El vandalismo no cesa en la ciudad. Pero no por eso, la ciudadanía lo acepta. Hay quienes, de manera anónima deciden poner su grano de arena y para Luis Castillo esta fue la decisión. La obra Horizonte Agustiniano de Edgar Negret, inaugurada por el alcalde Miguel Cochiola, fue rayada por manos inescrupulosas. El dedicó su mañana a limpiarla y devolverle su habitual belleza. Un ejemplo digno de imitar.
Grafittis en amarillo, sobre el fondo rojo de la pieza que el colombiano cedió a la ciudad hacia varios años, atentaban contra la belleza y majestuosidad de la obra. Castillo tomó su mañana para quitar las rayas y dejarla lo más impecable posible, tomando en cuenta que las autoridades de Valencia poco se han preocupado por ella.
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Con brocha en mano y un trapo, Castrillo utilizó un líquido para remover la pintura. Así apoyó la intención gubernamental de utilizar el arte como medio de recreación y conocimiento en una ciudad golpeada por la indolencia, que necesita con urgencia espacios como este.
El gesto de Castrillo, no asumido por ningún funcionario de la alcaldía de Valencia, es un ejemplo de cómo los valores en este país aún existen, a pesar del esfuerzo gubernamental por destruirlos.
Un reconocimiento para este ciudadano ejemplar. Hacen falta muchos como él. Sabemos que existen, solo deben dar un paso al frente como lo hizo Luis Castillo.
