(Foto referencial)

 

Un venezolano escribió un mensaje a los panameños que prevén marchar, xenofóbicos, en su país en contra de la inmigración de compatriotas al itsmo. La carta, que ha sido ampliamente difundida en las redes sociales y por el servicio de mensajería Whatsapp, hace gala de la historia del país y de cómo ha acogido a ciudadanos de diferentes nacionalidades en momentos de terribles problemas en sus países. (AV)

A continuación, la carta íntegra:

Tengo el deber de comentar que agradezco infinitamente la acogida que le han dado en su suelo a tanto compatriota que ha tenido que desprenderse de su terruño para ir a «ESTORBAR” en otras tierras, como dicen las pancartas que exhibirán en la marcha del 20 de noviembre contra la «invasión venezolana» en Panamá.

Pero me encantaría que no olvidaran que en nuestro país jamás se hizo marcha contra los norteamericanos cuando el olor a petróleo los atraía como la miel al panal. Jamás protestamos cuando nuestros pueblos, montañas, playas y mares se llenaron de europeos huyéndole a las manías de locos que la historia incluyó en sus páginas como Hittler y cada uno de los líderes que ensangrentaron el planeta en las dos conflagraciones mundiales.

Le recuerdo al mundo que fuimos los venezolanos los que montamos a caballo cuando a nuestro Simón Bolívar, el carajito de San Jacinto, le dio por llevar las banderas de la libertad a cada pueblo donde la resistencia de hombres y caballos lo permitiera. Le recuerdo a los hermanos panameños que durante mucho tiempo fueron patio colombiano y que el famoso Congreso de 1826 por la unión bolivariana se hizo en suelo panameño y de ello Bolívar afirmó QUE BELLO SERIA QUE EL ITSMO DE PANAMA FUERA PARA NOSOTROS LO QUE FUE EL DE CORINTO PARA LOS GRIEGOS. Y les recuerdo, pueblos del mundo, que en 1841 el Marqués de Tovar obsequió sus tierras en Aragua para que de la Selva Negra alemana nos viniera esa semilla de  pobladores que en la Colonia Tovar nos impregnaron del olor de las fresas y el divino néctar del durazno.

No hace falta recordarles que durante los últimos treinta años del siglo XX, nuestros hermanos colombianos dejaban el alma en las trochas de la frontera para encumbrarse en los barrios petareños desde donde el futuro se veía prometedor. No hace falta recordarles a los hermanos haitianos que sus dictadores, sus sismos, inundaciones y demás tragedias nos llenaron el boulevard de Sabana Grande de heladitos de coco y tiras de mango verde.

¿Será necesario recordarle a los hermanos chilenos que en los años 70 Pinochet nos llenó de chilenos o que le abrimos fronteras a los argentinos y hasta aprendimos a bailar tangos? ¿Habrá que recordarle a los chinos, que hoy son gorditos y revolucionarios, pero sus antepasados eran flaaaaacos y paliduchos, recogiendo ropa casa por casa para lavarla y después, enseñándonos a comer lumpias? ¿Habrá que recordarle que nuestros abuelos amoblaron su casa pagando cada sábado cinco bolívares a un turco?

Todas las crisis pasan y los pueblos cuyo subsuelo pare lo que pare cada día el suelo venezolano, no tienen crisis, tienen malos momentos. Volveremos a ser los mismos de siempre y en nombre de todo el pueblo venezolano, JURO SOLEMNEMENTE que seguiremos abriendo nuestros brazos a los pueblos del mundo para que sus hijos se refugien de sus tragedias en estos 916.445 km2 de amor, comprensión y sentido de la solidaridad. Mientras tanto, suerte a los hermanos panameños en su marcha del próximo día 20.




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