Comenzó temprano en la tarde la arremetida. Demasiado odio reprimido en esas almas perdidas. Sabían que ya no podrían sostener el régimen de terror sino con más violencia y persecución. Lo que han hecho siempre en el camino tortuoso de derrumbes y deslaves al que llevaron a una nación entera.

Se había escuchado el hablar fuerte, dentro y fuera del país. Voces que pretendieron ahogar pero que lograron romper el himen de la verdad aún virgen con sus gritos de libertad. Ya no sería lo mismo jamás, el mundo sabía lo que aquí ocurría.

Los pillos en toga se pronunciaban nuevamente. Manchada la dignidad de la justicia por la prebenda y el honor por el servilismo cubierto de oropel. Algunos reían ante la calamidad del secuestro, pedían con saña que la acción se extendiera. — ¡Que los metan presos a todos!— gritaba el aspirante a “influencer” en el chat.

En el barrio el joven no entiende lo que sucede. No tiene señal de Internet y la información llega a cuenta gotas como el agua. Su madre estaría más pendiente de la cola del gas. Mientras Maracaibo llora y suda copiosamente, Valencia tiene sed y Caracas se inunda por la lluvia ahogándose en otros gases que llenan de lágrimas el valle de Guaire.

En su festín el régimen celebra la pírrica victoria. Borrachos de poder se pierden en la orgía funesta de sus ambiciones desmedidas y pretensiones perpetuas, no perciben el crecimiento de la ira colectiva que se desborda fuera del cauce que impone el oprobio.

Hombres con rostro color ceniza agregan leña a la hoguera en la que se monta el caldero para la comida del día. Suenan cacerolas vacías como campanas en el viento que redoblan al caer la tarde. Tantos años, tantos sufrimientos, generaciones golpeadas que se cuentan con los lustros. La riqueza robada engrosa cuentas y mochilas que ocultan aquellos que sirvieron de alabarderos de los poderosos.

Nunca antes la infamia tomó tanto cuerpo. Nunca la mentira regó como ahora con su ocre pestilencia los campos de esta tierra. Llueve pero el barro no se lava. La sangre se pega a la piedra, guarda en sus glóbulos aún vivos el valor y la gallardía del caído cuya alma vuela alto.

Hoy la poesía es tragedia. Los amos de la fiesta se creen nuevamente inamovibles y se esconden en la fantasía onírica de sus lujos mal habidos. Todo parece detenerse de nuevo. Más en la tormenta de polvo urbano, en medio de detonaciones y humo, surge nuevamente la imagen de un guerrero inspirador, acompañado de los constructores de la nueva narrativa nacional. Esos que nacieron para vencer la adversidad y doblegar la infamia, los que no se dejarán arrebatar lo conquistado en este 2019 y no permitirán que se les robe su victoria.

Porque ésta no es una cumbre nueva que escalar ni una playa solitaria que tomar. Es un territorio que declararon suyo, como fue siempre, más allá de la traición de aquellos que pactaron la invasión extranjera o de otros que se vendieron por dinero y poder. Ellos decidieron ser libres y liberar a su nación de tiranos y opresores y no dejarán perder en la noche la emoción de vivir ni en la mañana la convicción del cambio.

— ¡Váyanse al Carajo! — le dicen al temor y a la duda. Abrazan ardorosamente su fe y los cuerpos a la esperanza desnuda, esa que no requiere costuras ni luce prendas de conveniencia e intereses, esa que es pura y clara como agüita de brote de manantial que cae de la montaña.

Estas son crónicas que vencieron las sombras. Relatos de hombres y mujeres que enfrentaron en su tiempo la opresión corrompida añejada en dos décadas. No terminarán de escribirse ni aún después de que el fuego que purifica se extinga. Tal vez el escritor sea otro, quizá la pluma cambié de mano, pero la prosa no se mudará, se quedará aquí para contar la reconstrucción después de la liberación.

Será la palabra escrita testimonio de una era y tributo a un país que lavó su dignidad cuando un gentilicio indomable rompió las cadenas que la misma Historia le impuso a sus propias páginas en el cambio de milenio.

Desde el dolor se levantan otra vez y vuelven a caminar. Desde el ardor que quema por dentro el espíritu nacional forjan el hierro de la persistencia en una mítica insurrección de voluntades. Desde la razón y la calma se aprecia la insurgencia. La tierra arrasada es nuevamente sembrada para cosechar muy pronto justicia y paz.

 




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