El 1 de noviembre la Iglesia Católica celebra el Día de Todos los Santos, una festividad religiosa que tiene como fin principal recordar a los difuntos.
El origen de esta fiesta proviene del Samhain celta, una festividad pagana que se exalta en el solsticio de otoño y que fue reacondicionada para adaptarse a los patrones cristianos.
La romanización de las tribus celtas y la desaparición progresiva de la religión wiccan hizo que el Papa Gregorio IV pudiera realizar una reinterpretación según los principios cristianos.
Desde el año 840 la fiesta pasó a llamarse All Hallows Eve (Día de Todos los Santos).
Para facilitar la conversión, la nueva fiesta aprovechó la importancia que los celtas daban al recuerdo a los difuntos en Samhain y mantuvo este elemento en el Día de Todos los Santos.
Esta celebración arraigó profundamente en países de tradición católica como España, Portugal e Italia y en prácticamente toda Latinoamérica, donde se mezcló con sus propias fiestas y tradiciones.
En España, por ejemplo, es costumbre acudir a los cementerios para visitar a los difuntos y luego reunirse con la familia o los amigos.
Fuente: muyhistoria.es