Luis Alejandro Borrero | lborrero@el-carabobeno.com
Se cumplieron 372
días desde que Lorent Saleh y Gabriel Valles están presos. Los jóvenes, del
movimiento Operación Libertad, permanecen en el quinto sótano de la sede del
Servicio Bolivariano de Inteligencia (Sebin) de Plaza Venezuela, en Caracas.
Ambos esperan por al menos una audiencia preliminar de juicio, denunció Yamile
Saleh, madre del joven.
No hay respeto por las leyes, criticó la mujer vía
telefónica. No hay acusación: simplemente están confinados en celdas —dos por
tres— dentro de los 101 mil metros cuadrados de superficie en el Helicoide. Están acusados por el Ministerio Público
por supuesta conspiración a la rebelión, un delito incluido en el Código
Penal venezolano.
Van 12 diferimientos de audiencia. Ambas familias también
están presas. “Todo lo que yo veo es que prendo el televisor y acusan a mi hijo
hasta porque llueve. Es sentirse en un limbo, no saber qué va a pasar”.
Memoria corta
El presidente colombiano, Juan Manuel Santos, denunció que
tras el cierre de frontera con Venezuela se desataron múltiples violaciones de
los Derechos Humanos. “¿Y es que él no
se acuerda que justo hace un año, también le violó las garantías a mi hijo?”
Saleh y Valles estaban en Bogotá. El primero tenía un
salvocunducto vigente al momento de su detención en Colombia. Ambos tienen
casos pendientes desde hace seis años en el tribunal 2º de Control de Carabobo.
Esa vez, por pintar paredes con mensajes en contra de la aprobación de la Ley
de Educación venezolana.
El octavo numeral del artículo dos de la Convención
Interamericana de Derechos Humanos, señala que ningún país puede hacer
deportaciones en caso que esté en riesgo la integridad de una persona. Yamile
Saleh responsabilizó a Santos por lo que le ha tocado vivir a su hijo.
La operación se hizo en cuatro horas. Tiempo récord, por
tratarse de una deportación. Los gobiernos de Juan Manuel Santos y Nicolás
Maduro concretaron la entrega de ambos jóvenes en el puente internacional Simón
Bolívar. Fue cuando Saleh y Valles se convirtieron en monedas de cambio para
los políticos, que comparten un adversario común: Álvaro Uribe, con quien Saleh
se había reunido.
