempre nuestros cálculos frente a los enemigos pensando que estos tomaran decisiones acertadas, pues no hay que basar nuestras esperanzas en que los enemigos se vayan a equivocar”.

Mientras tanto, los rusos avanzan con su puerto en la Somalia del Caribe.
¡Garrincha lo tenía claro!




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