Para llevar a cabo la evangelización de los pobladores de las nuevas tierras conquistadas por los españoles en Hispanoamérica, y específicamente en Venezuela, la corona dispuso a partir del año 1512, el envío de sacerdotes de las órdenes jesuitas, capuchinos, franciscanos y dominicos los cuales llegaron primero a Cumaná, Margarita y Guayana.

En menos de doscientos años estarán en casi todo el territorio nacional; es importante recordar que Su Santidad Papa Paulo III en junio de 1537, emitió la Bula Sublimis Deus, dedicada a la protección de los indígenas, indicando que:

“Los indios son seres humanos e hijos de Dios y por lo tanto no se les podía reducir a la esclavitud, ni maltratar, ni despojar de sus propiedades”.

La actividad de los sacerdotes recién llegados al nuevo continente, era difícil por cuanto tenían que habituarse a las duras condiciones climáticas, al abuso de algunos conquistadores con los indios, dedicarse a la construcción de los conventos y a la enseñanza de la religión católica, del idioma y las costumbres hispanas a los habitantes del Nuevo Mundo; ejemplo de ese apostolado es el que realizó en el año 1521, el sacerdote dominico fray Bartolomé de las Casas, en el oriente de Venezuela, es importante resaltar que de las Casas, en un gesto piadoso, abogó por la traída de los negros africanos para aliviar el trabajo de los indios.

El 21 de julio de 1531, el Papa Clemente VII, mediante la Bula Pro Excellenti Prae Eminentia, dictada en Roma, designó a Coro, primera Diócesis en Venezuela dependiendo del arzobispado de Sevilla; correspondiéndole a Santa Ana de Coro, “Raíz de Venezuela” la ubicación de la sede;

a tal fin designó como Primer Obispo al sacerdote español Rodrigo Bastidas, de unos veintiocho años, hijo del conocido conquistador del mismo nombre, quien funda Santa Marta la Primera Ciudad de Colombia y de Tierra Firme americana.

El sacerdote Bastidas ante la imposibilidad de presentarse en Coro para iniciar sus funciones, designó al Deán Juan Rodríguez de Robledo y para el cargo de Chantre (dignidad de la Iglesia), designó a Juan Frutos Tudela. El obispo Bastidas ocupó su alta responsabilidad en junio de 1534, realizó su apostolado en beneficio de la protección de los indígenas y en la construcción de la improvisada iglesia, que con el transcurrir del tiempo se convirtió en la Santa Iglesia Catedral, sitio donde el 4 de agosto de 1806, nuestro siempre Precursor, el generalísimo Francisco de Miranda, colocó la bandera de la redención, distribuyó y colocó en la puerta su Proclama impresa en la corbeta Leander.

El obispo Bastidas también desempeñó la función colateral de gobernante civil de Coro. En 1542.

Por motivos de salud se retiró del obispado para trasladarse a Santo Domingo, en esa isla caribeña murió el año 1570; le sucedió en el cargo el obispo español Miguel Jerónimo Ballesteros. Coro se mantuvo como sede del obispado de Venezuela hasta el 20 de junio de 1637, cuando pasó a Santiago de León de Caracas por disposición de una Real Cédula; el obispo para esa fecha era Juan López de la Mata; desde esa importante fecha, Caracas se convirtió en la Diócesis de Venezuela, sus autoridades crearon en 1696 el primer seminario (Santa Rosa de Lima), convertido en 1725 en la Real y Pontificia Universidad de Caracas y el 24 de junio de 1827 por disposición del Libertador en Universidad de Caracas, futura Universidad Central de Venezuela.

El primer obispo nacido en nuestro país fue el distinguido sacerdote Francisco Ibarra, natural de Guacara en 1726; fue también en 1791 el primer obispo de Guayana; en orden cronológico fue el vigésimo sexto obispo de Venezuela, y le cupo el honor de ser designado el 16 de julio de 1804, primer Arzobispo de Venezuela, y por lo tanto pionero de la Arquidiócesis en Venezuela. Ibarra murió el 19 de septiembre de 1806, cumplía esa fecha los ochenta años de edad; sus restos se encuentran en el Panteón Nacional.

Uno de los últimos obispos de Venezuela, fue el español Diego Antonio Diez Madroñero, natural de Toledo-España, fallecido en Valencia el 3 de febrero de 1769, en plena y abnegada actividad pastoral, preocupado en la construcción de un hospicio; sus restos se encuentran en la Santa Iglesia Catedral de Valencia.

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