Se me acusa se creer, de ser ingenuo, de pendejo reincidente. En esta audiencia pública tengo que admitir los hechos. Soy culpable.

Tengo dos décadas en la misma posición. Desde que mi país le diera la oportunidad a la intentona frustrada que usó las armas, causando muertes de venezolanos, para después rendirse, recibir el perdón y tomar el poder.

He creído, sigo haciéndolo, que los venezolanos nos levantaremos frente a la tiranía. Que lograremos el cambio en paz, sinla devastación y tragedia de una guerra civil. Pero ello sólo será posible con un renovado espíritu de unidad nacional. En el que el objetivo supere el interés. En el que el deseo de dar opaque a la ambición de recibir.

Reconozco que muchas veces me he equivocado. Que somos millones los que en los momentos sombríos hemos sido llevados a creer en demasía en una posibilidad. Pero es que al final siempre ha estado allí, insinuante, retadora, seductora, la percepción interna de que el momento se acerca.

Creo en las fuerzas liberadoras del pueblo venezolano. Pienso aún que la gente se revelará ante esta realidad que humilla, y lo hará no solo contra la opresión, sino contra la degradación que significa vivir de las limosnas de un estado corrompido que sospecha y persigue a quien trabaja, prospera y genera riqueza.

Asumo mi responsabilidad de volver a creer que este será el año del cambio. Hubiese querido que no fuera en medio de tanto sufrimiento, de tanta confusión y dolor, de la desconfianza y el recelo, de la ira colectiva y el reproche a discreción. Porque aunque no es fácil para muchos divisarlo existe un punto de encuentro. Está allí esperando por nosotros, por la voluntad férrea de muchos venezolanos para trabajar por la transición hacia una mejor realidad. Porque logremos un escenario compartido en el que logremos sacar lo mejor de cada quien y construir una alternativa viable y creíble de superación de la tragedia.

Soy culpable y lo admito. Pero no soy el único. Somos muchos los que más allá de la esperanza de volver a intentarlo nos levantamos después de cada caída y volvemos a caminaren este largo y tortuoso sendero, en esta brecha que abrimos en la densa maleza, en medio de espinas y mala hierba, entre cadillos y picapica. Allí está el paso a la sabana amplia. Es la nueva pica que abriremos hacia la liberación de Venezuela.

Seamos imputados en el juicio de la historia. Que se nos condene por creer que el cambio es posible y que nuestra convicción pasará sobre los restos de la rendición, el conformismo y la sumisión. En buena hora una nación unida avanzará sobre hogueras e inquisidores y los culpables seremos mayoría.




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