La vida es un constante aprendizaje y la experiencia nos hace más fuertes. En este sentido, el año que está por culminar representó un cúmulo de vivencias en las que apliqué consignas que me hicieron crecer y hoy quiero compartir con ustedes. Todo este recorrido está marcado por la frase “tiempo al tiempo”, tan certera como nuestra fe en Dios y el amor que profesamos a nuestros seres queridos.

En algunas ocasiones el apego a instituciones y personas nos hace mal. Una de las grandes lecciones que me deja 2022 es que cuando sentimos que los lugares de los que formamos parte se desdibujan por las acciones de sus dirigentes, es mejor hacerse a un lado y que todo siga su curso. A veces el verbo atropellante, la gerencia bajo el chisme, el irrespeto y la falta de diálogo, se convierten en intolerables.

 

Cuando sentimos que nuestros principios de vida se vulneran no hay negociación que valga, o, por lo menos, estas situaciones transcurren en las personas cuyos valores éticos están bien arraigados. Respetarse y amarse a uno mismo se convierte en un elemento importantísimo en estos momentos de caos e incertidumbre.

La premisa aplica a todo. La sabiduría que vamos adquiriendo en este transitar no solo nos indica cuando retirarse de un lugar de trabajo. Hay señales que nos muestran cuando alejarse de la toxicidad de algunas personas y cuando la relación de pareja se evapora. Nos damos cuenta de que la vida es corta, que es única, que no hay otra y que no debemos enfrascarnos en imposibles.

El horizonte es amplio y posiblemente el universo disponga de otros seres humanos para que enriquezcan nuestra existencia. Esa misma sabiduría afila los sentidos e igualmente nos aclara esas situaciones por las que vale la pena luchar, apostar, enfrentar con atino, juicio y transparencia. A fin de cuentas, el reloj se encargará de manifestar si el desafío valió la pena y despejar esas dudas que a veces nos invaden.

Este año también reforcé esa condición de visualizar proyectos. Es importante proyectarse a futuro, en especial cuando tomamos decisiones contundentes relacionadas al retiro en todas sus expresiones. En algunas situaciones, pensar en el mañana genera ansiedad, así que es necesario manejarlo con cuidado. Mover las piezas con cautela, pensando en el bienestar tanto individual como de quienes nos acompañan en algunos recorridos. En todos los casos, la felicidad es alcanzable y acciones basadas en la solidaridad, la honestidad y la empatía siempre reforzarán esa visión aristotélica de que la ética radica en hacer el bien.

 

 

Así que darle tiempo al tiempo es necesario. Permite reconstruir, proyectar, rescatar, renacer y fortalecernos como seres humanos. El tiempo se encargará de reafirmar que tomamos las mejores decisiones, que los esfuerzos no fueron en vano, que existe la maldad, que hay gente miserable y que las puertas de la casa no deben abrirse a todo el mundo. El tiempo también cura, con el tiempo perdonamos y nos reconfortamos. Vivir y aprovechar el tiempo, en especial, cuando de la familia se trata. En conclusión, dar tiempo al tiempo.




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