Hallada muerta en su vivienda una mujer en los Valles del Tuy
/ Foto referencial: Cortesía (Douglas Rico en Twitter)

Adrián* tenía más de una década de su vida dedicada al Cuerpo de Investigaciones Científicas, Penales y Criminalísticas (Cicpc). Pero se cansó. Su bajo sueldo, sumado a las exigencias de hacer su trabajo a costa de lo que fuese, lo obligó a abandonar el sueño que construyó al entrar al Instituto Universitario de Policía Científica (IUPOLC) para adentrarse en la temida selva del Darién y buscar mejor futuro en EE.UU junto a su familia.

A los jefes no les importaba cómo, los detectives e inspectores, e incluso algunos comisarios, deben resolver los casos como sea. Realmente ese es su trabajo, pero tampoco tienen las herramientas. Las hojas para imprimir las denuncias o los expedientes, el toner para las impresoras, la gasolina, la reparación de las patrullas, computadoras, sillas, todo esto y más sale del bolsillo de los funcionarios, cuyo sueldo apenas alcanza los 279 bolívares por quincena, en uno de los mejores casos, o lo que es igual a $34.

El valor de la canasta alimentaria en agosto de 2022 alcanzó $371, según el Observatorio Venezolano de Finanzas (OVF). Un funcionario necesita 11 quincenas para costear un mercado para su familia y además de eso, comprar material de papelería y todo lo que requieran en la oficina. Esa situación obliga a muchos a actuar contrario a sus funciones, a lo que fueron formados, y entonces también corren el riesgo de ser detenidos, despedidos y hasta asesinados en manos del hampa. Por eso, muchos han preferido renunciar a sus puestos.

Extraoficialmente se supo que en los últimos meses, en todo el país, cientos de funcionarios han dejado el Cicpc para emprender otros rumbos fuera de Venezuela. Varios de ellos en Carabobo: Más de siete de la Delegación Municipal de Puerto Cabello, unos seis de Tocuyito y otros tantos de Valencia.

Las cartas de renuncia que han entregado algunos funcionarios explicando que el sueldo es una de las razones para dejar sus trabajos, son rechazadas y deben entregar otra con un formato redactado a conveniencia de quienes dirigen la institución, en un intento de ocultar la realidad de las renuncias masivas, aseguró Adrián.

Para Adrián no fue fácil dejar el Cicpc, pero ya estaba decepcionado. La experiencia en la selva de Darién no fue la mejor: Al quinto día, quedó solo con su familia. Tardó siete días para atravesar «el tapón».

Una de esas noches llovía mucho. Un hombre llamó desesperado a la carpa donde Adrián se resguardaba. «Salgan rápido que el río está creciendo», les advirtió.

Mientras la familia salía para ponerse a salvo, el agua comenzaba a arrastrar la carpa. Todos estaban asustados. Las palabras de un niño lo marcaron: «No te preocupes. Vamos a estar bien porque Dios está con nosotros. Nada nos va a pasar».

Pero la travesía apenas empezaba. Mientras atravesaban el río, la corriente tumbó a Adrián y lo estaba arrastrando. El niño, nuevamente, lo alentaba: «¡Agárrate duro. No te sueltes!» decía mientras otra persona del grupo lo rescataba.

Finalmente, y después de más de un mes de viaje, Adrián y su familia llegaron a suelo norteamericano. Ahora comienzan una nueva vida, alejada de presiones burocráticas y, sobre todo, con un mejor sueldo.

Otros más

La situación no solo ocurre en las filas del Cicpc, en la mayoría de los organismos de seguridad el sueldo no alcanza para muchos. Supuestamente, en la Policía de Carabobo también han renunciado varios funcionarios. «Ahora tenemos patrullas, pero no hay funcionarios», dijo un oficial.

El pasado mes de julio, cuando más venezolanos intentaron pasar el Darién, Freddy Lira, un exoficial de la Policía de Carabobo, murió tratando de llegar a EE.UU. Había renunciado hacía varios años, pero la razón no fue otra que el bajo sueldo que para ese entonces, en 2015, tampoco alcanzaba. Quiso intentarlo nuevamente en otro país, pero sus sueños quedaron atrapados, al igual que su cadáver, en la selva panameña.

 

*Nombre ficticio para proteger la verdadera identidad del protagonista




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