Luis Alejandro Borrero | @LABC7

lborrero@el-carabobeno.com

Erasmo Bolívar sueña con llevar a su hija al colegio. Abrazarse todos los días con sus seres queridos. Retribuir con algo a una sociedad que le ha castigado tanto. Formar un equipo de básquet en su comunidad: la parroquia Carayaca, en Vargas. El deporte del aro y tabloncillo has sido siempre su gran pasión. El expolicía metropolitano cumple hoy 41 años, de los cuales ha pasado 14 en prisión por los hechos de abril de 2002.

En el juicio más largo de la historia de Venezuela; con 231 audiencias, tres años y 14 días, cinco mil 700 fotos y vídeos, 265 experticias, 196 testigos y 45 expertos, un grupo de nueve funcionarios de la extinta Policía Metropolitana fue condenado. Algunos, como Erasmo Bolívar, a 30 años de prisión en el Centro Nacional de Procesados Militares en Ramo Verde. Todos los planteamientos de la defensa fueron negados por los tribunales. Pese a que ningún testigo señaló responsabilidades directas. Y el jefe del equipo multidisciplinario encargado de la investigación declaró que no se encontraron pruebas que demostraran que los comisarios dieron órdenes de disparar contra la marcha opositora del 11 de abril.

Cada domingo, la tía del exagente y amante del básquet, María Isabel Bolívar, se dirige a Ramo Verde. Muchas veces desesperanzada. No siempre tiene las manos tan llenas como quisiera. La Venezuela de la escasez de alimentos le condena, como a los familiares de muchos presos políticos. En Ramo Verde la comida ya no alcanza. Obtener un plato de comida “es una cuestión de suerte”, dice.

Es imposible no sentirse desesperanzada. En el autobús, la ‘tía Bolívar’ va rezando. “Ojalá, virgencita, que este sea el último día”. Así lleva años. Se encomienda, como fiel creyente, a la Virgen del Carmen y de Las Mercedes, la patrona de los privados de libertad. “Ya yo estoy en mi recta final, los 60 años. Pero quiero ver que esto cambie”. Cuando sale de Ramo Verde

Visitar a su sobrino es como una inyección anafiláctica de esperanza y optimismo. “No te preocupes, tía”, le dice Erasmo cuando le confiesa que no pudo traerle la comida que quería. “Él, gracias a Dios, es una persona cargada de mucho optimismo. A veces uno sale de allí mejor que como entra”. El sueño del condenado por la masacre de abril de 2002, al que nunca se le comprobó que matara a alguien, es salir para reintegrarse a la sociedad y formar un equipo de básquet, así como ya maneja la coordinación deportiva del penal, con lo que se ha ganado el respeto y cariño de muchos privados.

La misma ley que condenó a los policías metropolitanos es la que hoy debería tenerlos en libertad. Todos son acreedores de medidas alternativas de cumplimiento de la pena. Ya tienen el lapso correspondiente (¼ de la condena), buena conducta, informes avalados socioeconómicos y psicológicos. “Lamentablemente la juez no se atreve a dar la orden”.

Al menos 41 de los aproximadamente 100 presos políticos requieren atención médica urgente. Erasmo Bolívar es uno de ellos. Padece de un desprendimiento de retina. “A veces siente como una arenilla en los ojos. Me preocupa mucho que pierda la vista porque sacarlo del penal para hacerle exámenes es muy engorroso”. Se acerca diciembre: la aspiración de la tía es la misma que la de todos los familiares de presos políticos. “Estos días de cumpleaños son duros, uno está 50% feliz y 50% triste. Esperamos que el que viene pueda celebrarlo en libertad, con su familia”.




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