Existen muchas definiciones de la palabra prevención. Podemos entonces, considerar que la prevención son todas aquellas acciones que se ponen en marcha con la intención de evitar de manera anticipada un daño o un evento desfavorable.

Cada uno de nosotros contamos con lo que conocemos como factores de riesgo. Son todas las situaciones, acciones y actividades que aumentan las posibilidades de que ocurra un daño. Por otra parte, también tenemos los factores de protección, los cuales son todos aquellos que disminuyen la posibilidad de que se suceda algún daño.

Para el diseño de los programas preventivos se debe hacer un estudio detallado y minucioso del problema. También, estudiar la población a la cual va dirigido y de manera fundamental conocer los factores de riesgo y protección de esa población, porque estos programas tienen como finalidad evitar la aparición del daño o minimizar el impacto en las personas.

Por los años 80, algunos autores de la sociología como Jack Goldstone sostienen que la prevención constituye un conjunto de actividades dirigidas a identificar los grupos vulnerables de alto riesgo y para los que pueden emprenderse medidas con el objetivo de evitar el inicio de algún problema.

En la puesta en marcha de los planes preventivos se busca potenciar al máximo los factores de protección, para que su impacto permita minimizar la acción de los factores de riesgo y de esta manera lograr disminuir de forma sustancial la posibilidad de que ocurra el daño.

Los programas preventivos para que tengan éxito deben tener una estructura que nos permita abarcar la mayor cantidad de la población vulnerable. También, deben ser sustentables en el tiempo, pero además deben ser dinámicos, lo que ofrece la posibilidad de adecuarse a las necesidades siempre cambiantes de la población a la cual van dirigidos.

Aunque parezca complicada, la prevención es parte de nuestra cotidianidad, las acciones adecuadas, tener una actitud proactiva. Un desarrollo y desenvolvimiento social, familiar, escolar y laboral adecuados contribuyen a generar esos espacios de convivencia que nos permiten elevar nuestro sistema de vida.

Tener estilos de vida saludable, promoviendo la asertividad social, con una individualidad y autoestima acorde con las necesidades de cada individuo, nos permiten llevar una vida mucho más placentera, libre de situaciones de conflicto y estrés.

Tomando estos detalles podemos decir que debemos generar para nuestros hijos un clima de armonía que les permita crecer y desarrollarse de una manera integral, en el puedan expresar su imaginación y creatividad, para que se sientan a gusto con el momento que están viviendo.

Ellos deben ser los dueños de su tiempo y una vez cumplidas las tareas rutinarias del hogar y la escuela, debemos permitirles que usen sus habilidades en todas aquellas actividades que realmente les apasionan y los hacen crecer.

Son ellos los que deben decidir qué hacer con su tiempo libre. Si bien es cierto que los deportes, las artes, la lectura, y muchas otras opciones les permiten tener menos tiempo de ocio y centrarse en un contexto que les permita mejorar sus habilidades personales y sociales, no es menos cierto que son ellos los que deben tomar esta decisión, ya que así se sentirán felices y productivos con lo que hacen.

 

 




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