El confinamiento para prevenir el COVID-19 es una escena del pasado en la avenida Lara de Valencia. Alta afluencia de personas, nulo distanciamiento social y locales comerciales de sectores no priorizados con santamarías arriba es el ambiente que se observa en las calles.
“Si dejo de trabajar, no como”, alegan comerciantes dedicados a la venta de ropa, calzado, bisutería, repuestos para celulares así como barberos, peluqueras y manicuristas que salen a trabajar para llevar el sustento a sus hogares.
Pese a la extensión del decreto de estado de alarma emitido por el Ejecutivo nacional el pasado lunes, María Sánchez, encargada de una zapatería, decidió romper el confinamiento para abrir las puertas del negocio hace una semana.
Afirmó que teme ser sancionada porque su local no está dentro de los sectores esenciales de alimentos y medicinas, pero prefiere arriesgarse y generar ingresos que quedarse en casa sin tener nada qué comer. Indicó que las ventas son bajas porque la gente mira las vitrinas pero no compra la mercancía.
Gregory Graterol atiende una tienda de servicio técnico de celulares desde las 9:00 am hasta la 1:00 pm. La razón por la que decidió reiniciar actividades es la misma que la de María: buscar comida para sus hijos. “La gente manda a acomodar los teléfonos porque es prioridad pero el movimiento ha disminuido mucho”.
Roxana Sánchez esperaba que le repararan su teléfono. Aseguró que en las nueve semanas de cuarentena solo ha salido a comprar lo indispensable. Opinó que no hay disciplina de los ciudadanos y del gobierno para hacer cumplir las medidas de prevención ante el COVID-19.
Ganancias insuficientes
Blanca González atiende un puesto donde vende afiches y bisutería. No tiene otra opción que salir a trabajar porque de ella dependen ocho nietos. “En mi casa no tengo nada qué comer, uno lo que hace es sobrevivir. En medio día de trabajo solo reúno para comprar dos harinas”.
En la misma cuadra, Yasmín Parra colocó una mesa donde ofrece ropa íntima y deportiva. Se vio en la necesidad de retomar las ventas porque desde hace dos meses no le llega la caja Clap a su vivienda y tiene la despensa vacía.
Casi al final de la avenida Lara está Rosa Sosa, quien vende cigarros desde las 8:00 am hasta las 12:00 pm. Sentada en el suelo y con expresión de cansancio en su cara comentó que las ventas han bajado y con lo ganado en un día solo puede comprar uno o dos productos máximos de la canasta alimentaria.
“Hacerse un cariñito”
En el recorrido se observaron varias peluquerías y barberías abiertas. Angely Zamora era una de las clientes que esperaba salir con el cabello lacio. A pesar de la pandemia, decidió “hacerse un cariñito” que no se hacía desde hace más de dos meses.
Dilian Betancourt es la dueña de una peluquería en la avenida Lara. Luego de ocho semanas con la santamaría abajo tomó la decisión de abrir porque no tenía cómo pagarle a su personal. “No tenemos una mensualidad, vivimos del día a día”.
Eliana Parra es manicurista y admitió sentir ansiedad y temor a contagiarse cada vez que trabaja con una clienta. El uso de tapabocas, gel antibacterial y atender máximo tres personas al día son las medidas que toma para cuidar de ella y de sus siete hijos.
Durante la jornada se apreció que las personas no guardan el distanciamiento social de un metro en las calles ni dentro de los locales comerciales.
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