Un suburbio de Rangún sumido en el caos, en medio de ataques de fuerzas de seguridad
/ Foto: AFP

Columnas y nubes de humo invaden las calles desiertas de Hlaing Tharyar, un suburbio industrial de Rangún (en Birmania) sumido por completo en el caos, en tanto las fuerzas de seguridad incendian casas y disparan contra manifestantes desarmados.

Soldados y policías acordonaron este miércoles el distrito, que ha sido durante cuatro días escenario de violentos enfrentamientos, con decenas de manifestantes muertos.

Los agentes registran sistemáticamente las motocicletas y vehículos que todavía osan circular pese a la imposición de la ley marcial, y amenazan a la gente con «dispararle», declaró a la AFP un estudiante de medicina, habitante del barrio.

«Si encuentran algo vinculado a la política, la mínima señal de pertenencia al movimiento de desobediencia civil nos arrestan inmediatamente», añade.

La noche ha sido muy tensa, los vecinos dijeron que escucharon «disparos sin tregua», y los medios locales de comunicación difundieron imágenes de viviendas incendiadas por las fuerzas de seguridad.

Hlaing Tharyar era un distrito tranquilo antes del golpe del 1 de febrero, que derrocó al gobierno civil de Aung San Suu Kyi: obreros pobres de todas partes del país se habían trasladado allí oara trabajar a alguna de sus muchas fábricas textiles.

«Zona de guerra»

Seis semanas más tarde, este suburbio se ha transformado en «una zona de guerra urbana», se lamenta Debbie Stothard, de la Federación Internacional de Derechos Humanos (FIDH).

De hecho, Hlaing Tharyar se sumió en el caos el domingo: unas 30 fábricas de propietarios chinos resultaron incendiadas, de acuerdo con el diario nacionalista proPekín Global Times, lo que enfureció a la capital del gigante asiático.

El origen de estos ataques no ha sido identificado, pero a partir del golpe se ha intensificado el resentimiento hacia China, puesto que muchos manifestantes creen que es demasiado indulgente con los generales golpistas.

Poco después del comienzo de los incendios, las fuerzas de seguridad se desplegaron en gran número y abrieron fuego, asesinando a varias decenas de manifestantes.

La ley marcial fue impuesta en varios puntos del país y, el lunes, centenares de habitantes huyeron, estibando sus pertenencias y mascotas en camiones, tuk-tuks, vehículos rústicos de tres ruedas, o en bicicletas.

El martes de noche, los manifestantes acamparon en un puente y bloquearon las principales vías del vecindario.

Levantaron barricadas con neumáticos viejos, tablones de madera, sacos de arena y cañas de bambú. Algunas resultaron incendiadas por las fuerzas de seguridad, lo que provocó un espeso humo negro que invadió las calles, casi todas vacías.

Escudos improvisados contra la represión

No lejos de allí, manifestantes, protegiéndose con escudos improvisados, lanzaron cócteles molotov contra policías y militares.

«Muchas personas han quedado arrestadas en estos últimos días en el distrito», señala Stothard.

«Les prohíben reunirse con sus familiares y representantes legales. Nadie sabe dónde están detenidos muchos de ellos», lamenta la Asociación para la Asistencia a los Presos Políticos (AAPP), en tanto La Alta Comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos denunció «desapariciones forzosas».

El miércoles de noche, aún resultaba difícil obtener información sobre qué estaba sucediendo y el suburbio permanecía por completo acordonado con las conexiones móviles a Internet bloqueadas.

La ONU ha denunciado «un baño de sangre» y probables crímenes de «lesa humanidad». Más de 200 civiles murieron desde el golpe y casi 2 mil 200 terminaron arrestados. El domingo se convirtió en la jornada más mortífera, con 74 manifestantes asesinados a balazos, la mayoría en Hlaing Tharyar.

© Agence France-Presse




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