Las grandes plumas del periodismo carabobeño se están yendo y resulta preocupante que las nuevas generaciones no se interesen en hacer periodismo de opinión. En 2020 nos dejó Alfredo Fermín, referente del arte, del periodismo político y la defensa de la ciudad a través de la columna Hoy y después en Valencia. En 2022 los árbitros de la muerte se llevaron al maestro Luis Cisneros Croquer y recientemente a Pancho Pérez, con quien tuve la oportunidad de compartir en los espacios de El Carabobeño.

Los tres dejaron un vacío en las páginas de los medios locales. Difícilmente encontramos en la actualidad articulistas con la sagacidad que los caracterizaba, en especial la de Pancho Pérez en su columna En Secreto, la que dejó de publicarse desde 2019 debido a problemas de salud. Pérez le daba un toque especial a la fuente política en Carabobo, razón por la cual, En Secreto fue de los espacios más leídos. Las apreciaciones del periodista tenían peso, reconocía, pero también cuestionaba y señalaba cuando las cosas no se hacían con transparencia, lo que le llevó a enfrentar juicios inmerecidos.

La ausencia se siente. Se complica a los lectores hurgar en los espacios opinativos y conseguir visiones del mundo escritas por periodistas. Los profesionales más jóvenes le huyen a la opinión, quizá por la misma situación política venezolana, en donde se ha criminalizado a las letras y la propia inteligencia. Algunos lo hacen a través de plataformas digitales desde sus cuentas personales, pero a veces lo que conseguimos es “periodismo selfie”, es decir, se escribe del propio periodista, de los lugares dónde va a comer tequeños por intercambios publicitarios, perdiéndose de esta forma la seriedad, la mística y hasta la propia credibilidad.

En este contexto, obviamente que extrañamos a las plumas que nos permitían adentrarnos a realidades contadas desde sus perspectivas. El periodismo de opinión no es para todo el mundo, por eso abogamos a que pronto volvamos a tener referentes carabobeños de un género que amerita madurez, años de lectura, argumentar lo que se dice, relacionarse con fuentes de todo tipo y, sobre todo, respeto por las audiencias.

A Pancho Pérez, el último que se nos fue, lo recordaremos igualmente como uno de los grandes. Un hombre íntegro que enfrentó ataques, pero también disfrutó del respeto y cariño de quienes lo leímos. A su familia, le extendemos un gran abrazo, en especial a su hija María Gabriela, quien, por cierto, fue mi estudiante en las aulas de la Universidad Arturo Michelena.




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