Vivienda en Las Manchas completamente cubierta por la ceniza, junto a una colada de lava (EFE/Elvira Urquijo Á.)

Más de dos meses después de que terminara la erupción del volcán de Cumbre Vieja, en la isla canaria de La Palma, el color negro lo cubre casi todo en las cotas altas de la localidad de Las Manchas, al sur del cono principal, donde la caída de cenizas fue constante durante 85 días.

Sobre el manto de ceniza, que los vecinos de la zona cuentan que supera los cuatro metros de espesor en varios puntos, sobresalen un puñado de chimeneas y tejados, así como las copas de los pinos canarios, que comienzan a reponerse y a devolver algunos brotes verdes a un paisaje que, por lo demás, ha perdido el color.

Los trabajos de retirada de ceniza son continuos y el ajetreo de camiones que salen de Las Manchas cargados de escoria volcánica por la carretera hacia Fuencaliente contrasta con las enormes cantidades de picón (lapilli) que aún se acumulan en los bordes de las carreteras y en los jardines de algunas viviendas.

Para devolver la normalidad a los barrios cubiertos de ceniza, el Gobierno de Canarias ha puesto en marcha un plan extraordinario con más de 1.000 personas dedicadas al reacondicionamiento de las zonas afectadas.

Julio Rodríguez es vecino de una de las casas más cercanas al volcán, «la cuarta» según sus cálculos. De hecho, es la primera ya descubierta en ese lugar, pues las otras tres siguen tapadas hasta el techo y a los pies de una de ellas se observa un tubo volcánico por el que brotó durante días un río de lava.

Este vecino de La Palma hace una pausa en el extenuante trabajo de retirar ceniza para conversar con Efe. Es realista: no cree que sea posible retirar toda para dejarlo «como estaba antes», da por hecho que tendrá que reconstruir parte su finca sobre la capa de escoria.

El color negro lo cubre casi todo en las cotas altas de la localidad de Las Manchas, al sur del cono principal, donde la caída de cenizas fue constante durante los 85 días que se mantuvo activo el volcán (EFE/Elvira Urquijo Á.)

Eso, donde solo hay ceniza, porque otra parte del terreno donde antes crecían vides y frutales, hoy está sepultada por una colada de lava, en un paisaje quebrado, salpicado por varios hundimientos de los tubos volcánicos.

Rodríguez ha tenido que contratar una pequeña excavadora para ir despejando su propiedad y reclama que las administraciones «le echen una mano», porque a mano, con la pala, «es imposible sacar toda esta ceniza». «Aquí tenemos más de dos metros», dice.

La estructura de la vivienda de Julio Rodríguez se mantiene firme, como acredita el punto rojo marcado en la entrada de la propiedad que significa que los arquitectos municipales han comprobado que es segura. Sin embargo, el techo de su garaje no soportó el peso de la ceniza y cedió.

Los problemas se acumulan para los vecinos de esta zona de Las Manchas, donde según explica Julio, no ha llegado aún el agua de consumo que los servicios municipales trabajan en reponer. «Vivir aquí por ahora es inviable», se lamenta.

Ahora la vivienda de Julio y otras se encuentran a menos de 50 metros de las aún humeantes coladas de la erupción y a los pies de una montaña de casi 200 metros de altura que surgió durante los casi tres meses que duró la erupción.




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