Las aglomeraciones en las paradas comienzan a formarse desde la madrugada. La gente sale a la calle ansiosa por tener a disposición una unidad de transporte para trasladarse a su destino, pero cada día que pasa se dificulta más esta tarea.
El presidente del Sindicato del Transporte, Adolfo Alfonzo, sostuvo que él advirtió, desde hace tiempo, que esta situación se presentaría, pero ninguna autoridad que pudiera buscarle solución al problema tomó su denuncia como valedera.
Alfonzo sostiene que el transporte público en la Gran Valencia se encuentra en terapia intensiva, pues de siete mil 800 unidades que circulaban en el 2015, ahora solo quedan unas 400, en perjuicio de los usuarios. Más de medio millón de personas requiere de este servicio. Son las que viven en los municipios Valencia, Naguanagua, San Diego, Los Guayos y Libertador.
Por eso es que se ven tantos camiones de estaca, camionetas pick-up y hasta cavas transportando pasajeros. Adolfo Afonzo estima que con el tiempo, ese será el único medio de transporte que tendrán los carabobeños, porque las pocas unidades convencionales que hacen sus recorridos, siguen saliendo de circulación por falta de cauchos, baterías, repuestos y otros insumos.
Para colmo, el Gobierno Nacional suspendió los operativos de venta de cauchos, baterías y lubricantes, lo que acentúa el problema. Citó por ejemplo que un litro de aceite de motor cuesta 400 mil bolívares y muy pocos conductores pueden asumir un gasto así. “Ya esto colapsó. Nosotros lo advertimos pero no nos prestaron atención y aquí están los resultados”.
El dirigente sindical apuntó que a diario se ven en las calles las camioneticas y autobuses accidentados. Buena parte de ellos salen de circulación posteriormente.
EL SUFRIMIENTO DE LOS USUARIOS
Nohemí Sarmiento señaló que ya no sabe a qué hora levantarse para llegar a tiempo a su trabajo. Antes ponía el reloj a las cuatro para preparar comida y salir a las cinco. Ya bajó una hora más por lo que se para a las 3:00 a.m., pero por lo general llega tarde.
A pesar de que es joven y no tiene ninguna limitación física, la señora sostiene que no se atreve a montarse en ningún camión, porque son muy altos y sabe que pone su vida en riesgo. Para regresar a su casa en Flor Amarillo, tiene que repetir el calvario en la tarde.
Cristina de Ibarra, con su hija a cuestas, esperaba una camionetica para Naguanagua en la avenida Cedeño. Tenía más de 45 minutos parada pero cada vez que medio se detenía una unidad de transporte, todos sus compañeros de calvario salían corriendo para abordarla y ella quedaba abajo.
Está visto que quien no tenga carro no puede salir con un niño, porque pierde todo el día esperando transporte, criticó. La situación tampoco es nada fácil para las personas de la tercera edad.
Los autobuses rojos que se sumaron a la ruta entre Valencia y Naguanagua son insuficientes para la gran cantidad de personas que espera ser trasladada.