El cambio de gobierno, en los EEUU, no es un hecho baladí que puede pasar desapercibido. El afro descendiente Obama, no por diferencias de raza, sino por cuestiones eminentemente políticas e ideológicas está en las antípodas del pensamiento del catirito Trump. Éste no se ha andado por las ramas cuando, en lo relativo a Venezuela, expresó en su reciente campaña desde Florida: “(…) ahora, hablemos de un lugar llamado Venezuela, Miami está construida con el duro trabajo de la increíble gente de Venezuela. Pero han sido heridos terriblemente por los comunistas de Venezuela y el próximo presidente de los EEUU debe mantener solidaridad con toda la gente oprimida del hemisferio y estaremos con los oprimidos, y hay mucha gente oprimida en Venezuela que está anhelando ser libre y anhelando ayuda. El sistema es malo pero la gente es grande ¡Grande!”.
Quien así se expresó en campaña, ahora como Presidente acaba de designar como Secretario de Estado a una víctima de los desafueros del chavismo venezolano: Rex Tillerson, quien ocupaba puesto de dirección en la Exxon Mobil cuando esta empresa mejoraba crudo pesado de la Faja bituminosa del Orinoco y fue expropiada, arbitrariamente, por el régimen chavista. Este señor, quien tampoco se anda por las ramas tiene, así mismo, una posición durísima frente a las relaciones de USA con Cuba y así se expresó, ante la Comisión de Política Exterior del Senado, cuando iba a ser designado en su nuevo cargo de “Canciller” de Trump: "Nuestro acercamiento reciente con el gobierno de Cuba no estuvo acompañado por concesión alguna de derechos humanos. No les hemos exigido cuentas por su conducta, sus líderes recibieron mucho, mientras que su pueblo recibió poco. Eso no ayudó a los cubanos ni a los estadounidenses". No hay dudas, entonces, que la nueva administración va a endurecer su posición frente al gobierno de Raúl Castro, quien es el principal socio o, más bien, jefe político, policial y militar de Venezuela.
Tillerson también es un conocedor a fondo de la situación rusa, no en balde trabajó en labores de exploración petrolera en ese gran país. Se dice que es partidario de mejorar las relaciones con su amigo Putin. Ahora, la pregunta de las sesenta y cuatro mil lochas es la siguiente: ¿qué significa para la administración Trump mejorar las relaciones y llegar acuerdos con la gran nación euroasiática. No será acaso el reparto claro de influencias donde Europa Oriental, incluyendo el Cáucaso, quedaría en manos de Rusia a cambio de sacar sus manos de Venezuela y permitir una transición política en este país?
Para mayor inri de Maduro y sus aliados cubanos, el nuevo Secretario de Defensa norteamericano es el “padre” de los halcones de la guerra gringa, James “perro rabioso” Mattis, quien opina que el problema venezolano se debe resolver como hicieron en Panamá con Noriega.
Ahora bien, si la nueva administración gringa amenaza con revocar las concesiones otorgadas por Obama en Cuba, si el mismísimo Presidente Trump va a endurecer su posición sobre Venezuela y de ello se va a encargar el “expropiado” Tillerson, si el otro aliado mayor de Maduro (el indescifrable Putin) estaría dispuesto a cambiar Venezuela por el Cáucaso y si, además, quien dirigirá las fuerzas militares más poderosas del mundo es el señor “perro rabioso” Mattis, pareciera entonces, digo, que la geopolítica les impide a Maduro, Diosdado y compañía, exhibir esa soberbia y prepotencia que ha llegado al extremo de pretender borrar, de la faz de la tierra, a la oposición democrática venezolana que hoy, sin dudas, representa más del 80% de la opinión pública nacional.
Una pregunta un tanto ingenua para finalizar: ¿no será más provechoso desde el punto de vista político, para maduristas y castristas, levantar la bandera blanca de la paz- o de la rendición- y decirles a Trump, Tillerson y a “perro rabioso” Mattis, que están dispuestos a guardarse en el bolsillo trasero de sus vestimentas el hacha de la guerra y abrir negociaciones serias (cumpliendo lo acordado) con la alternativa democrática venezolana? Esa puede ser la única salida que les salve el pescuezo a ambas administraciones.
Como al Presidente nuestro parece que no le cae la locha, entonces, le sugerimos: Maduro, mi sangre, pregúntale a Raúl, pero cuídate de complacerlo, su respuesta puede ser una terrible exigencia: “tu pescuezo, a cambio del mío”. Los cubanos siempre recuerdan el viejo dicho: “Oye tú, ante las puertas del cielo… primero yo que mi padre”