Ellos no se han visto en meses. Ella se quedó afuera cuando suspendieron los vuelos mientras visitaba a su hermana en Madrid. El se quedó aquí con su soledad y la confusión sufrida por tantos en estos tiempos de pandemia.

Con el paso de los meses algunos amigos y otros que no son tanto se hicieron eco de chismes y especulaciones acerca de que ella no quería volver. Tal vez una parte de su ser lo consideraba, pero al final el llamado de la tierra madre y el recuerdo de su hombre le alentaban cada cierto tiempo a emprender el retorno. Lo que haya vivido cada quien durante este tiempo es asunto de ellos, al fin y al cabo tienen edad para ser dueños de sus actos, casi entrando en la clasificación muy común aunque no tan precisa de adultos contemporáneos.

El estaba esperándola. Mientras, vivió su vida, o lo que pudo de ella. Entre restricciones y limitaciones caían los días y las semanas. En medio de confinamientos y distanciamientos se fue el año veinte y ante la pretensión del veintiuno de seguir el mismo camino sintió que su espíritu se revelaba y tomó la decisión de cruzar el Atlántico para buscar a su hembra. Estaba pensando hacer lo indecible para llegar a España cuando llegó la nota de texto, tal y como si el destino tuviese previsto un desenlace distinto pero con el mismo resultado deseado. —Ya tengo pasaje —ella escribió. —Abrieron los vuelos a Venezuela por Cancún —.

El avión planea paralelo a la línea costera y se acerca a la pista de aterrizaje. Ella mira por la ventanilla y ve todo más hermoso que nunca. Un azul intenso en el Mar Caribe y un exuberante verde en las montañas de la Cordillera de la Costa le dan la bienvenida. El está afuera del aeropuerto esperando ya que no le permiten entrar por los protocolos de bioseguridad.

La familia y algunos amigos les recomendaron esperar unos días para verse, pero la prudencial cuarentena se realiza esta vez en cuarenta, pero minutos, desde el aterrizaje del avión hasta el acoplamiento de los labios en el primer beso del reencuentro, porque el amor no puede confinarse ni las ganas de los seres que quieren reunirse en cuerpos y almas. Esa noche bajo la media luna nueva de febrero se unen los amantes otra vez y se funden en un solo cuerpo para que ocurra de nuevo el milagro de amar sin reparo ni medida.

El hombre piensa y su alma se revela, la musa se acerca esquiva y al fin acaricia su sentir: —No te dejaré ir de nuevo, solo quédate ahora y veré que estés bien —. Hoy me reencuentro con tu amor y reverdecen mis emociones marchitas. Es volver a escuchar el torrente del río de la montaña caer y sentir mi agua vital correr en su cauce otra vez. Contigo siento que supero los dolores y tragedias arrastradas con cadenas en estos tiempos recios por los caminos de esta tierra —.

Y al mirar sus ojos iluminados por la media luz de la lámpara de mesa susurra aquel poema que le escribió cuando la ausencia y la distancia le quemaban por dentro.

—Cuando esto haya pasado volveremos a escuchar,
del poeta aquellos versos que no pudo recitar
porque el virus hizo mella en el cuerpo de su amada
para hacerlo callar — .

—Cuando todo esto pase y más allá de esta vida nos volvamos a encontrar
te abrazaré como nunca, como si te fuese a perder,
porque sé que entre mis brazos y en el calor de tu fe,
estarás plena y segura inolvidable mujer —.

Este es el relato de una pasión que iluminó la oscuridad, candil de amor en la penumbra, hoguera que calentó las ganas de querer y prevalecer. Su historia está llena de sacrificios y retos, de caídas y golpes para después levantarse y continuar, de elevar la dignidad sobre la adversidad. Porque la llama sigue encendida en los corazones que alumbran más allá de la tinieblas de las dudas y la angustia.

La hembra duerme ahora mientras el hombre piensa, suspira y sueña despierto. Afuera comienza a verse un tenue reflejo que viene del naciente, un pequeño resplandor que va creciendo poco a poco y se llena de colores, de lilas y purpuras, de amarillos y verdes, de violetas y celestes.

El amor se encontró de nuevo en Venezuela porque aunque se hayan ido muchos amantes ahora vuelve lleno de besos, fe y esperanza más allá de las tragedias de los hombres. Se convirtió en abrazo de cuerpos y almas encendiendo las ansias de volver a empezar. Esta vez los amantes lo cuidarán, lo protegerán, esta vez crecerá más allá de las sobras con las luces del alba en un nuevo despertar.

LUCIO HERRERA GUBAIRA.




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